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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los Rolling

Y llaman las carrocillas tempraneras, y hay gran movida para ver a los Rolling, y trapicheo de entradas, y que cuántas te guardo, y te las paso, y es nuestro corazón lo que estamos trapicheando, intercambiando, perdiendo y encontrando en el mercado negro de la nostalgia blanca: los Rolling, una manera de tener veinte años menos.De mi generación para arriba o para abajo, yo qué sé, a todos nos suenan los Rolling en el esqueleto, a todos nos suena el esqueleto a Rolling, cuando nos doblamos para coger el hígado sentimental que se nos ha caído porque no puede ya más con el cubata de garrafa y la nostalgia de garrafa. Hace quince, veinte años, en la calle Villalar, entre pescaderías y modistos, estaba La Galera, que era un sitio de meretrices con grímpola y gallardete, pero de pronto llegaron los Rolling, siquiera en nombre, Stone's, y metieron su catástrofe de música bajo el piso del maestro Rodrigo, como una hoguera debajo de un piano, y las grandes caras, y las piedras rodantes de su música (alguien ha traducido, en estos días, "cantos rodados", qué falta de marcha), y los culebrones del primer endrogue y los últimos sargentos negros y las primeras yanquis adolescentes que estudiaban el 98 por mi maestro Francisco Yndurain, y uno mismo, uno mismo -oh-, creíamos y queríamos ser diferentes, subversivos, antíestatus, porque aquella violencia joven y antivietnam barría el romanticismo buckinhamiano de los Beatles, que lo que querían era ser lores y cambiar el submarino amarillo por un rolis familiar. (También quitaron Stone's, claro, y ahora hay un restaurante fino).

Jorge Herralde hizo traducir en su día Viajando con los Rolling, obra maestra del Nuevo Períodismo, pero todos hemos viajado con los Rolling por las procelas de los sesenta, cuando la juventud militarizada de USA, la juventud masacrada de México, la juventud revolucionada de París, la juventud drogada/colgada de Anisterdam, lajuventud erotizada de Londres y la juventud maldita de España no teníamos otras salvaciones que la salvación vicaria de los Rolling, las piedras rodantes que venían rodando desde el celuloide rancio de Buster Keaton.

Cuando la patria está secuestrada o hipostasiada por una clase o por un hombre, uno hace patria de sí mismo, de su juventud, y entonces se vive la patria del sexo, la patria de la música, la patria errante de los Rolling.

Así nos lo montábamos, y todo el cáncertismo del admirable maestro Rodrigo se venía abajo cada noche, cuando se iban amuermando los serenos y se iban despertando los pescados aztecas en las pescaderías de Recoletos (calle), bajo una granizada de sal que los mantenía frescos como a nosotros la granizada de tópicos, órdenes, mentiras o músicas y baterías de los Rolling. Agustín Tena, Luis Gómez, los nuevos legitimistas de aquella ilegalidad, me llaman mañaneros para que vayamos al concierto. Mientras tanto, el mundo no es más libre, Mick Jagger está talabarteado de arrugas, a Bianca la hemos perdido todos para siempre, se ha cerrado Triunfo, conmemoramos a otro con marcha -Nicolás Guillén, el son-, uno ya no se peina para abajo, el INI sigue con números rojos, como toda la vida, la gomadós es la respuesta de la muerte a la palabra musical de la vida, los Papas entran y salen en el Vaticano como los ángeles en el Antiguo Testamento, y ni Cheryll Gallan, de Boston, secretaria de los Kennedy, ni la adolescente Kathrin Keller, de Brookling, bailarán yá, luminosas, en la sombra del maestro Rodrigo.

Porque la vuelta crispada de los Rolling no es sino el aferramiento de varias generaciones al sueño americano, la nueva izquierda y la desmilitarización de la utopía. Oli.

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