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Nuevas seguridades del Gobierno a Ceuta y Mellilla

La visita del ministro de Defensa, Alberto Oliart, a Ceuta y Melilla a lo largo de las jornadas del lunes y martes pasado le ha permitido comprobar, en contacto directo con mandos y comisiones de oficiales de las unidades de primera línea que guarnecen ambas plazas, su grado de instrucción, su espírítu de dedicación y su moral, muy sensible a los grandes problemas nacionales, y su distancia respecto a pasadas intentonas. Por ejemplo, ni una sola pintada progolpista puede verse en estas ciudades de frontera.

El ministro tuvo en Ceuta un recibimiento mucho más deferente y cariñoso que el dispensado bajo la desfalleciente égida de Merry Gordon el pasado 5 de diciembre al propio presidente Suárez. El nuevo capitán general de la II Región Militar, Manuel Saavedra Palmeiro, y el comandante general de Ceuta, Mariñas, cuyo ascenso se prevé para los próximos meses, ofrecen la impresión de modernidad y competencia, acorde a las expectativas de sintonía con el pueblo y respeto constitucional.Algunas diferencias ambientales fueron perceptibles para los observadores que siguieron el viaje ministerial. Una cierta crispación, sobre todo en los medios del propio partido del Gobierno, UCD, en torno a la adhesión de España a la OTAN era muy visible en Ceuta. Melilla, por el contrario, respiraba mucho más tranquila a este respecto. La distancia entre Serafín Becerra Lago, ese político cazurro tan sensible a los efluvios populares como reticente en su día a la propia Constitución, y José Manuel García Margallo, el líder centrista melillense, mucho más ilustrado y agudo en la comprensión de los matices, explica bien el fenómeno.

Alberto Oliart, en conversaciones con los hombres de su propio partido, ha intentado explicar el alcance de la adhesión a la OTAN desmenuzando las cláusulas del tratado de Washington y las previsiones allí establecidas en torno a las garantías defensivas exigibles a los aliados atlánticos. Su gestión ha logrado mayores cotas de convencimiento en Melilla, segunda etapa de su viaje, que en Ceuta, donde se ve también con aprensión la apertura de la verja gibraltareña por temor a una repercusión negativa en el turismo de free shop, motor económico de un amplio sector comercial.

La parada militar de Ceuta y la todavía más completa de Melilla, donde la visita coincidió con la festividad de la Virgen de la Victoria, patrona de la ciudad, permitieron revisar el equipamiento de las unldades que allí tienen su sede. En el propio séquito del ministro pudo comentarse el contraste positivo que ofrecen estas unidades, siempre a plena dedicación y en permanente entrenamiento, con el ambiente propenso al comentario ocioso, cuando no cargado de aviesa intención, que anida en otras sedes más burocráticas.

Una aspiración quedó reflejada en las intervenciones de los mandos superiores, la de conseguir cuanto antes, de acuerdo con las previsiones del plan estratégico conjunto, los grupos necesarios de misiles contra carros y de misiles atiaéreos, que tendrían un emplazamiento especialmente idóneo en la defensa de ambas plazas.

El ministro Oliart prefirió las conversaciones restringidas con los estados mayores y el diálogo cuerpo a cuerpo en los agasajos que le brindaron en diversos acuartelam lentos, fuera de los escenarios propios de coloquios multitudinarios, que afrontó Suárez con decisión, pero que siempre están expuestos a las sorpresas. La única del viaje la dio, en el casinillo de La Legión, el teniente coronel del Tercio De Soto. Algo pasado de gesto y ademanes, el mencionadojefe llamó la atención del ministro hacia la prensa, «que tanto baquetea a las Fuerzas Armadas». El titular de Defensa hizo un hábil quiebro en su respuesta y evitó cuidadosamente hasta la mínima apariencia de incidente, pero a todos quedó claro que persiste un clima de susceptibilidad en las relaciones Prensa-Fuerzas Armadas para disipar el cuál seguirá siendo preciso un arduo trabajo.

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En Melilla, el almuerzo ofrecido por el capitán general de la IX Región Militar permitió a los penodistas encontrarse con el coronel Rafael Valdés, que ostenta el mando del regimiento de Artillería Ramix 32, y recordar el trato iniciado durante los años finales de la presencia española en el Sahara. El coronel Valdés en vísperas de ascender tuvo en aquel territorio las últimas responsabilidades. La retirada de esa tierra africana cumplió el designio de Kissinger, que había decidido su entrega a Marruecos.

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