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Entrevista:

Mayor Zaragoza: "Los organismos internacionales no ganarán flexibilidad y rapidez en los próximos años"

Federico Mayor Zaragoza acaba de dimitir de su puesto de director general adjunto de la Unesco para retornar a España. El ex diputado de UCD estima que el momento es oportuno para iniciar una nueva etapa de su trayectoria pública y profesional. Científico considerado en los medios internacionales, ex rector de la Universidad de Granada, después de tres años largos al frente de esa Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con sede en París, Mayor Zaragoza desea reintegrarse a sus tareas universitarias a partir del próximo mes de octubre. Su dimisión ha sido resentida en la Unesco, y por ello fue nombrado consejero especial con una dedicación precisa: la Universidad de las Naciones Unidas, de Tokio. En vísperas del regreso, este catalán que linda el medio siglo de existencia, hombre de ciencia, político, evoca para EL PAIS las experiencias y enseñanzas que le han proporcionado los foros internacionales, y más aún los hombres y los pueblos del mundo entero que ha frecuentado durante los últimos años.

Pregunta. ¿Por qué ha dimitido de un puesto tan codiciado y por qué vuelve a España?Respuesta. En la vida es más difícil saber salir de los sitios que entrar. Yo he creído que a mí me había llegado el momento de abandonar la Unesco. En primer lugar, por razones personales; es decir, porque mi terreno profesional, de la investigación bioquímica, no admite paréntesis largos. Después, pienso también que mi contribución a la Unesco se ha realizado. Se trataba de descentralizar e informatizar este organismo, a partir de la visión de alguien como yo que era extranjero a la institución. Y, por lo demás, he cerrado esta etapa de actividad internacional en la Unesco en el momento en que estimo óptimas mis relaciones con los 156 países que integran la organización.

P. La Unesco, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, etcétera. Aún existen muchos que se interrogan sobre la eficacia de estos organismos. ¿Qué piensa usted después de tres años de experiencia intensa en esos foros multinacionales?

R. Una cosa es cierta de entrada: estos organismos son imprescindibles como lugar de encuentro en un mundo dispar y heterogéneo, en el que se impone la existencia de espacios de diálogo. Ahora bien, lo que ocurre es que, al cabo del tiempo, algunas de estas instituciones han perdido flexibilidad y, con ello, capacidad de adaptación para enfrentarse con los problemas concretos que deben solucionar. Las instituciones de estos foros, sin duda, van a cambiar en los próximos años, en ese sentido de la flexibilidad y de la rapidez.

P. Al cabo de su labor en la Unesco, ¿cuáles sería n sus conclusiones?

R. Antes de nada, personalmente, diré que mi enseñanza mayor viene de la observación que he podido efectuar a través de mis contactos con las autoridades y con los países del Tercer Mundo. La confrontación de esos hombres y de esos pueblos, con sus problemas, ha sido para mí como un libro inestimable. Por lo que se refiere a la Unesco, mis conclusiones son dos: en primer lugar, ante un mundo de desigualdades intolerables, de identidades culturales diversas, y en el que, para muchos países, la supervivencia es el único problema cotidiano una evidencia emerge con la fuerza de lo indiscutible: sólo la educación libera a nivel personal, y sólo la ciencia libera a nivel nacional. Una persona o un país ignorantes son dependientes y oprimidos. Y una segunda conclusión: la solidaridad internacional es una exigencia ética, pero hoy también es una necesidad impuesta por la interdependencia política y económica de los pueblos.

"En la ONU y en la Unesco hubo auténtica turbación el 23 de febrero"

P. ¿Cómo se ve a España desde estos foros internacionales?

R. España está altamente valorada en todas las instituciones fundadas en la defensa de los derechos humanos. Ahora recuerdo que el pasado día 23 de febrero, cuando la democracia española peligró, pude comprobar cómo en la ONU y en la Unesco cundió una auténtica turbación. El director general de la Unesco me dijo personalmente: «Si la democracia española es afectada, con ello sufrirá igualmente la esperanza de todos los países del mundo que, cada día, ven en España el horizonte de sus deseos».

P. ¿Cómo se caracteriza la participación española en estos organismos internacionales?

R. Tengo la seguridad de que una de las estrategias que España definirá en un futuro próximo será precisamente la de su actuación coordinada, dinámica y coherente en los foros internacionales. España tiene un plantel de gentes que le permitirían jugar un papel de primer orden en la cooperación internacional. Pero insisto: ese papel a jugar requiere una estrategia.

P. Usted es un ciudadano español que retorna tras varios años de observación mundial desde esa atalaya privilegiada que es la Unesco. ¿Qué piensa ese ciudadano de la España presente?

R. La evolución de los últimos cinco años, a pesar de los baches y dificultades, serios a veces, permite pensar en un futuro muy favorable para nuestro país. Ello se debe fundamentalmente a la enorme lucidez, a la serenidad y a la capacidad de reacción del pueblo español. Pero hay más: España, hoy, dispone de una cualificación política, profesional e intelectual suficientes para estar a la altura del desafío de los tiempos modernos. Y otro elemento aún: la Monarquía, basada en la representación parlamentaria y en la democracia más real, ha constituido y constituye el marco idóneo para el proceso en curso. Con todo este potencial hay que actuar con valentía, definir nuevos enfoques intelectuales, establecer estrategias y planes de acción que orienten efectivamente los distintos sectores de la actividad nacional. Y por fin, globalmente entiendo como algo esencial nuestra concentración en la construcción del futuro que, a fuerza de contemplar el pasado, corremos el riesgo de comprometer. El pasado no es rehacible, aunque individual o colectivamente apliquemos las diversas ópticas que lo corrijan o perfeccionen. Mi obsesión por la democracia se funda en esa construcción del futuro que hoy, a nivel de cualquier tipo de acción, quiere decir que sólo existe un objetivo total, inequívoco: pensar en la juventud; es decir, sensibilizarla con la democracia. Todo lo demás, sin esto, sería un fracaso histórico.

"La política nunca es el pasado en un ciudadano consciente"

P. Al margen de su experiencia internacional, ¿qué puede aportarle usted al país con su retorno y, en definitiva, cuáles son sus intenciones?

R. Pretendo aportar ni trabajo entusiasmado en favor del desarrollo científico español. Sólo el conocimiento da poder y posibilidad de diálogo. El diálogo, consecuencia del conocimiento, es el único asiento posible de la democracia.

P. ¿Volverá a jugar un papel político?

R. La política nunca es el pasado en un ciudadano consciente de la importancia de su participación en la vida pública, al nivel y en el sector que fuere.

P. Otro tema que usted ha podido apreciar desde el exterior y de cerca: España quiere ser europea. ¿Cómo valora usted la estrategia que para ello viene practicando?

R. España no quiere ser europea. España es Europa. Otra cuestión es su ingreso en organizaciones de carácter distinto que agrupan a algunos países europeos, como la CEE o la Alianza Atlántica. Sobre esto último pienso que no deben fijarse fechas precisas con excesiva insistencia. Así es como se crean expectativas sociales, que a su vez conducen a decisiones y a posturas que no son lo que debieran ser; es decir, el resultado del análisis frío y objetivo. España debe hacerlo todo por entrar en la CEE; no debe acelerar su incorporación a organismos de otra índole, y sobre todo debiera desplegar todos sus potenciales cara al mundo latinoamericano y al africano.

P. ¿Qué le inspiran a usted las conflictivas relaciones franco-españolas?

R. España y Francia cometerían un grave error si se distanciaran por razones circunstanciales, que, por otra parte, son lógicas entre países vecinos. El problema más actual, el de la lucha contra el terrorismo, debiera probar que los dos países son capaces de colaborar intensamente. Y subrayo esto porque las raíces y razones de buena parte del terrorismo internacional apuntan a la desestabilización de los países democráticos, como lo son España y Francia. No me refiero concretamente al caso vasco, que es un caso complejo, aunque la violencia no se ajustificable en ninguna situación.

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