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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La hora del cambio en prisiones

Victoria Kent, cuando fue llamada a desempeñar el cargo de directora general de Prisiones, encontró unos centros penitenciarios necesitados de cambio. Paradójicamente, aún hoy, lo que ella intentó apenas ha cambiado; aún hoy siguen las privaciones de comunicaciones orales y escritas, las celdas de castigo inhumanas, comidas e higiene no ajustadas al reglamento, la pena del castigado a criterio del director, los castigos corporales, la falta de materiales, de trabajo o de lugares para la práctica de deportes. En aquel entonces, cuando el Gobierno le negó ayuda para efectuar cambios importantes, Victoria Kent dimitió.Cuarenta y siete años después, un Gobierno constitucional, democráticamente elegido, nombra a Carlos García Valdés director general de Instituciones Penitenciarias. En su primer contacto con la realidad del mundo penitenciario, García Valdés expresa públicamente su preocupación y la necesidad de cambios, anunciando que si el Gobierno no le apoya en su reforma se marchará. No obstante, el Gobierno sólo colabora con García Valdés para que inaugure la célebre supercárcel de Herrera de la Mancha. Poco después deja el cargo. Dice adiós y deja pendientes sus necesidades urgentes para la solicitada reforma penitenciaria. Quedaban pendientes la construcción de nuevos establecimientos; el incremento del número de funcionarios, médicos y ATS; la contratación de personal laboral (cocineros y enfermeros, entre otros); el aumento del presupuesto para alimentación, deporte, vestuario, mobiliario, equipos, farmacia, etcétera; créditos para atender las necesidades poscarcelarias; la modificación de la Escuela de Estudios Penitenciarios, y la dedicación exclusiva y la retribución acorde a esa dedicación de los funcionarios de Instituciones Penitenciarias.

Recientemente, en una definición exacta de la cruda y triste situación penitenciaria española, el profesor Manuel Cobo, catedrático de Derecho Penal y secretario de Estado, manifestaba en EL PAIS que «las cárceles son escuelas de formación acelerada del crimen».

Estas tres posiciones históricas, por el orden enumerado, podrían calificarse de valentía, intenciones y frases. Sin embargo, sería ingenuo no dirigir las culpas al poder en sí y a la sociedad misma en general, que permiten que el término reforma penitenciaria suene exclusivamente a demagolia y utopía. Ni se cree ni se ha creido nunca en esa reforma penitenciaria. Poder y sociedad mantienen al mando de la estructura penitenciaria a personas que siguen fieles a los viejos métodos y aferradas al sistema anterior, que les ofrecía seguridad y un cargo.

Es inaudito que se continúe aceptando que se nombre director general de Instituciones Penitenciarias a un experto en caminos y puentes, que siga la promiscuidad, las drogas, el alcohol, las enfermedades, los problemas psiquiátricos, la violación de los derechos humanos y un largo etcétera de arbitrariedades. ¡Pobre sociedad, pobre poder! Nosaben que con su actitud están alimentando el cáncer social de la delincuencia, sin preocuparse de buscar soluciones definitivas, lo que quizá ni les interesa.

Pero no todos estamos dispues. tos a esta desidia. Parte de los que diariamente vivimos la comedia de carceleros vamos a sacar a la luz cada una de las raíces en las que se sustenta la frase derechos humanos, para que la sociedad contemple cómo unos hombres se ven necesitados de unirse y luchar para mantener su dignidad humana y profesional, y, a la vez, paliar de alguna manera el odio que el delincuente, desde su detención hasta su libertad, siente hacia la sociedad que le engendró y que, poco a poco, va acumulando, alimentando y aumentando.

Con todo, termino dando paso a la esperanza, a la confianza en las instituciones democráticas y en las organizaciones que, como la Asociación Democrática de Magistrados y la Unión Sindical de Policías, luchan con nosotros, en una especie de triángulo responsable, para que, en la parte que nos toca, no se cumpla la célebre y triste frase: «Cada sociedad tiene la delincuencia que se merece». España no merece la delincuencia que tiene.

Jesús Irurre Contreras es funcionario del Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias y miembro de la Comisión Gestora del Sindicato Democrático de Prisiones (SDP).

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