_
_
_
_
_

Indignación en la RFA por las benevolentes sentencias contra nazis por participar en el exterminio de 250.000 personas

Con insultos al tribunal y gritos de "¡Esto es una injuria para las víctimas!" acogió el público ayer en Düsseldorf la sentencia en el proceso de Majdanek, el más largo y costoso de la República Federal de Alemania (RFA), contra nueve acusados de haber intervenido en el exterminio de 250.000 personas internadas en un campo de concentración en Polonia durante la segunda guerra mundial. Sólo uno de los acusados, una mujer, fue condenada a cadena perpetua por la comisión de dos asesinatos probados, mientras otros siete recibían penas entre tres y doce años y uno era absuelto.

El juez Guenter Bogen, de 51 años, temblaba completamente y apenas podía sostener los papeles cuando leyó, "en nombre del pueblo alemán", la sentencia. En un primer momento, el público no reaccionó al escuchar el fallo del tribunal, pero pronto, entre las setenta personas asistentes, surgieron los gritos de "¡Esto es un escándalo!", "¡Esto es un insulto a las víctimas!", "¡El pueblo alemán no aprendió la lección!" y "¡Los asesinos nazis, entre rejas!".Una periodista, entre los cuarenta que consiguieron entrar, se levantó y le gritó al juez: "¿Cómo se atreve a hablar en nombre del pueblo alemán?". Otro asistente se dirigió al juez para echarle en cara: "Usted tembló al leer la sentencia. Por algo sería". Cuando la sala se tranquilizó y el juez pasó a leer la argumentación de su decisión, llegó de la calle el clamor de la gente que se había quedado en la puerta sin poder entrar en la sala 111 de la Audiencia Territorial de Düsseldorf, donde concluía la sesión 474 del proceso de Majdanek. Cinco años y medio, desde el 26 de noviembre de 1975, fecha de su iniciación, y veinte millones de marcos (ochocientos millones de pesetas) cosió el procedimiento judicial más largo de la historia de la RFA, probablemente el último gran proceso contra criminales nazis.

La lista de horrores atribuidos a algunos de los acusados, sobre todo a las dos mujeres, no guarda proporción con la sentencia, inexplicablemente suave. Un abogado vestido con toga comentó al enviado de EL PAIS en el pasillo de la Audiencia de Düsseldorf. "¿Cómo puedo yo explicarle ahora a un pobre diablo que, comete un atraco con una pistola de juguete que por lo menos le caen cinco años de cárcel?".

En la cafetería de la Audiencia, repuesto del mal trago, el juez preguntaba a un diputado socialdemócrata si había tenido un asiento en la sala. El diputado de la izquierda: socialdemócrata Klaus Thuesing declaró a este periódico que "el fallo es una vergüenza; el juez argumenta que han pasado 35 años y no se puede precisar la culpa, ¿pero quién tiene la responsabilidad de este retraso?".

Entre el público estaba el marído de Herminia Braunsteiner, condenada a cadena perpetua, que en Majdanek era conocida por el nombre de La Yegua por las patadas que daba a los internados y sus métodos brutales. Herminia tiene ahora 62 años. Su padre era carnicero y luego cochero en Viena. La joven Herminia trabajó de criada y después en una fábrica de munición en Berlín, pero abandonó ese trabajo porque en los campos de concentración ganaba más dinero.

En Majdanek, La Yegua, según testigos, llegó a arrancar a un niño escondido en la manta de su padre y lo llevó a la cámara de gas. Al final de la guerra, Herminia trabajó para los norteamericanos en una cantina, se casó con un soldado, con el que emigró a Canadá y de allí a Nueva York.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Herminia vivía en el barrio de Queens, donde los vecinos la consideraban a nice lady (una señora agradable), hasta que fue desenmascarada por el cazanazis Simon Wiesenthal. Herminia perdió la nacionalidad norteamericana y fue entregada a las autoridades de la RFA:

Hoy día, Herminia y la otra acusada, Hildegard Laechert, de 61 años, podrían pasar por dos abuelas inofensivas. Hildegard era conocida en Maidanek por el mote de Brígida la Sanguinaria, y, en una ocasión, lanzó un perro pastor sobre una mujer embarazada, que fue destrozada. Parece inconcebible que esta mujer, con su vestido de verano verde y de mal gusto, pueda ser la misma persona que un día le quitó a un niño judío la manta, porque "allí a donde vas no la necesitas, hace bastante calor". El niño iba camino de la cámara de gas de Majdanek. Hildegard Lechaert Brígida la Sanguinaria, fue condenada ayer a doce años de cárcel, por complicidad colectiva en dos asesinatos.

Emil Josef Laurich, de sesenta años, era conocido por el nombre de El Angel de la Muerte, y perseguía en bicicleta a los internados de Majdanek. Laurich consiguió escabullirse al final de la guerra y, como Herminia e Hildegard, también él trabajó para las tropas de ocupación en Alemania. Laurich consiguió llegar a propietario de una fábrica de jabones y tintes en Hamburgo y ayer fue condenado a ocho años de cárcel.

Las biografías de los ocho acusados son un fiel retrato de las trayectorias seguidas por toda una serie de nazis de segunda fila, el soporte humano del sistema criminal instaurado por el nazismo.

Ayer, en Düsseldorf, en la misma sala 111, se juntaron víctimas y verdugos de entonces: entre el público había un anciano vestido con sus harapos del campo de concentración, Leo Heinemann, de 72 años, que explicaba cómo los nazis le torturaron durante dieciocho días y no traicionó a sus camaradas comunistas.

Casi a su lado estaba sentado un superviviente de Auschwitz, un socialdemócrata, que comentó indignado cómo los nazis volvieron impunemente a sus puestos de trabajo en la RFA, "En 1945" decía, "esas ratas estaban escondidas en sus agujeros y no se atrevían a abrir la boca".

Entre el público se encontraba también una anciana, Josefina Jurgens, de 72 años, con la cruz del mérito federal en la solapa, que recibió por sus desvelos por los presos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_