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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La mar y sus peces

DOS MINISTROS, Lamo de Espinosa y Punset; un secretario de Estado para Asuntos Exteriores, Robles Piquer; un sinfín de altos cargos de la Administración pesquera y una docena de embajadores pugnan estos días en Bruselas, Lisboa, Rabat y París, por citar sólo algunas capitales, por conseguir medidas de favor para nuestra flota pesquera.De la noche a la mañana, como cada año, como cada seis meses, según del acuerdo pesquero de que se trate, la Administración tiene que ir corriendo de aquí para allá, siempre sorprendida por unas negociaciones que se repiten puntualmente desde hace años, con la espada de Damocles del problema social y económico que supone el amarre en puerto de nuestros pesqueros.

Ya lo han conseguido. La flota pesquera española, una de las más numerosas del mundo y uno de los sectores que mayor porcentaje de población activa ocupan en nuestro país, permanece desde hace diez días amarrada en puerto. Los viajes relámpago de última hora no han conseguido en esta ocasión (deben estar ya hartos de esta política de improvisación en la CEE y en Marruecos) una postura comprensiva de aquellas Administraciones (léase prórrogas automáticas de los acuerdos) hacia nuestras dificultades internas. El regateo de licencias pesqueras para nuestros buques, hecho a contra reloj y arropado por argumentaciones tales como «nuestros caladeros tradicionales» o la obligación internacional de facilitar nuestra consolidación democrática, resulta poco vendible.

No es un problema de buenos y malos, sino de previsión y eficacia. La CEE viene advirtiendo a España desde hace cuatro años que no puede ingresar en la Comunidad con una flota como la actual. En los pactos de la Moncloa se hablaba ya de la necesidad de reestructurar y reordenar el sector. No se cumplió, y tampoco los compromisos posteriores adquiridos por el Gobierno en el Parlamento. Y este país, más allá del problema puntual planteado en estos días, necesita saber si le interesa o no continuar siendo hoy (cuando escasean cada vez más las aguas con peces y sin banderas) una potencia pesquera de primer orden. E incluso si puede seguir siéndolo con una flota en buena parte obsoleta, escasamente tecnificada y con baja productividad, o habría que proceder a una radical reconversión.

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No es de recibo hablar de la «pérfida Albión», del egoísmo de la CEE o de las indignantes exigencias de Marruecos, cuando el problema de fondo está en estos ¡ares y se llama falta de planificación y objetivos. Resulta injusto empezar a hablar ahora de posibles represalias contra aquellos países que no transigen con nuestras pretensiones pesqueras. Hay que retomar el tema y negociar seriamente no sólo la renovación de los acuerdos, sino también la adecuación para los próximos años de nuestra flota a nuestras posibilidades reales de seguir faenando en unos mares cada vez menos libres.

La actitud de la CEE, sin embargo, ha sido en estos días un punto ofensiva para nuestro país. La oferta de setenta licencias era poco menos que una burla. Las 115 ofrecidas en última instancia distan mucho de las 165 solicitadas por España, y se han planteado en un «lo toma o lo deja», poco admisible en cualquier circunstancia y mucho menos cuando la mitad de nuestra flota de altura se encuentra amarrada en puerto. Los problemas internos de los diez, incapaces en este como en, tantos otros ternas. de ponerse de acuerdo y superar sus propios contenciosos (Francia y Alemania se sienten perjudicadas por Inglaterra en la pesca), han dañado también las negociaciones de la CEE con España. Unas negociaciones en las que se ha ignorado nuestra calidad de país candidato a la integración.

Con Marruecos, por otra parte, juegan otros contenciosos -tránsito de naranjas y, sobre todo, la guerra del Sahara- que no pueden hipotecarse sin más a los acuerdos pesqueros. Sólo la cooperación con aquel país en este terreno y la creación de empresas mixtas se apunta como una solución estable a medio plazo. Otro tanto podría decirse de Mauritania.

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