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Continúa el pulso entre las Brigadas Rojas y la Prensa italiana

Juan Arias

Giovanni d'Urso, el magistrado del Tribunal Supremo secuestrado por las Brigadas Rojas hace 32 días y condenado a muerte después de haber sido procesado, envió ayer una carta autógrafa que ha causado gran impresión en toda la opinión pública, porque en ella se afirma que está vivo y que pudo ver el lunes por la noche en televisión a su hija Lorena, de dieciséis años.

La joven hizo un llamamiento a los directores de periódicos para que publicaran los documentos de los presos de las cárceles de Trani y Palmi, condiciones exigidas por los terrosistas para evitar la ejecución.La carta del magistrado está dirigida al director del diario Avanti, Ugo Intini, órgano oficial del partido socialista.

En ella le da las gracias por haber publicado los famosos documentos y por su artículo en el que pedía a los directores de periódicos que los publicaran como un gesto humanitario.

La carta no tiene fecha, pero, evidentemente, fue escrita después de las nueve de la noche del lunes, hora en que vio a su hija en televisión, es decir, pocas horas antes de que las Brigadas Rojas. la dejaran en un cubo de basura en la Via di Pietra, a un paso del Parlamento, en pleno centro de Roma.

Las Brigadas Rojas llamaron por teléfono a la revista socialista Mondo Operaio indicándoles el lugar donde podrían encontrar la carta autógrafa de D'Urso envuelta en un ejemplar de Avanti. Eran la 13.30 horas. El director de Avanti, informado, llamó a la policía política, que llegó antes que los redactores del diario y secuestró la carta. Momentos después, el subdirector del diario socialista se presentó a la policía y pidió una fotocopia que los socialistas dieron íntegramente a las agencias.

En la carta, de unos cuatro folios, el magistrado afirma estar informado que ha sido condenado a muerte y que su salvación está en manos de los directores de los mayores diarios del país. La carta termina pidiendo al director de Avanti que «si no volviere a ver a mi esposa, comuníquele usted mi gratitud por lo que ha hecho y que sé muy bien que puedo confiar sólo en el amor que nutre por mí y por nuestras hijas».

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La carta no contiene insultos a nadie ni reproches, como ocurrió en tiempos del secuestro de Aldo Moro. Es más bien prudente. El magistrado afirma que se imagina la polémica que existirá entre los diarios y la crisis de conciencia de no pocos periodistas. Dice que no sería oportuno por su parte entrar en la discusión, pero que desea sólo recordar que es evidente que la publicación de los documentos en discusión sería sólo un «gesto exclusivamente humanitario», ya que «no compromete a nadie fuera de los órganos de Prensa decididos a publicarlos». Por eso, concluye diciendo, «pienso que debería prevalecer en este caso el sentido de humanidad».

La carta ha demostrado, en primer lugar, que la llamada telefónica del lunes a la Radio Radical, en la que se aplazaba hasta las dos de la tarde de ayer el ultimátum y se pedían «nuevas condiciones», era falsa. De hecho, el autor de la llamada había anunciado un comunicado escrito que no llegó, cosa que nunca hacen las Brigadas Rojas.

Esta carta crea nuevos problemas de conciencia a los diarios llamados de la «firmeza». De hecho, Il Messaggero, que en el último momento, a pesar del voto favorable de toda la redacción, salió ayer sin la publicación de los documentos, anunció ayer que esta mañana los publicará. Lo mismo ha hecho el director del diario Il Secolo XIX, de inspiración socialista, mientras en Il Giorno, de Milán, toda la redacción estaba reunida con el director en sesión permanente.

En realidad, es toda la Prensa de inspiración socialista y radical la que está publicando los documentos.

Los observadores políticos aseguran que socialistas y radicales desean, con esta actitud, intentar salvar la vida del magistrado para poder demostrar a la Democracia Cristiana que «Moro había podido ser salvado», lo que equivale a acusarles de haber dejado morir al líder democristiano a causa de bajos intereses políticos.

Mientras tanto, ha estallado una auténtica guerra entre los radicales y el director de La Repubblica, Eugenio Scalfari.

Los radicales le han acusado desde la radio de haberse enriquecido como accionista del semanario L'Espresso, que ha publicado documentos de terroristas.

Ayer La Repubblica publicó un editorial durísimo en el que se pedía la intervención del presidente de la República, Sandro Pertini. «No sólo como jefe de Estado, sino también como combatiente de la resistencia. ya que», decía La Repubblica, «una vez más ha empezado la lucha contra los enemigos de la libertad». Estos enemigos serían, según el editorial, los diputados radicales acusados de terrorismo y de «haber traicionado las leyes a las que hanjurado fidelidad».

En todo el país, pero sobre todo en Milán, los diarios que no han publicado los documentos están protegidos por la policía».

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