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Una científica, "primera mártir nuclear" de Francia

Ayer fue enterrado «el primer mártir nuclear francés», la científica Renee Breugnot, de 42 años, a quien una leucemia quitó la vida. Su familia pretende, y los antinucleares sospechan, que la enfermedad tuvo su origen en las manipulaciones a las que le obligaba su profesión en el departamento militar del Comisariado de Energía Atómica (CEA).El CEA asegura que la enfermedad no tuvo nada que ver con sus trabajo profesional. Los secretos médicos y militares que caracterizan las investigaciones nucleares impiden, por ahora al menos, pronunciarse sobre el hecho.

Renee Breugnot trabajaba en las instalaciones militares francesas nucleares ubicadas en Bruyeres le Château. Como su marido, ingeniero en la compañía Aeroespacial, era una científica apasionada, y desde los balbuceos de la era atómica se había entregado a la tarea del progreso.

Leucemia oligoplásmica

Su especialidad la obligaba a manipular diariamente gas radiactivo una de cuyas propiedades consiste precisamente en emitir radiaciones. Sabido es que la absorción considerable por el organismo de esas radiaciones enferma, primero, y, después, mata a las personas. La señora Breugnot, según certificado de la Seguridad Social, ha muerto de leucemia oligoplásmica, enfermedad provocada, entre otras cosas, por las radiaciones nucleares.La comprobación de los hechos anteriores fue la que indujo al marido y familiares de la víctima a establecer una relación entre su profesión y la enfermedad mortal. El CEA publicó inmediatamente un comunicado en el que afirma que el informe médico de la científica no presenta ningún síntoma de irradiaciones especiales. Todos los empleados del CEA llevan durante su trabajo colgado un detector, que cada día registra las radiaciones recibidas en las zonas controladas. En consecuencia, cualquier tipo de accidente debe ser registrado en principio. Parece ser, según el CEA, que en una docena de años de trabajo, la señora Breugnot sólo acusó, en una ocasión, una dosis ínfima radiactiva diez veces inferior a la que se le administra a una paciente cuando se le hace una radiografía.

A la vista del análisis que ofrece, la polémica provocada por este eventual primer cadáver nuclear, una de dos: o el CEA miente o quizá la científica fuera irradiada cuando no llevaba el detector.

Hasta la fecha, al menos, nadie puede pronunciarse con certeza, porque el «secreto de defensa» impide incluso saber cuáles eran los trabajos que realizaba la señora Breugnot. Su marido revela que él sabe algo, pero por aproximación, a partir de sus propios cálculos, ya que su mujer, fiel al secreto profesional, nunca le confió cuáles eran sus verdaderas atribuciones.

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