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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los sucesos de Ondárroa

El día 2 del presente mes, en el diario que usted dirige, apareció una noticia referida a los sucesos ocurridos durante el entierro del señor Echániz, asesinado en el Club 34 de la localidad de Ondárroa.Se indicaba en ella que un capitán de la Guardia Civil intentó, con «chulería», atravesar entre el grupo de personas que esperaban para el entierro. Estas mismas personas atacaron a dicho capitán y a su chófer a patadas; con la misma «chulería», el capitán sacó su pistola reglamentaria.

Deformando la realidad, publicaciones así debieran estar penadas por la ley, en defensa del honor de quien se ofende. Pero, si se hubiera seguido la más simple lógica, se comprobaría que ello no pudo ser así, por lo que hay que suponer una gran malicia en el informador o informadores. Consideramos que el periodista, en estas ocasiones, aparte de usar el sentido común, debe de recoger la versión de ambas partes en beneficio de encontrar la verdad, ya que es con la verdad con la que un buen periodista debe trabajar, a menos que le interese personalmente o por intereses de terceros ocultar la verdad.

En efecto, el hecho sucedió en Ondárroa cuando un cierto grupo de personas se reunieron para el entierro. Sin embargo, el incidente ocurrió a unos 150 metros de distancia, por lo que es imposible ninguna «chulería» de intentar pasar con el coche entre los asistentes al mencionado entierro. Hay que hacer la observación de que para ir al cuartel de la Guardia Civil, que era donde él se dirigía, tenía que pasar forzosamente por delante de dicho Club 34, ya que éste se encuentra a unos cincuenta metros de dicho cuartel.

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La realidad tuvo que ser muy distinta. En efecto, anunciado el entierro y debido a que el destacamento de la Guardia Civil de Ondárroa es muy pequeño, el capitán y su chófer, con jefatura en Guernica, fueron hacia Ondárroa para reforzarlo ante posibles altercados y alteraciones de todo tipo. Como indicamos anteriormente, el capitán no tenía más remedio que seguir esa dirección para llegar al cuartel. Ciento cincuenta metros antes, un grupo de personas, que posiblemente también previeron esta necesidad de dirección y refuerzo, se apostó, y al ver aparecer el coche (muy conocido), un 127 color verde, con el capitán y el chófer, los rodearon e intentaron volcar el coche. Ante esta actitud, muy típica de estas personas, se hizo sonar el claxon, y al ver que era inútil, ante el peligro de ser volcados, salieron del mismo, confiando en que. les cedieran el paso; pero, lejos de ello, les atacaron físicamente de forma brutal. El capitán no tuvo más remedio que sacar su pistola reglamentaria con el solo propósito de intimidarles. Pero en lugar de ello, le empujaron por la espalda, tirándole al suelo a patadas y golpes. En un alarde de valentía, fieramente le continuaron maltratando, haciendo lo mismo con el chófer, al cual, poniéndole una navaja en la garganta, le robaron su documentación, así como 5.000 pesetas que llevaba en su cartera. En esta brutal agresión, dirigida principalmente contra él capitán, al que le habían arrebatado el arma, el chófer pudo introducirse en el vehículo y, en un acertado acelerón, salir del tumulto, llegar al cuartel de la Guardia Civil y pedir refuerzo para auxiliar a su capitán, librándole así de una certera muerte, pues cuando llegaron aquél se encontraba tendido en el suelo, brutalmente pateado y con diversos cortes y sangraba abundantemente por el rostro y manos. Por lo que claramente se aprecia que había personas preparadas para realizar esta operación. El capitán, fuertemente conmocionado, siguió dirigiendo con las fuerzas a su marido la operación de orden público. El capitán se encuentra bajo observación médica. Ni el capitán ni las fuerzas a su mando dispararon ningún tiro.

Este capitán es el mismo que, tomando declaración a una estudiante de 4º curso de Medicina, supuesta implicada en ETA, le preguntó si cuando terminase la carrera de Medicina, en caso necesario, se podía contar con sus servicios como médico. Contestó ella que ¡no!, que ella no atendía a txakurras («perro», en castellano). El capitán le respondió que él, siempre que la viera en peligro, accidente u otra causa de su competencia, siempre dentro de la ley y el orden, en todo momento estaría dispuesto a prestarle sus servicios.

La diferencia es notable y expresa muy claramente dos diferentes conceptos de vida y de concien

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cia./

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