Más de tres millones emigrantes ilegales cruzan al año la frontera México-Estados Unidos
Más de tres millones de personas intentan, cada año, emigrar clandestinamente a Estados Unidos a través de su frontera sur. A nado, cruzando el río Grande; a pie, por el ardiente desierto de Arizona; escondidos en el portamaletas de los coches, o utilizando frágiles embarcaciones en el golfo de México, los emigrantes ilegales utilizan todo tipo de estratagemas para burlar a la policía fronteriza norteamericana e internarse en Estados Unidos.
Este paso es muy arriesgado y, co mo ha ocurrido hace una semana puede concluir en drama. Esto es lo que ocurrió a una treintena de sal vadoreños que, sin estar prepara dos, erraron durante tres días por e desierto de Arizona. Trece de ello murieron de sed, después de haberse bebido hasta sus lociones de afeitar o su propia orina. Una de las tres personas que les sirvió de guía también encontró la muerte; los otros dos, un salvadoreño y un mexicano, fueron detenidos.Los inmigrantes clandestinos interceptados por la policía norteamericana sólo son una minoría. Según Durwood Powell, director de los Servicios de Inmigración de Dalias, un millón de inmigrante ¡legales fueron detenidos. en 1979. Pero calcula que esta cifra constituye la tercera parte de los que intentan esta dramática aventura. Los mismos servicios de inmigración reconocen que el número de «clandestinos» detenidos está descendiendo. La policía fronteriza, también víctima de la crisis de la energía, se ha visto forzada a ahorrar gasolina y reducir el número de patrullas.
Por otro lado, dos crisis internacionales recientes han obligado a un considerable, número de funcionarios de los servicios de inmigración a concentrarse en otras tareas urgentes: la crisis de los rehenes de Teherán, que forzó la Tevisión de los visados de los ciudadanos persas en Estados Unidos, y la ola de refugiados cubanos que llegó a Florida en los últimos meses (unos 120.000).
La amplitud de ¡a frontera con México y los accidentes geográficos permiten únicamente un control esporádico. Esta línea de de marcación tiene 3.145 kilómetro y apenas está salpicada de señal¡zaciones en el desierto de Arizona o en las áridas montañas de Nuevo México, antes de confundirse con el cauce del río Grande, entre El Paso y el goldo de México.
Más del 60% de las personas que franquean esta frontera son mexicanos. El resto procede de países centroamericanos desgarrados por la guerra civil, como El Salvador o Guatemala.
La rapacidad de los "coyotes"
Antes de intentar burlar a la policía de fronteras norteamericana, los aspirantes al cruce clandestino de la frontera tienen que enfrentarse a la rapacidad de los «coyotes», las personas que se lucran con este ¡legal tráfico humano.
La mayoría de los emigrantes llegan en autocar y se amontonan en hoteluchos de ínfima categoría que bordean la frontera en el lado mexicano. Aquí, los «coyotes» circulan entre los grupos ofreciendo sus «servicios». A cada candidato a la emigración le costará el peligroso viaje una cifra que oscila entre los doscientos y 2.500 dólares (entre unas 14.000 y 175.000 pesetas), según la dificultad que presente el viaje, la nacionalidad del emigrante.... o el grosor de su cartera.
El problema no es tanto atravesar la frontera como el lograr escapar, después, a los controles móviles de la policía norteamericana, según ha afirmado Henry Richardson, un «coyote» arrepentido. Richardson divide a estos «traficantes» en buenos y malos: los primeros llevan al emigrante hasta su destino final; los malos le abandonan en la primera curva del camino, a menudo después de haberle desvalijado.
Los aspirantes a la emigración al «paraíso americano» son presa fácil para estos «coyotes». La mayor parte de las veces están muy mal informados sobre los riegos que corren y están dispuestos a todo para llegar a Estados Unidos.
Los salvadoreños encontrados en el desierto de Arizona son un ejemplo: una de las mujeres que fue encontrada muerta de sed al pie de un arbusto, inició la mortal travesía con zapatos de lacón alto, que tuvo que abandonar más adelante y enrollarse los pies con trozos de trapos. Ninguno de los miembros del grupo llevaba agua para más de veinticuatro horas.
Los que consiguen llegar a su destino final encuentran cobijo en casa de un pariente o un amigo, en cualquiera de las innumerables colonias de latinoamericanos de Estados Unidos. Sólo en Nueva York hay, según estimaciones de las autoridades, millón y medio de inmigrantes ¡legales que sirven de mano de obra barata a empresarios poco escrupulosos.
Cuotas irreales
Quienes caen en manos de la policía son interrogados brevemente y luego enviados al otro lado de la frontera. « Los únicos a los que perseguimos penalmente son los "traficantes" », afirma el procurador general de Huston, Tony Canales. Pero únicamente los «peces gordos» reciben penas duras. A menudo, los que se dedican ocasionalmente a este tipo de negocio reciben únicamente ligeras condenas.
Para muchos, la causa principal de este aluvión de «clandestinos» y de este comercio humano reside en el irrealismo de las cuotas oficiales impuestas a la inmigración por las autoridades norteamericanas. Por ejemplo, cada año sólo es autorizada la entrada legal de 20.000 mexicanos. Centenares de millares de ciudadanos de la misma nacionalidad se ven obligados a padecer los servicios de los «coyotes».
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