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Honduras puede incorporarse al "arco de crisis" centroamericano

Honduras, el país centroamericano que menos atención recibe de la prensa internacional, quebrará el próximo domingo esta tradición silenciosa y concitará la curiosidad de decenas de enviados especiales, dispuestos a seguir las elecciones constituyentes fijadas para esa fecha. Aun con la certeza de que los comicios están previamente manipulados para favorecer a los actuales gobernantes militares y a los partidos más reaccionarios del espectro político nacional, de acuerdo con las constantes denuncias de personalidades de la oposición, esta curiosidad se justifica por el hecho de que el anunciado fraude puede ser la chispa que incendie la carga de violencia contenida que existe en el país.

En Honduras no se celebran elecciones desde 1971. Las presentes son el resultado de las promesas formuladas por las fuerzas armadas, y concretamente por el general Policúpo Paz Garcia, presidente del triunvirato militar que gobierna el país, horas después de que el anterior presidente, el también general Juan Alberto Melgar Castro, fuera obligado a abandonar el poder el 9 de agosto de 1978.

Eliminar la corrupción

El pronunciamiento, en aquella fecha, de un grupo de veintisiete comandantes considerados peruanistas por sus proclamadas intenciones de eliminar la corrupción existente en el seno del Gobierno y de las fuerzas armadas y de limpiar la deteriorada imagen de éstas, abrió una corriente de esperanza renovadora para el país, que los grupos políticos democráticos saludaron con alborozo.Estas esperanzas quedaron bien pronto frustradas. Los hechos demostraron que no existían propósitos sinceros de cambios y que la corrupción oficial, motivo del golpe de Estado, se extendía a las nuevas autoridades. Como en gobiernos anteriores, los nombres de los actuales gobernantes, de altos oficiales del Ejército y de relevantes funcionarios gubernamentales se vieron mezclados en el negocio de tráfico de estupefacientes y en episodios de palpable enriquecimiento personal.

Las denuncias de la oposición señalan que el Gobierno ha hecho todo lo posible para que en las elecciones constituyentes del domingo triunfen claramente los candidatos del oficialista Partido Nacional. Las argucias empleadas han sido muy variadas: desde la negativa de inscripción a partidos democráticos, como el Demócrata Cristiano (al que se acusa de obedecer consignas internacionales), hasta la alteración de los censos de votantes, inflados con personas ya fallecidas, niños e incluso ex guardias nacionales somocistas refugiados en el país tras el derrocamiento del dictador nicaragüense.

De los cinco miembros del tribunal nacional de elecciones, tres pertenecen al Partido Nacional, aliado con el triunvirato militar. Aquel organismo no ha escuchado ninguna de las denuncias de irregularidades en la elaboración de las listas de electores -que suman en total 1.233.756 personas- formuladas por la oposición.

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Todo este montaje está dirigido a conseguir que la Asamblea Constituyente, integrada por 71 diputados, designe a un presidente que siga las líneas marcadas por la oligarquía dominante en el país y que, como en Guatemala y en El Salvador, tienen en las fuerzas armadas al mejor de los aliados. Con pequeñas diferencias (unos sectores desean la integración inmediata de un Gobierno civil, que podría ser presidido por el ultraderechista Ricardo Zúñiga, presidente del PN; otros, apoyan la propuesta presidencial del general Policarpo Paz), los sectores poderosos aspiran a perpetuar su influencia en la dirección de los asuntos nacionales.

Junto al Partido Nacional concurren a los comicios el Partido Liberal y el Partido de Innovación y Unidad, considerados de centro derecha. A pesar de que ambas agrupaciones se han sumado a las denuncias de fraude, han aconsejado a sus votantes que acudan a las urnas. El primero, basado en la teoría de que es el grupo político mayoritario del país y que, por tanto, tiene asegurada la victoria. El segundo, con el argumento de que solamente desde dentro del sistema es posible alcanzar los cambios y las reformas que el país demanda. El PINU añade que si esa posibilidad se cierra, únicamente quedará la vía de la violencia para Honduras.

La oposición considerada izquierdista y agrupada en el Frente Patriótico Hondureño ha pedido a los electores de ese país que se abstengan en los comicios del domingo. Este grupo está integrado por una alianza del Partido Comunista y el Demócrata Cristiano, a los que siguen otras pequeñas organizaciones izquierdistas. Es importante también el Frente de Unidad Campesina, organización de carácter sindical de importante influencia en los medios rurales.

El arzobispado hondureño se ha sumado, curiosamente, a las voces que han denunciado el fraude electoral preparado para el domingo. En una declaración pública hecha el 20 de enero pasado, los obispos aseguraron además que, si las autoridades manipulan los resultados, «la violencia será inevitable» en Honduras.

Contestación dentro del Ejército

Merece consideración aparte, a la hora de considerar los grupos de oposición de este país centroamericano, el integrado en la Organización Secreta de Oficiales Subalternos (OSOS), por lo que significa de contestación en el seno de las fuerzas armadas. La OSOS ha hecho denuncias públicas sobre la corrupción existente entre los altos oficiales y los funcionarios del Gobierno. Recientemente envió un carta al general Policarpo Paz en la que pedía que interviniera para detener el constante deterioro de la imagen del Ejército y para que efectuara una «depuración drástica» en los altos cuadros castrenses.La OSOS plantea como «alternativa honesta» para llevar al país por los caminos de la democracia al coronel Gustavo Alvarez, comandante de la plaza de San Pedro de Sula, la ciudad más importante del país, después de Tegucigalpa.

A pesar de que en Honduras no se han producido aún las situaciones existentes en El Salvador y Guatemala, o las que dieron origen a la caída de Somoza en Nicaragua, las estructuras socioeconómicas del país son, en esencia, iguales. Tarde o temprano, pues, si la oligarquía no acepta las sangrientas enseñanzas de los países vecinos y se empeña en detener las reformas que -se hacen imprescindibles, la violencia estallará en el país.

Unas breves cifras son ilustrativas al respecto. Según testimonios del ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Jorge Arturo Reina, el 50% de la población recibe el 13 %del ingreso nacional, mientras que un pequeño grupo del 5% acapara el 33% del ingreso.

En el campo, el 55% de los campesinos no alcanza un ingreso anual superior a los cincuenta dólares (3.500 pesetas, más o menos). Las estadísticas señalan en trescientos dólares al año (alrededor de 22.000 pesetas),lo mínimo necesario para la simple supervivencia de una persona. Sobre esta base, el 70% de los niños hondureños están desnutridos, el 96% de las casas no tienen agua potable y el 94% carece de electricidad. Los índices de analfabetismo son, igualmente, muy elevados.

Todo este panorama compone una situación potencialmente explosiva, a la que únicamente falta el detonante. Es imposible aceptar la tesis de, que Honduras es un país impermeable a las convulsiones sociales que se han producido y se producen a su alrededor. La guerra de Nicaragua, las crisis presentes en El Salvador y Guatemala han de influir, necesariamente, en la formación de una conciencia contestataria entre los hondureños.

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