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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Colera en el PSOE

El cólera morbo asiático/marxista ha pasado por el PSOE como una diarrea estival.En el verano que acabamos de abandonar o que acaba de abandonarnos, los amagos de cólera han sido quizá un delicado envío de Hassan para irnos metiendo el miedo en el cuerpo por donde ha podido. Con Franco, estas cosas se quedaban en diarreas estivales. Era lo que se llamaba nuestra tradicional diarrea con los países árabes. Pero la democracia consiste en llamarle al pan, pan, y a lo otro, otro, de modo que se ha hablado de cólera directamente, en los comunicados sanitarios, pero la gente no ha ido a la cola de la vacuna, como cuando el Régimen, quizá porque las colas, como los Coros y Danzas y las demostraciones sindicales en plan Bernabéu, eran folklore privativo y distintivo del franquismo ése que ahora quiere volver y ennegrecía ayer por la tarde la zona nacional con pintadas que decían: «Pasionaria, Miss Rusia.»

El PSOE, como partido de amplia base popular, no ha dejado de sufrir y disfrutar las delicias diarreicas (Ludolfo Paramio ha dado buena cuenta de ellas aquí, en las páginas amarillas) de un cólera asiático/marxista, ya digo, en que Marx era y es el agente infeccioso o bacilo a eliminar, y contra el que había que vacunar a las bases.

Felipe dio ejemplo vacunándose el primero.

Cuando allá en la primavera se detectaron los primeros síntomas de cólera en los alrededores de García Morato y las poblaciones infantiles de la periferia preautonómica y desasistida, Felipe tuvo, como digo, el gesto de vacunarse el primero, para no contaminar a la Europa socialdemócrata que nos quiere, y esta simple vacunación (que en algún otro artículo he llamado circuncisión) fue muy bien acogida por la derecha civilizada y de pago, como «un arranque moral en tiempos de políticos inmorales». La derecha de pago, e incluso la derecha gratuita, siempre se pasa, porque es como si cuando viene a casa Conchita, la enfermera, a ponerme una inyección reconstituyente en el culo, se llenase esto de fotógrafos de prensa y editorialistas que ensalzasen luego mi gesto moral, mi arranque ético y sanitario de ponerme una inyección.

Pero Castellano, Bustelo, Gómez Llorente y así, llevan con diarrea estival todo el verano y han entrado en el otoño en cuclillas, y hasta se teme que el inmediato Congreso PSOE sea un Congreso en cuclillas.

Ayer mismo, almorzando con Joaquín Garrigues, me decía:

-Yo soy un ministro sin poder, pero por lo menos lo sé.

Felipe González es el jefe de una oposición leal (la «leal oposición» británica), pero no sabemos si lo sabe. Felipe es una alternativa de poder sin alternativa, y tampoco sabemos si lo sabe. El ha hecho lo que ha podido, o sea, vacunarse contra el cólera asiático/marxista, para que el relevo, si llegase, no le coja en cuclillas. Y en cuanto a los demás, para eso van a hacer hoy mismo su Congreso: para decidir si se vacunan todos o van a ir ya siempre por la vida de coléricos encolerizados, como si fueran rojos, cuando muchos de ellos, o algunos, no quieren pasar de infrarrojos. De paso, que les vacunen de la polio.

Sabemos, empero, que en este fin de siglo con cementerios nucleares y retorno de los dirigibles de Julio Verne, ni el bacilo del cólera ni el bacilo de Marx permiten otra cosa que morir de ellos y por ellos o tomarlos como una diarrea ideológico/estival, una locura de juventud, un mal rollo. Carmen Rico-Godoy ha dicho que donde tiene que estar Marx es en una vitrina. Algo así como el homínido de Grossetto. Los rusos hicieron una momia de Lenin y los capitalistas quieren hacer una momia de Marx. El dinero es faraónico y momifica a su delatores. Por salvarse de momia y cólera, Felipe se ha vacunado. Y ha hecho bien.

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