_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La encrucijada sindical

Quizá durante bastante tiempo el movimiento obrero de nuestro país recuerde el 11 de julio de 1979 como una de las fechas más significativas del período postfranquista. Después de dos años de dificil pero efectiva unidad de acción, UGT renuncia a participar en la movílización anunciada para este día.Este hecho, en sí mismo, no resultaría tan significativo si no fuera porque, simultáneamente, con derroches televisivos que habrán incluso sorprendido a las bases de UGT, se ha dado a conocer el acuerdo que esta central ha establecido con la CEOE.

Sería minimizar el problema enfrascarse con datos y comentarios en la demostración de los pobres y en algún caso perjudiciales contenidos de tal acuerdo. Y también sería una desviación del análisis de los problemas de fondo que tiene ante sí el sindicalismo, cuantificar y cualificar la importancia de la participación de los tmbajadores en el llamamiento de CCOO. Tampoco vale la pena explicar ahora el por qué la movilización era y sigue siendo imprescindible. Basta conocer el contenido del proyecto de Estatuto de los Trabajadores de UCD y lo que se viene anunciando respecto a la revisión semestral de los salarios, para medir la gravedad de lo que se cierne sobre los trabajadores y el sindicalismo.

Lo verdaderamente digno de ser comentado es el hecho mismo del acuerdo CEOE-UGT, al margen de sus contenidos. Un primer indicio podría dárnoslo el que ambas organizaciones escogieran precisamente el 11 de julio para que RTVE y demás medios de comunicación social se hicieran eco del resultado de la negociación.

El efecto de imagen es presentar a una central, UGT, buscando por la vía de la negociación beneficios para los trabajadores y para una sociedad atravesada por graves problemas socioeconómicos y políticos, en tanto que la otra, CCOO, estaba enfrascada en una lucha temeraria y desestabilizadora, de resultados inciertos y, en todo caso, perjudiciales para la economía y la democracia.

Se trataría, en suma, de alimentar una visión del campo sindical, dividido entre los «buenos» y los «malos».

Antes de continuar conviene decir que, en este concierto maniqueísta, las motivaciones profundas de UGT poco tienen que ver con las de la CEOE. Incluso puede deducirse que el director de orquesta, sin duda más cercano a esta última organización, ejerce su tarea desde lejos. También conviene advertir a los que se frotan las manos de satisfacción ante esta situación, que tanto por razones estratégicas como tácticas, CCOO no va a desatar ninguna clase de campaña anti UGT, sino, por el contrario, arreciará en sus intentos de recomponer y consolidar aún más la unidad de acción con esta central, qmpezando por advertir a los afiliados de CCOO y al conjunto de los trabajadores que no interesa al movimiento sindical ahondar en las diferencias existentes y que el colofón al necesario proceso de explicación y debate debe ser un llamamiento a cerrar filas frente a lo que, entre otras cosas, se está buscando: el enfrentamiento y la debilidad del sindicalismo de clase en España.

Crisis del Gobierno monocolor

Para la reflexión que pretendo esbozar son inevitables otras referencias, sin las cuales no va a resultar fácil atisbar las claves de lo que está pasando.

Estamos ante una crisis del modelo monocolor de Gobierno. Del examen del panorama político se desprende la incapacidad del equipo en el poder para hacer frente a una situación en la que los macroproblemas -crisis económica, paro, desarrollo constitucional, terrorismo...- no pueden afrontarse viable y fiablemente desde simples mayorías aritméticas en el Parlamento.

Por otra parte, los acontecimientos durante y después del congreso del PSOE dejan claro que las tendencias apuntan a una derechización relativa de su línea política. Lo que venimos definiendo como proceso de socialdemocratización.

De estos dos hechos se desprende que están creándose las condiciones políticas para la formación de un Gobierno de centro-izquierda, que se querría imitase a los de semejante naturaleza en otros países europeos. Puede interesarle a UCD para eludir la probable crisis que, de seguir así las cosas, podría abrírsele al Gobierno en los próximos meses, e incluso al propio partido. En cuanto al PSOE, al margen de la mayor o menor sinceridad en las declaraciones de algunos de sus más cualificados portavoces, en el sentido de no querer entrar en un Gobierno de coalición con UCD, lo que está claro es que ni puede ni debe continuar mucho tiempo jugando a la oposición, en un país con serios peligros de descomposición de la democracia.

No creo que haya dudas de que el PSOE participará próximamente en el Gobierno. Lo que se está ventilando es si lo hará de acuerdo o en contra de otros partidos obreros.

Aun admitiendo que se perseverara en la inviable hipótesis de constituir una alternativa de poder a plazo medio, está claro que el PSOE quiere ampliar su incidencia sindical.

Para ello se considera necesario que UGT se desmarque de CCOO y abandone el radicalismo verbal que durante el período anterior ha caracterizado las deciaraciones públicas de sus portavoces. Al mismo tiempo se inicia la campaña de imagen tendente a abrir nuevos espacios entre capas de trabajadores que están sin definir sindicalmente.

Una participación en el poder, con incógnitas respecto a los contenidos del programa de Gobierno, aconseja un margen de maniobra en el campo sindical que la consolidación de la unidad de acción UGT-CCOO, podría dificultar. La ruptura de la COS -Coordinadora de Organizaciones Sindicales que formaron CCOO, UGT y USO y duró hasta la primavera del 77- es un antecedente digno de recordar, pues se realizó poco antes de aquel 15 de junio.

Ya se sabe que en la cuantificación de la representatividad y fortaleza de las centrales se suele tomar como base su afiliación y los resultados de las elecciones sindicales. Aunque la capacidad de movilización es también fundamental, no cabe duda que ésta guarda relación con los otros dos elementos. Por eso en la campaña de imagen está la perspectiva de aumentar la afiliación y los votos. Las elecciones sindicales están a la vista y sería desastroso que al fiasco de las elecciones anteriores se añadiera en las próximas otro de mayores dimensiones.

Digamos para completar estas pinceladas que en un período precongresual como el que hoy vive el PSOE, en el que va a ventilarse la orientación política e ideológica predominante en el partido, no es aconsejable para los que ya parecen predominar que se tomen posiciones duras en el campo de la lucha de clases.

Podríamos añadir otros datos que habrían pesado en la decisión de renunciar a la participación en acciones de presión de masas, como es la mayor repercusión que sobre UGT está teniendo este período difícil para el sindicalismo, traducido en su sensible pérdida afiliativa y militante. Tampoco puede descartarse el temor que el acusado favoritismo del Gobierno hacia USO acercara peligrosamente el segundo y tercer puesto en el ranking sindical.

Muchas y muy variadas son las razones que pueden haber influido en el giro de UGT, algunas de las cuales podrían estar relacionadas con la política que siguen las centrales dominantes en la CIOSL, organización sindical internacional a la que pertenece.

Desprestigiar a CCOO

El intento de desprestigio de CCOO, imprescindible para la estrategia que está en marcha, no se inicia el 11 de julio. Recordemos afirmaciones de cualificados portavoces de la patronal, en el sentido de considerar que es la responsable del paro y que parte de los daños a la economía del país lo produce la conflictividad laboral que CCOO genera y protagoniza.

Las reiteradas peticiones públicas de CCOO de tratar con el Gobiemo el tema del Estatuto de los Trabajadores, los contactos habidos a nivel de Ministerio de Trabajo sobre éste y otros temas, la machacona insistencia en demandar acuerdos globales entre las fuerzas económicas, políticas y sociales para afirmar la democracia y dar una salida racional, solidaria y nacional a la crisis; la atención especial a contactos y búsqueda de acuerdos con la pequeña y mediana empresa, del que son muestras recientes los habidos con la CEPYME y COPYME.

En suma, todos los esfuerzos para buscar soluciones negociadas a los problemas se minimizan, olvidan o silencian. En los actos internos de gran relevancia -consejos confederales, comisiones ejecutivas, ruedas de prensa- hace tiempo que no aparece Televisión Española.

Esto que acabo de decir no persigue ningún tipo de justificación. Para CCOO, como para toda central de clase, es un axioma que presión y negociación guardan tan íntima relación que no es posible concebir la acción sindical sin combinarlas constantemente. Es la piedra angular del sindicalismo. Lo que pretendo poner en evidencia es que la operación política que presenciamos exige presentar a CCOO como una central que prefiere el conflicto al acuerdo y que no tiene inconveniente en arruinar empresas y poner en cuestión la convivencia democrática y hasta la estabilidad del país con tal de servir fines «no confesados».

Porque, no nos engañemos, el PCE es otro de los blancos hacia los que se dirigen los tiros.

La política de la CEOE no puede disociarse de la de UCD

En el terreno sindical, UCD sabe que la única política que le cabe es procurar reequilibrar las fuerzas de las dos primeras centrales, potenciar una tercera a la que se trataría de dar el papel de cuña ante las otras dos y, en todo caso, impedir el desarrollo del sindicalismo de clase, conjuntamente considerado. La discriminación de amplios sectores en el ejercicio de los derechos sindicales -trabajadores de la Administración, entre otros-, el escamoteo del patrimonio sindical y el mantenimiento de un marco jurídico-laboral que desvía efectivos materiales y humanos de las centrales de clase hacia necesidades de infraestructura, y la permanencia de un método de solución de problemas por la: víajurídica, en lugar de la netamente sindical -lo que a su vez desdibuja el papel del sindicato como tal- son una pequeña parte de esa política gubernamental frente a los sindicatos de clase. La otra parte es el incumplimiento de lo socialmente progresivo de los acuerdos de la Moncloa, el Estatuto de los Trabajadores inaceptable, los decretos de limitación salarial, la burla que pretende hacer en la revisión semestral de los salarios, que equivale a no elevarlos, etcétera.

El objetivo es, en suma, disminuir el potencial de CCOO, central que no escapa a las dificultades que el sindicalismo tiene hoy en España, pero que, sin duda, es la que apenas se ha resentido en este periodo y que incluso está hoy en fase de expansión.

Hasta aquí, con el esquematismo inevitable en un comentario de esta extensión, los perfiles de la nueva situación en el panorama sindical.

Si hubiéramos de intentar un resumen habríamos de decir que por parte de UCD se buscaría remodelar el,espectro sindical en detrimento del conjunto del movimiento obrero y en la perspectiva de dar una salida a la crisis lo más acorde con los intereses de la derecha institucional, económica y política.

Es ingenuo el hacer llamamientos moralistas a los implicados en esta estrategia. Es también innecesario alertar de que en ella está también implícito el deseo de romper la unidad de la izquierda en el campo municipal y que, en resumen, lo que está en juego es el mayor o menor protagonismo de la clase obrera en lo constituyente del próximo futuro y en las alternativas concretas a los problemas socioeconómicos.

Lo que nos corresponde es no caer en crispaciones que sirvan de base para enfrentamientos entre centrales y entre trabajadores. Más que en rangún otro momento debe prevalecer el sentido unitario, lo que no excluye la imprescindible clarificación.

Sin abandonar en absoluto cualquier iniciativa que aborte tales propósitos, sin minimizar la importancia de los contactos a diversos niveles, me parece fundamental que en esa clarificación se marque el esfuerzo hacia las masas.

El gran reto que es necesario afrontar pasa por la máxima información a los trabajadores, por el contraste de todas estas cuestiones en la base del sindicalismo.

Generalizar a todos los centros de trabajo el debate sindical. No confundir información con agitación, esto es, huir de toda demagogia y sectarismo. Explicar lo que objetivamente une, sin ocultar, pero respetando, lo que por razones ideológicas o políticas separa, es la respuesta constructiva que procede.

La asamblea de trabajadores debe ser el instrumento que, empleado a fondo y organizado para que cumpla su cometido de democracia obrera y sindical, tiene la oportunidad de demostrar, su virtualidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_