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La crisis de la energía provocará transformaciones en las formas de vida de los países industrializados

La primera manifestación de la crisis energética, el incremento de los precios del petróleo en 1973 provocó la inmediata alerta de la mayor parte de los países occidentales. Había concluido una etapa en la que el modelo de desarrollo se fundamentaba en el principio de que la energía era abundante además barata. Las primeras actuaciones se encaminaron a reducir por diversos medios la factura del petróleo, bien a partir de una reducción de determinados consumos, o mediante la mayor utilización de otros medios alternativos de suministro de energía. El problema era -entonces- absorber adecuadamente el incremento en los costes de las materias primas, evitando en lo posible que la espiral inflacionaria adquiriera ritmos difícilmente soportables para el sistema occidental.Seis años después, la situación se muestra todavía más complicada y los esfuerzos de los Gobiernos occidentales se dirigen en otros sentidos. La crisis de Irán ha supuesto poner en evidencia la fragilidad del esquema de abastecimiento de los países occidentales y muy especialmente de los europeos, dependientes casi al ciento por ciento de los envíos de la zona del Golfo Pérsico y los países de la OPEP. El petróleo ya no sólo es caro, sino que, además, es escaso y tenderá a serlo todavía más en los próximos años. Los astronómicos precios que han llegado a pagarse en el mercado spot (entrega inmediata) de Rotterdam no son sino la lógica consecuencia del pánico y la psicosis de desabastecimiento, creados en el mundo tras la crisis iraní. Y perfectamente instrumentados por los productores y las grandes multinacionales, cuyo oscuro maridaje nadie acierta todavía a comprender en todo este proceso.

Con los primeros signos de la crisis energética, allá por 1973, los responsables de los respectivos Gobiernos occidentales decretaron la adopción de espectaculares programas de restricción del consumo, especialmente dirigidos a los componentes domésticos (automóviles y calefacciones), como medio de reducir las importaciones petrolíferas. La efectividad de estos sistemas fue prácticamente nula a efectos globales; no en vano, los consumos domésticos de derivados petrolíferos apenas representan -en el caso más notable- el 25% del total del petróleo importado en los países industrializados. Paralelamente, se inició la búsqueda de energías alternativas que, a modo de piedra filosofal, permitieran sustituir el petróleo como fuente energética esencial.

El carbón, una alternativa

En pleno resurgir de la segunda crisis energética del final del siglo -y es de prever una todavía más grave para el decenio de los ochenta-, los países industrializados intentan, por primera vez, coordinar sus políticas energéticas en base a criterios realistas. Ya no se buscan energías milagrosas, ni se obvian las dificultades que presenta la aplicación de los programas nucleares, ni se magnifican las posibilidades de las energías de origen solar, eólico o térmico. Se vuelve, eso sí, al carbón, por el simple motivo de que Europa lo posee y que su extracción vuelve a ser rentable, con un barril de petróleo por encima de los veinte dólares y unas perspectivas muy poco alentadoras de suministro en el futuro.

Los países industrializados, reunidos mayoritariamente en torno a la mesa de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), consideraban hace pocas semanas las distintas posibilidades de actuación ante la crisis y llegaban a la conclusión de que los esfuerzos debían encaminarse a una reducción racional del consumo -es decir, manteniendo tasas razonables de crecimiento- y que era necesario proseguir en el empleo de fuentes energéticas alternativas. En este punto, sólo el carbón fue analizado en profundidad. Para el resto, los países de la AIE no pudieron sino reconocer el insuficiente grado de desarrollo tecnológico de algunas de ellas, adoptando el acuerdo de cooperar estrechamente a nivel supranacional en su investigación y perfeccionamiento. Mención especial en este tema merece la energía nuclear, sobre la que los integrantes de la Agencia reconocieron siguen gravitando importantes incógnitas, entre las que sobresalen el reprocesamiento y almacenamiento final de los residuos nucleares y los aspectos técnicos todavía sin solucionar en determinados tipos de reactores, sobre todo en lo que se refiere a la refrigeración.

En la línea apuntada, los países de la AIE decidieron designar el próximo mes de octubre como el mes internacional de conservación de la energía. El proyecto supone, de hecho, un cambio en el planteamiento filosófico de la lucha contra la crisis energética.

Los países industrializados comienzan a entrever que los problemas energéticos no pueden sino determinar un cambio sustancial en el modelo de vida y desarrollo, cara a los últimos veinte años del siglo XX. Más que un problema eminentemente económico, solventable estrictamente en ese área, la crisis petrolera ha pasado a ser un gravamen que afecta a todos los estratos de la población e incluso al modelo social mismo. De repente, los Gobiernos se han dado cuenta de la necesidad de reeducar al cuerpo social, imbuyéndole la idea de que ya no es posible mantener un determinado nivel de confort, simplemente porque la energía no es ya ni barata ni mucho menos abundante. Y la tarea no va a ser fácil porque, precisamente, los países con mayor grado de desarrollo arrastran la costumbre de derrochar energía sin distinción de clase o status socioeconómico.

Existen, como en todo, excepciones, y algunos países albergan ya una determinada conciencia de la gravedad de la situación y pugnan desde hace cuatro o cinco años por reconvertir sus hábitos de consumo energético, habiendo incluso planteado la búsqueda de métodos para economizar petróleo como un objetivo nacional de primer orden. Uno de estos países es Dinamarca, encargado de la presidencia de la AIE en estos momentos y en cierto modo responsable directo de la celebración del mes, internacional, en el próximo octubre.

El ejemplo de Dinamarca

Pudiera decirse que la nueva filosofía en la política a seguir a propósito de la crisis energética tuvo en Dinamarca un cierto avance. Desde 1974, este país ha venido centrando su atención en las diversas posibilidades de aprovechamiento integral de los recursos energéticos, búsqueda de alternativas y reducción de consumos. Y, o que es más importante, existe ya en los daneses una relativa conciencia de la magnitud de la crisis, de los condicionantes de todo tipo que conlleva afrontarla con un cierto grado de realismo.

No es menos cierto que Dinamarca posee una serie de condiciones estructurales que hacen viable la adopción de unas determinadas medidas, precisamente en aquellos campos en los que muchos países industrializados tienen todavía casi todo por hacer. De alguna manera, el estilo de vida de los daneses dista considerablemente del que impera en el resto de los países de la Comunidad Económica Europea (CEE) y no digamos de uno como España. Acaso la más importante de estas condiciones sea la peculiar concepción urbanística del país, favorecida en cierto modo por su escasa densidad de población (una de las más bajas de toda la OCDE), pero cuya base esencial es la escrupulosa ordenación del territorio, a partir de una rígida estatalización del suelo.

Lo primero que sorprende en Dinamarca es la práctica inexistencia de lo que aquí denominamos edificios. Salvo algunas zonas de Copenhague -la capital- la casi totalidad de las ciudades danesas presentan el aspecto de cualquier colonia residencial, excluyendo la ostentación a que por estas tierras están tan aficionados los promotores y propietarios de chalets. Cada familia danesa tiene la posibilidad de arrendar al Estado la utilización de una determinada superficie de terreno, en la que construir su casa. El status socioeconómico de cada uno determinará, como es lógico, el tipo de construcción y demás elementos de la vivienda, de tal modo que vivir en condiciones de no hacinamiento ha dejado de constituir un sueño para los habitantes de aquel país desde hace varias décadas. A partir de esta esencial característica, todo el diseño urbanístico posee una funcionalidad y una racionalidad específicas que sirva de base para un conjunto de actuaciones en materia energética, impensables en otro contexto.

Desde hace poco más de un año la Administración danesa ha endurecido las normas que rigen la construcción de edificios, viviendas e incluso industrias, exigiendoles una serie de dotaciones mínimas para facultar el ahorro energético y primando por vía tributaria las aportaciones voluntarias encaminadas a ese fin. Así, por ejemplo, existen actualmente varios proyectos-piloto en los que, con el apoyo del Gobierno, están experimentándose nuevos sistemas de aislamiento térmico para un mayor aprovechamiento de la energía consumida, así como otros para complementar las fuentes tradicionales mediante sistemas basados en la utilización de recursos naturales como el sol, el viento o las aguas subterráneas.

Papel primordial a la investigación

Uno de los centros dedicados prioritariamente a la investigación en materia energética en Dinamarca es la Escuela Politécnica, en Copenhague, en la que se desarrollan actualmente más de sesenta proyectos diferentes sobre aprovechamiento energético y utilización de energías alternativas.

Entre los proyectos sobre los que actualmente trabaja ese centro investigador sobresale quizá el consistente en el aprovechamiento de la energía generada por los frenos de los autobuses de transporte público para la alimentación energética del propio vehículo. Este sistema, ya experimentado en unidades similares a las que prestan el servicio urbano de Copenhague, pudiera representar un ahorro de hasta el 40 % en el consumo de carburantes derivados del petróleo en los transportes públicos de la capital danesa. Una variante de este mismo sistema está siendo igualmente experimentada en automóviles de serie, con vistas a su posible implantación, aunque este proyecto se encuentra en fase menos avanzada, Este sistema de aprovechamiento energético tiene además -según los responsables del proyecto- la ventaja adicional de reducir los niveles de contaminación, tema en el que los daneses están especialmente sensibilizados.

Energía solar

El proyecto investigador en el que más cuidado está poniendo la Escuela Politécnica es, sin embargo, un amplio programa de aprovechamiento de la energía solar. El Gobierno se propone destinar a este programa más del 35 % de las inversiones programadas en materia energética en los próximos siete años (unos 40.000 millones de coronas, equivalentes a 480.000 millones de pesetas).

La preocupación por investigar en el aprovechamiento de la energía de origen solar es especialmente curiosa en Dinamarca, si tenemos en cuenta que el tiempo medio de insolación durante los últimos cinco años ha sido de 1.600 horas anuales (poco más de cuatro horas diarias) y que la temperatura media a lo largo del año apenas rebasa los ocho grados centígrados. Ello contrasta, sin duda, con el escaso interés de otros países por esta energía cuando -como es el caso de España- las posibilidades son mucho mayores.

Las experiencias ya desarrolladas en materia de aprovechamiento de energía solar están básicamente centradas en su utilización para consumos domésticos. En concreto, existen varias viviendas-piloto en las que se ha logrado un abastecimiento total por vía solar para calentamiento de agua.

La crisis de la energía provocará transformaciones en las formas de vida de los países industrializados

Obviamente, el problema esencial que persiste y sobre el que se centran la mayor parte de los esfuerzos es el del almacenamiento de energía, con vistas a suplir los días de baja o nula insolación, especialmente en los períodos invernales.El desarrollo de programas de investigación en materia solar se justifica, sin embargo, en base a la estructura de consumo de petróleo del país, cuyo componente más importante (36 %) es precisamente el consumo destinado a usos domésticos, correspondiendo el 26 % al proceso de producción de electricidad, otro 20 % a la industria y el restante 18 % al transporte. Durante el pasado año, el total de petróleo consumido fue de veinte millones de toneladas y las previsiones para el año 1985 lo sitúan en torno a los veintiocho millones, de los que se prevé importar sólo diez millones de toneladas, obteniendo las restantes de la producción nacional del mar del Norte (tres millones) y sustituyendo en toneladas equivalentes por gas natural nacional (cuatro millones), carbón (cinco millones), nuclear (cinco millones) y el resto (un millón) a partir de los restantes medios, incluido el reaprovechamiento de la energía consumida.

Pero los programas de investigación para el aprovechamiento individual de energía solar van más allá. Paralelamente, la propia Escuela Politécnica está estudiando, en colaboración con otros centros, el óptimo de temperatura ambiente (calefacción) en que el cuerpo humano debe desenvolverse a efectos de propiciar un funcionamiento metabólico más perfecto. Así, las limitaciones de temperatura que el Gobierno se decida a implantar en su día para las calefacciones vendrán fijadas por un estudio científico que considere las circunstancias en presencia, más allá del simple axioma de que a más calor se produce un mayor grado de confort.

Otro de los proyectos basados en el aprovechamiento de los recursos meteorológicos que actualmente financia el Gobierno danés es el que se refiere al diseño y utilización de los ancestrales molinos de viento, provistos hoy de un diseño más sofisticado y construidos con materiales más actuales que los legendarios monstruos manchegos u holandeses. La aplicación básica de los molinos de viento sobre la que se trabaja es también la utilización unifamiliar para la producción de energía eléctrica. El centro experimental más importante de este tipo está situado en Riso, junto a la planta nuclear experimental construida a orillas del mar. Otro proyecto paralelo se está desarrollando en Nibe, al norte del país, con ingenios provistos de aspas de 45 metros, para aprovechamiento de comunidades. El proyecto contempla la posibilidad de que una instalación de 2.000 molinos de este diseño, a lo largo de todo el país, posibilite la obtención de energía eléctrica equivalente al 10% aproximado del actual consumo nacional de electricidad.

Un último ensayo en materia de energías alternativas se desarrolla en la ciudad de Aars, a partir del aprovechamiento de corrientes de agua caliente situadas a diversa profundidad bajo el suelo. Aunque las experiencias se encuentran en una fase prácticamente inicial, las perspectivas -según los técnicos gubernamentales responsables del proyecto- son ampliamente favorables. Las estimaciones técnicas consideran viable el abastecimiento de calefacción de origen geotérmico para al menos dos tercios de las viviendas actuales de la ciudad. En otras zonas del país se están desarrollando en estos momentos diversos intentos de captar corrientes térmicas subterráneas para su aprovechamiento calorífico.

La búsqueda de nuevas fuentes de energía, así como las investigaciones para lograr un aprovechamiento integral de los recursos energéticos no corren exclusivamente a expensas del Gobierno central. Los entes locales y zonales se encuentran igualmente empeñados en la búsqueda de fórmulas de racionalización. Cómo ejemplo, cabe destacar los esfuerzos desarrollados por la comunidad de Herning, en la península de Jutlandia, donde se está gestando un ambicioso proyecto de calefacción a distancia, por la vía de una utilización colectiva de centros productores concebidos al máximo nivel de racionalidad.

Aprovechamiento de residuos

Otro de los proyectos en los que Dinamarca ha alcanzado un apreciable nivel de desarrollo tecnológico ha sido el de utilización de los residuos (basuras) de las grandes concentraciones urbanas. Existen en Dinamarca numerosas plantas de este tipo, en las que se ha logrado optimizar el aprovechamiento y, al mismo tiempo, se han eliminado los importantes riesgos de contaminación que este tipo de instalaciones conlleva.

Pero lo más importante que, a nivel energético, se percibe en Dinamarca es la conciencia social del problema. Al contrario que en otros países, los consumos petrolíferos de los daneses se mantienen dentro de unos niveles de racionalidad muy considerable. Coadyuva a ello -sin duda- el diseño urbanístico ya comentado y también el modelo industrial, muy concentrado en los ámbitos de la transformación manufacturera, en la agricultura y sobre todo en los servicios.

La bicicleta, transporte barato y sano

Pese a todo, Dinamarca mantiene un especial culto por la bicicleta, lo que, aun a riesgo de parecer trivial o anecdótico, revela un cierto tipo de idiosincrasia social que convierte a los daneses en potenciales sujetos -cómodos y pacientes- de una auténtica política frente a la crisis. La bicicleta es, además de una especie de símbolo nacional, un instrumento cotidiano para los daneses y algo omnipresente en toda la orografía del país, especialmente en las ciudades. Copenhague, por ejemplo, mantiene un diseño peculiar en sus calles y avenidas, con arcenes especiales para bicicletas, situados entre calzada y aceras, a ambos márgenes de las calles y avenidas. Incluso algunas instalaciones semafóricas están provistas de señales luminosas específicas para estos vehículos. También es habitual t que casi todas las manzanas de la urbe posean una especie de trípodes metálicos en los que aparcar convenientemente. Pero lo más importante es, sin duda, que sea posible circular en bicicleta por las calles danesas sin peligro de la integridad física. Algunos ejemplos muy próximos nos vienen demostrando que circular en bicicleta por las ciudades de otros países resulta algo así como un amago de suicidio.

No deja de resultar sintomático que en uno de los países con mayor renta per capita del mundo, sus habitantes sigan utilizando un medio de transporte tan primitivo, pero, a fin de cuentas, tan adecuado para la crisis energética que nos afecta y las que sin duda de ningún género se avecinan. Si, como se asegura, la escasez y carestía del petróleo determinan un cambio en el estilo y el concepto de calidad de vida de la sociedad occidental, algunas comunidades están mucho más preparadas que otras para ello.

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