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Reportaje:

La paz, en manos del "ayatollah" Jagani

En una pequeña mezquita desnuda de muebles se toman las decisiones de las que depende la calma del Juzestán, una región que abastece de petróleo a buena parte del mundo. Allí, el ayatollah Jagani (de tendencia «liberal») ha servido de árbitro a una situación que sin su presencia se convertiría en explosiva. Ahora, si el Gobierno de Teherán no acepta sus propuestas, Jagani amenaza con retirarse. Félix Bayón ha ido hasta Jorramshá (región del Juzestán) para hablar con él.

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En una pequeña mezquita de una sola planta vive el hombre que controla el Juzestán, una región que, por su petróleo y por su posición geográfica, resulta un punto clave en el Próximo Oriente. El ayatollah jeque Mohamad Tajer Al-Shobier Jagani recibe en una pequeña habitación sin muebles, cuyo único lujo es una vieja alfombra, una pila de libros religiosos escritos en árabe y un teléfono que suena de cuando en cuando.El ayatollah Jagani tiene noventa años y está casi ciego. Su voz y su gesto son, en cambio, pausados y firmes. «Todos aceptan mi autoridad: árabes, persas, kurdos, bajtiaris, lords y también las minorías cristianas. Todos los que viven en esta zona me obedecen: nuestra revolución islámica no hace distinciones entre ellos», afirma seguro Jagani.

Hasta el momento, la autoridad de Jagani ha permitido establecer un arbitraje respetado por todas las comunidades que habitan la patria del petróleo. «Hemos mandado una delegación a Teherán para exponer nuestras reivindicaciones, que son similares a las demás minorías de Irán (kurdos, turcos ... ). La delegación se entrevistó con el primer ministro, Bazargan, y con el viceprimer ministro y portavoz del Gobierno, Amir-Entezam. Nuestra impresión es que el Gobierno no ha hecho mucho caso de nuestras peticiones.»

¿Qué quieren los juzestanos? «Queremos», dice Jagani, «tener los mismos derechos que los iraníes. Acceder a los cargos de la Administración en igualdad de oportunidad con ellos y que la educación se haga en árabe y no en persa. De aquí sale el petróleo y es justo que los beneficios repercutan en la región.» ¿Se consideran acaso ciudadanos de segunda clase? «No -replica rápido el ayatollah-, nos consideramos ciudadanos de cuarta clase. »

La postura del ayatollah Jagani, en el contexto de la revolución iraní, podría calificarse de «liberal». Desde un principio, intentó frenar los abusos de los comités y puso especial atención en proteger las vidas de los extranjeros.

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Religión de paz

Según se dice, la disolución de los primeros comités se debió a que se encontraban en manos de los iraníes y no de los árabes, que siempre han habitado en la región. Para Jagani, la religión musulmana es una religión de paz. Consecuente con sus ideas, Jagani ha arbitrado los conflictos cotidianos de una comunidad variopinta, que sin su colaboración se convertiría en un polvorín.

«Hasta el momento -afirma-, el Gobierno sabe que tengo la situación en mis manos. Por ahora, nos limitamos a ir de cuando en cuando a Teherán y negociar. Pero esto tiene un límite. Si no aceptan nuestras reivindicaciones y no se encuentra una solución, me retiraré y la situación quedará sin ningún control... He recibido telegramas de los ayatollahs Jomeini, Taleghani y Chariat-Madari pidiendo que continúe... Pero si las cosas no se arreglan me marcharé, para que todo el mundo sepa que no estoy de acuerdo con lo que está sucediendo aquí.»

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