Heroicidad de un ecologista
Hace unos días, realizamos dos excursiones maravillosas por los pintorescos pueblos y tierras de la Alcarria y de la provincia de Avila. En comparación con otros tiempos, observamos la ausencia de pájaros, en forma notoria en los campos de la Alcarria. Los árboles no ofrecían el espectáculo de los viejos nidos, engarzados en sus ramas y en los zarzales, puestos al descubierto al faltarles el ropaje de la primavera.Los amigos que me acompañaban comentaron con ironía y tristeza que los pájaros se encontraban en la plaza del Progreso, hoy Tirso de Molina, y en las tascas que rodean la puerta del Sol. A nuestro regreso a Madrid visitamos esos rincones. En efecto, allí, en los escaparates de las tabernas, en repulsivas bandejas, se mostraban cientos de pajaritos fritos, en plena estación de primavera.
Esa estampa, verdaderamente deprimente, es difícil que pueda ofrecerse en ninguna parte del mundo. ¿No existe una legislación que se aplique con severidad a los cobardes atrapadores con red de estas víctimas del salvajismo? ¿No existe una ley que sancione a los establecimientos que realizan esta clase de comercio?
En días anteriores, la prensa nacional público la dramática noticia de que un ecologista francés se había ahogado en el río Tajo, por tratar de salvar un pájaro, mientras en algunas tascas madrileñas los clientes saboreaban pájaros fritos.
Hace unos años la prensa mundial publicaba la noticia de que en Londres una pareja de gorriones había construido su nido en un semáforo, inutilizando su funcionamiento. Ante esta circunstancia, el Ayuntamiento acordó situar en aquel cruce a un agente de la circulación, en tanto no diesen por terminada su misión reproductora de la especie quienes habían tomado por hogar aquel semáforo.
El DDT y otros insecticidas, prohibidos en muchos países, están exterminando a muchas especies. En Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que han desaparecido 150 especies. En España se une a esos productos de la «civilización» la acción de los abastecedores de pájaros a los taberneros.
Dedicamos estas líneas en modesto homenaje al ecólogo francés Maurice Jonson Alain, ahogado en el Tajo, y a los amigos de la naturaleza, de su belleza y de su armonía.