UCD y PSOE dominan la mesa Interna del Congreso de los Diputados
La actividad parlamentaria de la nueva legislatura se abrió ayer, con una jornada del Congreso de los Diputados en la que, una vez superado el susto de la mitad gubernamental del hemiciclo ante la posible presencia al frente de la Mesa de edad de Telesforo Monzón -que no se produjo-, el único resultado práctico fue la elección de la Mesa interina de la Cámara. La elección como presidente, por mayoría absoluta, gracias a los votos de Coalición Democrática (CD), de Landelino Lavilla, no ofreció sorpresas, como tampoco el reparto de los nueve cargos de la Mesa entre cuatro diputados de UCD, tres del PSOE, uno de CD y otro comunista.
La elección de Landelino Lavilla, quien ayer cesó como ministro de Justicia, cartera de la que se ocupa ahora el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, y la publicación del cese en el Boletín,Oficial del Estado, hizo que el señor Lavilla no se sentara en ningún momentoen el banco azul. En total, el señor Lavilla obtuvo 177 votos. Para esta elección quedaron en segundo lugar Luis Gómez Llorente, con 119 votos (PSOE) e Ignacio Gallego, con veintitrés (los de otros tantos diputados comunistas). Se proidujeron dieciséis votos en blanco, procedentes de los cinco diputados del Partido Socialista Andaluz (PSA), varios de Convergencia i Unió (CiU) y del PNV, y el diputado de Unión Nacional, Blas Piñar.El escrutinio de esta elección hizo coincidir en la obtención de un único voto a diputados tan dispares como los ucedistas Adolfo Suárez y Fernando Abril, con los de Herri .Batasuna, Telesforo Monzón y Francisco Letamendía, así como con el senador del mismo grupo, Miguel Castells (este voto debió declararse nulo). Precisamente a la temida posible presencia de Telesforo Monzón atribuyeron algunos diputados el retraso de Adolfo Suárez en incorporarse al banco azul.
En la.elección de las cuatro vicepresidencias, UCD logró la primera, con 138 votos; el socialista Luis Gómez Llorente, la segunda, con 108; María Victoria Fernández-España (CD), la tercera, con 34, e Ignacio Gallego (PCE), la cuarta, con 31. Llibert Cuatrecasas (CiU) sólo obtuvo diecisiete votos. Los votos de UCD se distribuyeron entre su propio candidato y el de CD y, asimismo, el PSOE apoyó con parte de los suyos al candidato comunista, que no logró superar los obtenidos por la señora Fernández-España por una diferencia de sólo cuatro votos. Los diputados comunistas comentaron que los cinco votos del PSA habrían sido suficientes. Alejandro Rojas Marcos informó a EL PAIS que en las tres votaciones habían votado en blanco, como consecuencia de que los cuatro partidos de estructura central no les habían tenido en cuenta.
La elección de los cuatro secretarios tuvo color bipartidista, lo que produjo veinte votos en blanco de las minorías marginadas y fue el origen, quizá, de sendos votos solitarios para Alfonso Guerra, Fernando Abril y Felipe González. Los secretarios elegidos fueron, por este orden, Víctor Carrascal (UCD), con 114 votos; María Rojo (PSOE), con 97; Soledad Becerril (UCD), con 57, y Leopoldo Torres (PSOE), con 42.
La jornada parlamentaria, en sesiones de mañana y tarde, no revistió especial interés, excepto por la presencia en el hemiciclo de algunos nuevos diputados y varias incidencias durante las tres largas votaciones nominales y secretas y sus correspondientes escrutinios. El diputado de UCD Modesto Fraile -primero en presentar la credencial- presidió la breve junta preparatoria, hasta que ocuparon la mesa de edad el diputado presente de mayor edad, el socialista Máximo Rodríguez, como presidente; los vicepresidentes Jesús Esperabé (UCD) y Jesús Pérez Espejo, y ocuparon sendos puestos de secretarios los diputados de menor edad, ambos de UCD, Jesús Pérez y Ramón Alvarez de Miranda (este último hijo del anterior presidente del Congreso, quien le miraba complacido desde su escaño).
La entrada de Blas Piñar en el hemiciclo polarizó el instante de mayor expectación de la sesión. Saludó a un ujier, atravesó sonriente el hemiciclo entre el disparo de las cámaras fotográficas, se cuadró ceremonioso ante la presidencia e inclinó la cabeza a la manera que solían hacerlo los procuradores de las fenecidas Cortes franquistas, y seguidamente se dirigió a los escáños de la Oposición, pasando junto a los líderes de la izquierda. Se sentó finalmente junto a dos socialistas de Badajoz.
A falta de la presencia en la mesa de edad del señor Monzón, periodísticamente deseada ante una sesión tan anodina, el socialista Máximo Rodríguez suscitó la simpatía general, incluso cuando cometió diversos errores de dicción -como el de llamar al conde de Motrico don Areilza; al señor Lavilla, Ladelino, y en una ocasión, a Ignacio Gallego, Egsnacio-, de los que se disculpó después con los interesados. El presidente de edad, en un breve parlamento que sólo suscitó aplausos desde la izquierda, evocó al presidente de las Cortes constituyentes de 1931, Julián Besteiro, cuya «justeza y honradez» contempló desde la tribuna pública. «Hoy un obrero manual del mismo partido -dijo- ocupa, aunque efinieramente, este sillón. Espero que en próximas legislaturas se siente otro socialista, para que a España verdaderamente Hegue una era de justicia y libertad. »
Durante las votaciones, los diputados iban siendo llamados por el orden en que resultaron elegidos -de acuerdo con el número de votos obtenidos- en cada circunscripción. Esto produjo colas ante la urna, en la que, al votar los diputados por Madrid, Felipe González precedió a Adolfo Suárez -al presidente del Gobierno no pareció gustarle esta prioridad del líder socialista-; al hacerlo los sevillanos, Alfonso Guerra antecedió al ministro Manuel Clavero, y José Luis Albiñana votó delante de Fernando Abril, al ser llamados los diputados por Valencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.