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Carter, Sadat y Begin arriesgan su futuro en la "cumbre" de Camp David

Sin ninguna garantía de éxito, pero con clara conciencia de los graves riesgos que les acarrearía un fracaso de las conversaciones, los líderes de Israel, Egipto y Estados Unidos iniciarán mañana, miércoles, en la residencia presidencial de Camp David, la cumbre tripartita que algunos consideran como «la última oportunidad para alcanzar la paz».

Sadat y Begin acuden a la conferencia convocada por el presidente Carter con puntos de vista bien distintos no ya sobre un plan de paz para Oriente Próximo, sino sobre el propio significado de la cumbre. Así, mientras que el presidente egipcio ha repetido que la reunión de Camp David es la última y definitiva ocasión de resolver el conflicto, el primer ministro israelí trata de quitar importancia a la cumbre y de definirla como un eslabón más en una larga cadena: de negociaciones.Por su parte, el presidente norteamericano declaró ayer, en el momento de abandonar la Casa Blanca con destino a Camp David, que las posibilidades de éxito en la cumbre tripartita son muy remotas y que no hay base para un «excesivo optimismo», aunque tampoco para una «total desesperación» Carter añadió que espera muestras de flexibilidad por ambas partes y dijo estar convencido de que tanto Begin como Sadat «anhelan verdaderamente la paz».

Riesgo para todos

Un fracaso rotundo de la reunión de Camp David se traduciría en serios problemas para los tres participantes. Begin vería aumentada su fama de intransigente y de fanático religioso que antepone la recuperación de las «provincias de Judea y Samaria» (como llama constantemente a la orilla occidental del Jordán) a la paz para su pueblo, lo que debilitaría su postura en el plano internacional. En el campo interno, la débil coalición gubernamental que preside Begin podría fragmentarse definitivamente y provocar la caída del Gobierno.

Para Anuar el Sadat, un fracaso en la conferencia de Camp David supondría una seria erosión a su posición política interna y amenazaría con desvincularle totalmente de los restantes países árabes. Por ello, la conclusión lógica de un resultado negativo de la cumbre podría ser un cambio de postura de Sadat y una posible «reconciliación» con los regímenes árabes que mantienen una actitud de dureza hacia el Estado judío.

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En cuanto al presidente Jimmy Carter, él mismo reconoció que hacía frente a «serias consecuencias» si su iniciativa de paz terminaba en un fracaso. La actitud vacilante de la Administración Carter en política exterior es uno de los principales motivos, junto a su incapacidad para combatir la inflación, de la vertiginosa caída del presidente en los sondeos de opinión pública. La cumbre de Camp David puede influir, positiva o negativamente, en el índice de aceptación popular del presidente.

Por todo ello, parece evidente que las tres partes harán lo imposible por presentar los resultados de la cumbre, sean éstos cuales fueren, como un éxito más o menos parcial o un acuerdo más o menos profundo, pero nunca como un fracaso.

La incógnita radica en saber hasta qué punto está dispuesto Washington a presionar sobre Sadat y Begin, o incluso a presentar sus propias propuestas de paz. El mínimo resultado aceptable para Carter sería la promesa de reanudar las conversaciones bilaterales, antes de que acabe en octubre el mandato de las tropas de la ONU en el Sinaí. Pero aún esto parece bastante difícil, dado lo encontrado de las posturas de Egipto e Israel desde que, hace nueve meses, se produjera el punto muerto de las negociaciones de paz.

Uno de los lugares que figura entre los mejores en cuanto a medidas de seguridad con que cuenta Estados Unidos será el escenario de la cumbre Begin-Sadat-Carter.

Camp David -así llamado por el presidente Dwight Eisenhower en honor a su nieto- ha sido escenario de entrevistas notables de presidentes norteamericanos con distinguidos altos dirigentes extranjeros.

Su entorno y atmósfera distendida contribuyen a estimular las relaciones personales en todo momento.

La finca, que tiene una extensión de 58 hectáreas está situada dentro de un bosque propiedad del Estado, enclavada en la cumbre de los montes Catoctin, de Maryland.

El acceso a Camp David le es imposible a cualquier excursionista o turista que casualmente dé con su emplazamiento.

La finca está rodeada por una cerca de acero doble con alambrada en su parte superior y centinelas armados, acompañados de perros pastor alemán que vigilan la misma.

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