_
_
_
_
_

La familia de Aldo Moro rompe con la Democracia Cristiana

Tras seis días de silencio, las Brigadas Rojas, con una llamada telefónica a la familia de Aldo Moro, amenazaron el domingo con que si la Democracia Cristiana italiana se niega a negociar en las próximas horas, el «prisionero» será «ejecutado». Después de la llamada, la familia de Aldo Moro dirigió un duro documento a la dirección de la Democracia Cristiana que equivale a una ruptura con el partido.

Entretanto, el cartero de las Brigadas Rojas llegó puntual desde la prisión de Aldo Moro, en vísperas de otra fecha importante: la Fiesta del Trabajo. Es un rito que los italianos se lo saben ya de memoria en estas seis semanas de una historia que si no fuese dramática sería grotesca. Esta vez el cartero misterioso e invisible trajo nada menos que ocho cartas autógrafas de Aldo Moro: al presidente de la República, al presidente del Consejo de Ministros, al presidente de la Cámara de Diputados (el comunista Ingrao), al presidente del Senado, al presidente del grupo de diputados de la DC, al presidente de la Comisión de Justicia, Ricardo Misasi, al cual en su última carta Moro delegaba para presidir en su nombre el Consejo Nacional; al vicesecretario de la DC, Giovanni Galloni, y a Bettino Craxi, secretario del PSI.Se habla también, «pero no se confirmó», de otras dos cartas: al Papa y a Enrico Berlinguer, secretario del PCI.

Moro, amable con Craxi

Sólo a Craxi, Moro le escribe tuteándolo y con tono amable. Le dice entre otras cosas: «Puesto que he podido comprender, a través de las noticias fragmentarias que me llegan, una fuerte sensibilidad humanitaria de tu partido en esta dolorosa situación, te suplico que continúes acentuando tu importante iniciativa.» Y añade que de nada valdrían los simples llamamientos «humanitarios», porque las horas pasan y sólo un canje de presos podría salvarle la vida.Sólo la carta de Craxi fue publicada. De las demás, existe el máximo silencio. Se sabe sólo que son muy duras y que fundamentalmente se pide en todas lo mismo: que se acepte el canje de prisioneros políticos.

La reacción política ha sido inmediata: «Lo que pide Moro es imposible.»

La Democracia Cristiana ha reunido a una delegación que a la hora de mandar esta crónica está diciendo si es oportuno reunir a la dirección del partido en estos días para analizar los últimos acontecimientos. Pero parece ser que la DC mantendrá fundamentalmente la línea ya indicada de intransigencia y el apoyo a la decisión del Gobierno Andreotti, quien declaró en televisión, que el «no» a los terroristas es irrevocable. A Benigno Zaccagnini, secretario del partido, le fue concedida ayer, para 1978, la medalla de oro de la Resistencia.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Preocupación de la justicia y de los partidos

Una cosa que empieza a preocupar gravemente a la Magistratura y las fuerzas políticas es el hecho de que las últimas cartas de Moro llegaron a los interesados, parece ser, a través de la familia Moro. Toda la opinión pública se pregunta cómo es posible que la policía no consiga interceptar a uno de estos «carteros». En un país, dice la gente, donde una carta desde Florencia a Roma tarda quince días, el único correo que funciona a la perfección es el de los terroristas. Pero el documento más grave de los publicados en este mes y medio de pesadilla es la «declaración de guerra» a la Democracia Cristiana de la familia Moro y de los amigos del líder político que ruedan alrededor de la familia, y que la prensa llama el «partido de las negociaciones». Que un grave conflicto estaba madurando entre la señora Moro y sus hijos y la secretaría de Zaccagnini, ya se advertía desde hace unos quince días. Pero ayer explotó con todo dramatismo: «Sepan los hombres de la DC -dice el documento publicado por toda la prensa- que el inmovilismo del partido ratifica la sentencia de muerte de Aldo Moro.» La familia se queja en este documento de que «casi la totalidad del mundo político italiano» haya considerado las cartas de Aldo Moro como escritas por un loco o por las Brigadas Rojas, tranquilizándose de este modo la conciencia. Acusan también un grupo de intelectuales católicos, encabezados por el ex cardenal de Turín monseñor Pellegrino, una de las figuras más prestigiosas de la Iglesia italiana. Estos viejos amigos del líder político habían declarado públicamente «que se negaban a reconocer en las cartas de Moro al amigo y estadista que ellos habían conocido y amado durante toda la vida». La familia les llama «falsos amigos».Que exista un canal de comunicación entre la familia de Moro y la «prisión del pueblo» es imposible negarlo. Incluso ayer, un diario de Génova, que desde el principio defendió la negociación, anticipó la noticia de que Aldo Moro presentaría en estos días un proyecto de ley al Parlamento para poder «exiliar» a los prisioneros políticos a cambio de su libertad. La prensa comunista se pregunta si no habrá sido un consejo que los amigos y la familia de Moro han dado al prisionero de las Brigadas, o a los mismos terroristas.

Mientras se continúa negando autenticidad a la entrevista que dos diarios italianos, Il Tempo, de Roma, e Il Giornale, de Milán, publicaron días atrás con el brigadista herido Cristóforo Piancone, en la cual declaró que estaba todo preparado para que después del secuestro de Moro explotara el caos en Italia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_