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No existe trauma antinuclear

Japón lleva a cabo una rápida nuclearización de su sistema energético. Para 1985 se prevé que el 34,4% de la producción de electricidad proceda de centrales nucleares; para 1990, este porcentaje sería del 47,2, a base de disponer de unos 90.000 megawatios instalados. Entretando, la opinión pública apenas supone un freno notable para este proceso. El peculiar modo japonés de crecimiento, que en materia energética se caracteriza por una altísima tasa de dependencia exterior y de escasos recursos propios, parece acostumbrar al ciudadano a encajar con resignación todas las exigencias de este crecimiento desesperado.

El episodio del "Mutsu"

Solamente con ocasión de la botadura, desafortunada. del navío de propulsión nuclear Mutsu, la opinión pública se ha mostrado especialmente sensible a lo nuclear. A finales de 1974, en el viaje inaugural, de este mercante, se encontró que el reactor producía escapes radiactivos. Los pescadores del litoral japonés se negaron firmemente a dejar amarrar al Mutsu en ningún puerto, y el flamante navío hubo de errar por el Pacífico durante semanas. Después, Japón ha intentado vender el barco a otros países (Brasil, por ejemplo), sin que de momento se haya encontrado destino comercial alguno.Poco más ha acaecido en cuanto a contestación nuclear en el Japón, si exceptuamos ciertas movilizaciones en los medios de comunicación con motivo del poco eficiente funcionamiento de algunos reactores de potencia. En general, puede decirse que, en cuanto a defectos técnicos, las centrales japonesas han adolecido de los mismos problemas que sus hermanas norteamericanas (defectos en el combustible, rotura de tubos en intercambiadores, etcétera).

Sin embargo, el problema de la agobiante escasez de lugares aptos para emplazamientos sí tiene repercusiones entre la población, obligada a vivir siempre en la proximidad de las plantas nucleares. De ahí que el Gobierno japonés haya considerado la posibilidad de utilizar emplazamientos «exóticos», como cuevas en zonas montañosas, lugares subterráneos, fondo del mar, etcétera. De momento, y ante las evidentes dificultades que presentan estos sitios, la política que suele acompañar las instalaciones nucleares es la de compensar de alguna forma a las poblaciones afectadas por la distancia: a base de equipamiento especial de servicios e infraestructura, instalación de otro tipo de industrias, etcétera.

Perspectivas nucleares demasiado optimistas

El drama de Japón parece estribar en las necesidades crecientes de la producción industrial, con su secuela de los incrementos energéticos. Tras la crisis, las perspectivas de crecimiento energético, han descendido notablemente; sin embargo, el Gobierno no ha encontrado otra opción que reducir a la mitad las previsiones. Aun así, en el período 1973-85, Japón consumirá energía con tasas del 6,4% anual... Por supuesto que se han decidido líneas enérgicas de actuación en materia de conservación, así como en la puesta en marcha de un notable programa de instalaciones geotérmicas (ya funcionan en Japón unos trescientos megavatios eléctricos de este origen). Incluso en este último caso, surgen dificultades a la hora de proyectar nuevas centrales geotérmicas, ya que habría que utilizar fuentes situadas en parques nacionales (zonas volcánicas, de géiseres, etcétera).En la actualidad Japón posee el segundo lugar del Mundo en potencia nuclear instalada, con 7,428 megavatios distribuidos en trece centrales. Las nuevas construcciones que irán entrando en servicio permitirán disponer en 1980 de unos 16.000 megavatios, en 1985 de unos 49.000 y en 1990 de unos 90.000. Estas previsiones son el resultado de una serie de correcciones llevadas a cabo desde 1972. Entonces se proyectaban 60.000 megavatios para 1985, lo que supondría más del 25 % de la potencia instalada total.

Los expertos consideran que todavía se siguen adelantando cifras en exceso optimistas y que difícilmente se podrían conseguir 30.000 megavatios en 1985. Estas reducciones se basan en el todavía deficiente funcionamiento de muchos de los reactores en explotación, en las incertidumbres acerca del re tratamiento del combustible irradiado, y, desde luego, en una eventual campaña generalizada antinuclear, lo que parece poco menos que inevitable sise atiende a la concienciación progresiva de la opinión pública en temas de medio ambiente y de polución industrial. Cualquier diferencia entre las cifras de previsión energética en lo nuclear y las realidades sería cubierta con el aumento de las importaciones de carbón para plantas térmicas.

Del retratamiento a la no proliferación

El problema de la reelaboración del combustible irradiado está de furiosa actualidad. En octubre de este mismo año se firmó un contrato con el centro de reelaboración francés de La Hague para un total de 1.600 toneladas, con un importe de 3.000 millones de francos. Otro contrato semejante, por un importe total de quinientos millones de libras ha quedado en suspenso tras laboriosas negociaciones con los responsables británicos de la planta de Windscale. Una vez realizada la reelaboración en la fábrica francesa, los últimos desechos radiactivos, terriblemente peligrosos, serán devueltos a Japón para su definitivo almacenamiento.Japón, mientras tanto, ha conseguido encargar a Francia la construcción de una planta de reelaboración en suelo nacional con capacidad para setecientos kilos diarios. Esta fábrica solamente ha llegado a estar en condiciones j)olíticas de funcionar cuando Estados Unidos (que por ser el suministrador de uranio enriquecido tiene potestad y control sobre el combustible una vez irradiado) ha aceptado y dado su visto bueno, tras arduas negociaciones y una vez que el veto de la Administración Carter ha conseguido superarse.

La última razón de este visto bueno hay que buscarla en la ratificación que el Parlamento japonés hizo del tratado de no proliferación de armas nucleares, que solamente había sido firmado por el Gobierno, Japón ha renunciado formal y definitivamente a construir armas nucleares, sometiendo también todas sus instalaciones nucleares al control y vigilancia del Organismo Internacional de la Energía Atómica.

Hace pocos meses, Japón se adhirió al reducido club de países con reactores de neutrones rápidos, poniendo en marcha el prototipo «Yoyo», de cincuenta megavatios térmicos. Los planes oficiales cuentan con construir otro modelo, de potencia trescientos megavatios eléctricos, para 1984. Frente a este nuevo proyecto, se teme que la reacción de la opinión pública no se haga esperar, de parecida forma a como ha sucedido en Francia, Alemania, Gran Bretaña e incluso Estados Unidos.

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