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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Los PNN o una alternativa para la Enseñanza / 1

COMISÓN DE LA ASAMBLEA DE PNN DE DERECHO (COMPLUTENSE)

La figura del PNN no es reciente aunque la explosión actual de su problemática así parezca indicarlo.. Su origen -y el de la situación profesional que hoy públicamente denuncian- ha de buscarse, al menos en sus caracteres actuales, en la segunda mitad de los sesenta. Estos anos marcan el comienzo de lo que, con terminología equívoca, se conoce por la masificación de la Universidad. La multiplicación de las necesidades docentes que este fenómeno produjo, sorprendió -a la Universidad con un déficit absoluto de medios personales y materiales con que satisfacer mínimamente el incremento en la demanda educativa que la presencia de miles de nuevos alumnos suponía. A unas estructuras anticuadas se pretendió responder con medidas como la rápida construcción de nuevos centros docentes (con premuras de cuyos resultados es un buen exponente la Universidad Autónoma de Madrid); la multiplicación de las universidades (con discutibles criterios de localización geográfica); la entrega sistemática a manos privadas de enseñanzas estatales (de la que es buena muestra la injustificada proliferación de colegios universitarios); la creciente asignación presupuestaria al MEC (aunque siempre insuficiente y gravemente. inferior a la proporcionalmente concedida a otros departamentos); etcétera.Las carencias personales con que la Universidad se encontró fueron, con todo, las más graves y se centraron en la falta de un profesorado suficiente.

Hasta entonces las necesidades docentes se habían cubierto más o menos bien con lo único, que, dentro del ámbito universitario (pues ni la institución misma gozaba de gran prestigio), era socialmente, apreciado: los catedráticos de Universidad. Pero éstos eran escasos (aún hoy existen disciplinas que en algunas facultades no tienen «Cátedra» dotada) y caracterizados, dicho sea salvando todas las individualidades que lo merezcan, por un alto nivel de absentismo docente y el consiguiente. pluriempleo: bufetes, consultas, empresas privadas o altos cargos de la Administración han sido, con mucho, las actividades que mayor tiempo han exigido a quienes hacían de su condición de catedráticos catapulta hacia destinos de mayor relieve económico, político o social.

Contratación en masa

Así, si n probabilidad de atender las nuevas necesidades con los viejos sistemas se recurrió a una vía, distinta: la contratación en masa de nuevos profesores (los PNN) que ayudasen con esfuerzo a solventar la situación. Profesores extraordinarios (y hoy hay que interpretar el término en todos sus sentidos) se han ido sucediendo desde entonces, desarrollando su actividad en condiciones de trabajo tales que habrían merecido la persecución implacable por la Administración si las hubiesen impuesto empresas privadas: contratos temporales por meses o cuando más -y esto es un logro de 1974- de hasta dos años; desconocimiento de la antigüedad; sueldos ínfimos (sería bueno conocer pública y exactamente los salarios mensuales de todas las categorías docentes); falta de seguridad social completa; etcétera. Todo ello cuando, en el mismo tiempo, los PNN han ido adquiriendo, importancia práctica creciente al verse atribuida la mayor parte de la carga docente en la mayoría de las facultades y escuelas (el que nuestro centro, en este terreno, sea una excepción, no tiene otro valor que ese el de ser una excepción).

Mano de obra no cualificada

La situación profesional en que se mantiene al PNN se quiere justificar con distintos argumentos que encubren la misma idea: el PNN -se piensa- al no haber realizado una oposición, constituye una mano de obra no cualificada a la que, por tanto, corresponden condiciones de trabajo inestables y baratas; es más, a veces se ha llega do a afirmar -sobre la base de su condición de « «aprendices de un oficio»- la necesidad de pagar, o al menos, agradecer a la Universidad y al Estado, por permitirles disfrutar de los medios de estudio que aquella les proporciona.

La reacción que en la mayor parte de los casos provocan las reivindicaciones de los PNN en sectores del profesorado numerario (PN) es de escándalo, de ofendida indignación: ¿Cómo un profesorado que viene marcado por un vicio de origen -el nombramiento «a dedo»- tiene el atrevimiento de exigir la estabilidad en sus puestos de trabajo? ¿Cómo otorgar siquiera el carácter de profesor a quien se opone a realizar una tesis doctoral? ¿Cómo se va a permitir la perpetuación indefinida en la docencia a personas que no han demostrado, ni quieren demostrar, su competencia a través de la única prueba objetiva posible: la oposición? Este es realmente el problema: tan es así que ello explica el porqué de una jara unanimidad a la hora de apoyar un aumento en la retribución de los PNN (eso sí, salvo para los incumplidores: aunque siempre parece que este género sólo existe entre los PNN, cuando el parasitismo social alcanza cotas .respetables entre el profesorado numerario): esto afecta a cuestiones que adornan al sistema. de oposiciones; y los catedráticos -sobre todo si son jóvenes, y aún más si son jóvenes demócratas liberales- los conocen todavía mejor. Pero es imprescindible negarlos, esconderlos y hasta olvidarlos, pues revelan en forma excesivamente clara los compromisos a los que hubieron de ceder para ganarlas, hacen peligrar la supremacía por ellos ya obtenida, y hasta cuestionan su propia capacidad profesional.

El sistema es convocar plazas en función de las posibilidades que el catedrático que las controla tiene de colocar en ellas a su «peón»; con anticipación de meses se conoce el nombre de quien obtendrá tal recompensa; la fragmentación de los catedráticos en escuelas provoca la lucha por la composición de los tribunales; las oposiciones universitarias son para investigadores y no (sin desconocer la prioridad que el trabajo de investigación ha de tener en la Universidad) para profe sores de Universidad, pues en, ellas se marginan las actividades y capacidades.

De todas formas, los interrogantes a que antes se aludía, parecen impecables; pero, desgraciadamente, para muchos intereses creados, no resisten un análisis serio. El nuestro, versará sobre dos puntos fundamentales: las consecuencias que ha producido el. sistema de selección del profesorado hasta hoy imperante, y la exposición de la alternativa que los PNN proponen al respecto.

Es cierto que los PNN obtienen su primer contrato con la Universidad a través de una propuesta realizada por un catedrático: pero no es menos cierto que, sin olvidar casos de nepotismo evidente y desvergonzado que los PNN somos los primeros en denunciar, obtener esa propuesta exige la mendicidad. del candidato que ha de perseguir y persuadir al catedrático, para que le permita «entrar en su equipo». Cuando además, y en el mejor de los casos, éste, ha de utilizar todas sus influencias para conseguir una nueva dotación de ayudante, dada la política ministerial de disminución de plantillas.

Sumisión

Todo ello tiene un efecto inmediato: así se inicia la sumisión al padre-maestro-empresario. Su misión que va a perpetuarse a lo largo de toda la vida académica de ambos, y cuyo respeto y mantenimiento es el único camino hacia el triunfo en la oposición, hacia la carrera docente, hacia, en definitiva, la cátedra. Por esta vía el poder del catedrático no se limita a su omnipotencia apabullante en los órganos de gestión universitaria, sino que se concreta -¡y en que forma!- en sus relaciones con sus colaboradores; pues si la sumisión, la relación de dependencia se viola, el cese del PNN disidente (personal, científica o políticamente) está asegurado: basta con no renovar la propuesta; o, en el mejor de los casos, si las circunstancias del centro impiden esa expulsión inmediata, se cierran definitivamente las posibilidades de ganar una oposición.

Hasta hace muy poco, la oposición no era solamente el único sistema existente para ser realmente, profesor universitario, sino que además se presentaba como modelo paradigmático por su carácter público, objetivo e imparcial. Los actuales PNN conocemos los vicios que adornan al sistema. de oposiciones; y los catedráticos -sobre todo si son jóvenes, y aún más si son jóvenes demócratas liberales- los conocen todavía mejor. Pero es imprescindible negarlos, esconderlos y hasta olvidarlos, pues revelan en forma excesivamente clara los compromisos a los que hubieron de ceder para ganarlas, hacen peligrar la supremacía por ellos ya obtenida, y hasta cuestionan su propia capacidad profesional.

El sistema es conocido: se convocan plazas en función de las posibilidades que el catedrático que las controla tiene de colocar en ellas a su «peón»; con anticipación de meses se conoce el nombre de quien obtendrá tal recompensa; la fragmentación de los catedráticos en escuelas provoca la lucha por la composición de los tribunales; las oposiciones universitarias son para investigadores y no (sin desconocer la prioridad que el trabajo de investigación ha de tener en la Universidad) para profesores de Universidad, pues en, ellas se marginan las actividades y capacidades (que fundamentalmente los estudiantes pueden apreciar) de carácter docente; en fin, constituyen, frente al «modelo de objetividad» con que se las quiere. revestir, el reino de la arbitrariedad. Ni siquiera una modificación en el sistema de designación de Tribunales,. de forma que ésta se realice por sorteo, es bastante para, devolver -si alguna vez existió- la objetividad perdida: con Tribunales de siete miembros. y existiendo en muchas disciplinas, doce, catorce, quince catedráticos ¿qué sorteo es este?; con sistemas de adscripción a cátedras, y por consiguiente, a escuelas que defienden a sus integrantes ¿qué peso tiene la valía y el esfuerzo personal? El que personas de reconocido y reconocible prestigio y capacidad hayan accedido definitivamente a la docencia, no obsta a la evidencia de lo dicho: son profesores no por la oposición sino a pesar de la misma.

Autonomía universitaria

Y no es sólo esto: la oposición, necesariamente configurada como. instrumento de, actuación estatal, es un concepto antagónico al de autonomía universitaria; salvo que se entienda que esa autonomía quede reducida a las cuestiones de pequeña importancia y se establezca una división de ese tipo entre el profesorado. Permitiéndose, en consecuencia, seleccionar solamente al de baja calidad.

Aún más: una de las mayores sangrías económicas y científicas que la Universidad española padece, está constituida, justamente, por este sistema de acceso a la docencia: y ello por dos razones: por un lado, por la dilapidación de tiempo y esfuerzo que la preparación de la oposición supone, sin que ello redunde en beneficio de la formación de quien la realiza; por otro lado, porque la oposición lleva implícitas (al opositar indiscriminadamente a toda plaza que se convoque) situaciones de desarraigo. personal y, por extensión, académico que fuerzan al docente-funcionario a participar sucesivamente en una cadena de oposiciones que, junto al progreso en la escala burocrático-docente, le permitan alcanzar el lugar al que por nacimiento, conexiones familiares, formativas o de interés se siente llamado.

Por último, a través de la oposición se ha introducido en la enseñanza universitaria el sistema de castas: la necesaria proliferación de funcionarios docentes que, para responder al creciente número de alumnos, alcanzaban su cargo por oposición, conllevó una disminución notoria del prestigio, poder e influencia de los catedráticos; para no alterar la situación hegemónica y elitista que detentaban se llevó el absurdo a sus extremos mediante la creación -esta sí que artificial y ficticia- de cuerpos separados de agregados y adjuntos a los que, pese a haber realizado una oposición (y en el prirmer caso, una oposición claramente igual a la por los catedráticos «sufrida»), en alguna forma se margina.

El esquema de la oposición sería quizá válido de todas formas, si lo que se persigue fuese la reproducción indefinida del modelo de Universidad que hoy conocemos; pero se trata de todo lo contrario. El choque básico entre MEC y PN y los PNN se articula sobre criterios nuevos. De repente han aparecido en la escena universitaria unos profesores para los que no constituye objetivo de su vida «ser catedráticos»; profesores que exigen niveles de dedicación para todos los docentes; profesores que plantean nuevos métodos de trabajo; profesores que gustan de presentarse como trabajadores de la enseñanza (no como «señoritos", «mandarines», «jefes» o «maestros", pues esta es la terminología usada para designar popularmente a los catedráticos) y que aspiran a ser tratados como tales; profesores, en definitiva, que tratan de desechar el oscuro modelo de Universidad napoleónica cómodamente asimilada por la franquista y proponer bases para la creación de una Universidad de futuro.

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