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Reportaje:

Ocaso del comercio de artículos religiosos

Poco más de una docena de establecimientos compone el cada vez más estrecho abanico de los comercios madrileños dedicados a la venta de artículos religiosos. Amalgamados en torno a un puñado de calles del corazón de Madrid -Mayor, Bordadores, La Paz...- la etapa de su esplendor económico, de sus largas ristras de clientes y asiduos, fervorosos compradores e incondicionales visitantes, ha entrado definitivamente en barrena.

Si prescindimos de las librerías religiosas, cuya subsistencia suele venir dada por la venta de material de papelería común e impresos y felicitaciones, onomásticas, navideñas o infantiles, el grueso de los comercios religiosos y las poquísimas cererías que quedan ya en Madrid languidecen en medio de una etapa inevitablemente ante rior a la de su agonía. Atrás quedó la era del Congreso Eucarístico, los albores de los años cincuenta, y más atrás todavía, aquella etapa en la cual el desmantelamiento de las iglesias infló muchísimo la demanda de objetos litúrgicos y artículos religiosos. También se almacena en el pasado la era de las vocaciones, que segregaba una corriente de necesidades de este sector comercial, boyante en su día y creador de grandes fortunas. Toda aquella galaxia de fervor dirigido o es pontáneo, aparente o profundo, no tiene visos de comparecer en eta pas inmediatas, y estos comercian tes así lo señalan.

Castilla, todavía

De las áreas españolas, las castellanas y las andaluzas son las que todavía mantienen ciertos niveles de pedidos. El sector, a grandes rasgos dividido en imaginería, ornamentos y orfebrería, se caracteriza por la pluralidad de su producción y la heterogeneidad de su demanda. La imaginería se produce fundamentalmente en pasta de madera o en madera tallada, ambos tipos policromos y diferenciados sustancialmente en sus precios de costo y de venta, frecuentemente con estofados dorados; un sagrado corazón de Jesús, de pasta, puede adquirirse a unas trescientas pesetas si se trata de una imagen sencilla, y veinte, duros más, si es una imagen complicada, esto es, aquella que lleva adosada otra figura más, por ejemplo, un San Antón con un cerdito, un nazareno sobre un asno o una Virgen con el Niño. Estos baremos se refieren a figuritas que si alcanzan un tamaño de treinta centímetros ya pueden empezar a costar novecientas pesetas, en pasta de madera.Por contra, una imagen de talla, de madera y treinta centímetros de longitud, puede costar 12.000 pesetas, en base a la mano de obra utilizada. Generalmente, cuando las tallas son policromas, su ornamentación se realiza con pintura al óleo, y es elevada, dentro de la estrecha demanda global, la exigencia de tallas grandes de tamaño natural, 1,60 ó 1,70 metros.

Otra de las partidas que se ha desarrollado dentro de la imaginería es toda la gama belenística -con certeza la base de este tipo de negocio- y la ornamentación de las imágenes. Es el caso de los mantos, muy solicitados y costosos en otro tiempo, cuando su bordado a mano podía abarcar hasta un año y medio de trabajo de un equipo de bordadoras. Hoy este tipo de trabajo se realiza por encargo y a máquina. Frecuentemente se utiliza terciopelo o raso e hilo de oro. Si bien en Madrid no existen talleres de bordado, una tienda de artículos religiosos posee fábrica propia. Un manto de dimensiones normales, tres metros de largo por dos metros de cola -poseen forma de abanico, el largo es el diámetro, y la cola, el radio-, suele requerir mes y medio de trabajo, con una máquina que traza su cadeneta de hilo de oro sobre el dibujo bosquejado antes, encima de la tela.

Un establecimiento de la plaza de Vázquez de Mella exporta regularmente reproducciones de la Virgen de la Macarena sevillana. Las imágenes constan únicamente de un bastidor, sobre el que se apoyan la cara y las manos de la famosa imagen, que se presenta cubierta con el ropaje lujoso en re pujados y bordados. A la talla, así vestida, se adosa además la corona, cincelada en metal y bañada en oro o plata. El bastidor se vende a 35.000 pesetas, unas 42.000 cuesta la corona, y más de 50.000 el ropaje con el que se cubre la imagen.

Las áreas que mayor demanda reclaman de este tipo de objetos religiosos son las americanas, fundamentalmente Venezuela, Guatemala y Colombia. Asimismo dentro de Estados Unidos, Nuevo México y Arizona son los estado que en mayor medida exigen este tipo de imágenes, exportadas también a Ecuador, y en Asia, a Filipinas. Durante muchos años no fue nada desdeñable el mercado irlandés, y aunque cueste creerlo, el mercado- italiano sufrió durante varios años serios reveses por la penetración de la imaginería española en los comienzos de los años setenta.

Orfebrería

Por cuanto se refiere a la orfebrería, un cáliz -que contiene el vino y lleva patena- o un copón -que contiene las obleas y se cierra con una tapa-, pueden costar desde 3.000 pesetas hasta cifras elevadísimas, en función de las piedras o esmaltes con los que se quiera decorar. Generalmente, es te tipo de vaso sagrado es de meta bañado, que necesariamente lleva su interior impregnado en un metal noble.El precio de un sagrario, puede remontarse desde unas 12.000 pesetas hasta un precio cinco veces mayor, en base a su ornamentación o complementos; metálicos también y con el interior bañado en plata o bien oro, suscitan mayor demanda estos recipientes que las denominadas custodias, utilizadas para la exposición. Este elemento litúrgito se emplea en pocas ocasiones ya, y sus ventas se restringe paulatinamente. Una custodia barata puede venderse a 7.000 pesetas.

En cuanto a los principales ornamentos, las denominadas casullas de guitarra -tradicionales con su perfil débilmente combado a media altura del que la vestía, ya no se trabajan. Prima hoy la denominada casulla gótica, mucho más antigua y simple que las anteriores, casi siempre repujadas y bordadas con hilo de oro y dibujos profusos, ricos. Contrariamente, las casullas góticas constan de pocos aditamentos, tal vez unos panes y peces, una cruz simple de brazos iguales y poco más. Fabricadas en tergal o raso, cualidad que las hace lavables en muchos casos, registran la novedad de la supresión casi total del color negro en el ceremonial religioso católico. Los ritos de difuntos se realizan con ropaje morado,

Los estandartes, palios y otros objetos religiosos ornamentales poseen un mercado mucho menos amplio. Estos establecimientos suministran a cofradías, parroquias y particulares, fundamentalmente de zonas rurales, y en muchas ocasiones destinan sus artículos a misiones muy alejadas. Sus abastecimientos los realizan preferentemente a cultos católicos, pues la demanda de los religiosos de otras confesiones no se manifiesta como tal, al menos entre los comerciantes consultados. Además, la ornamentación de estos templos no católicos acostumbra ser más simple, y su imaginería, más reducida.

Es de destacar el retroceso de las promesas, la venta de hábitos, pues, y el hecho de que los compradores particulares, no vinculados a entidades religiosas. abandonan progresivamente la costumbre de instalar en los dormitorios los tradicionales crucifijos -según nos han dicho varios vendedores-, suelen sustituirlos por dípticos o trípticos policromos, con motivos religiosos de inspiración pictórica flamenca o italiana, cuando no optan por suprimir todo tipo de referencia religiosa. Tal vez la irrupción del poster y otras manifestaciones -en absoluto reñidas con contenidos trascendentes- constituye la puntilla de una iconografía cotidiana cuyos propios límites no únicamente estéticos y plásticos, la fueron yugulando irreversiblemente en los templos, las alcobas y, tal vez, las conciencias.

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