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Santiago Carrillo, en Madrid: "No me marcharé hasta que el Gobierno me dé un pasaporte"

«Estoy en Madrid desde el 7 de febrero pasado. He salido de España tres o cuatro veces desde entonces, por obligaciones propias de mi cargo. Pero ahora he decidido que no volveré a marcharme hasta que el Gobierno me dé un pasaporte con el que pueda hacerlo legalmente.» Quien pronunciaba ayer estas palabras era -Santiago Carrillo, secretario general del PCE, en un local situado a doscientos metros escasos de la sede de la Organización Sindical, en el corazón de Madrid. Setenta periodistas nacionales y extranjeros escuchaban sus palabras, tras un complicado sistema de citas previas y viajes por Madrid, que condujeron a los informadores hacia el lugar en cuestión. La presencia de la policía, si es que había policía, pasó inadvertida.

Los periodistas estaban movilizados desde las nueve de la mañana.

En la calle Felipe II, cercanías de la plaza de Colón, diferentes representantes de medios informativos habían recibido citas previas a diferentes horas para una rueda de prensa bastante especial. La idea de que Santiago Carrillo era el objeto de esa expectación se confirmó plenamente en las citas previas.

En pequeños grupos, los periodistas fueron trasladados al lugar elegido para el acto especial. Debió haber algún fallo en la organización de la cita previa de Colón —varias docenas de policías vigilaban dicho lugar, al parecer, en relación con la celebración del Consejo de Ministros en la cercana Castellana, 3—, y no hubo coches suficientes para trasladar a todos los periodistas. Dos de ellos tuvieron que tomar un taxi hasta un determinado lugar del sur de la ciudad, donde cambiaron de taxi para un nuevo trayecto.

Silenciosos acompañantes, un tanto nerviosos en ocasiones, dirigí las operaciones correspondientes en cada uno de los trayectos. Todos los coches dieron varias vueltas por Madrid —según se supo después— antes de llegar a su destino, y en oleadas sucesivas fueron llegando periodistas hasta llenar completamente el local, situado en una casa sin amueblar —apenas unas sillas de madera—, y cuyo suelo mostraba señales de yeso y pintura reciente.

Hacia las once y medía, aproximadamente, habían llegado la totalidad de los periodistas que asistirían a la rueda. La espera continuaba, y la curiosidad crecía. Algunos informadores habían pedido permiso para observar la llegada de Carrillo desde las ventanas —uno aventuró la posibilidad de situarse en el portal—, lo que no fue concedido por lógicas medidas de seguridad.

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A las 12.l6 de la mañana se abrió la puerta nuevamente; docenas de flashes fueron disparados inmediatamente sobre el hueco de la puerta, y en ella apareció Santiago Carrillo, quitándose la gabardina y esbozando una sonrisa, mientras daba los buenos días a los informadores.

Seguidamente agregó: «Perdonen ustedes que les haya hecho espetar, pero ya comprenden mis circunstancias.» No pudo pronunciar una palabra más en los cinco minutos siguientes, porque los informadores gráficos y cámaras de televisión disparaban sus cámaras frenéticamente. Ligeramente sonriente, Carrillo permanecía de pie, rodeado por altos cargos del PCE —Azcárate, Tamames, López Raimundo, Santiago Álvarez. Jaime Ballesteros, Pilar Bravo y otros—en medio de la muralla fotográfica. Detrás de ella, los demás periodistas alzaban sus cuellos todo lo posible para cerciorarse de que, efectivamente, estaban en presencia del secretario general del Partido Comunista.

A continuación, Carrillo dio lectura a una declaración. Comenzó refiriéndose a la abstención en el referéndum preconizada por el PCE y la mayor parte de la Oposición democrática. El motivo de la misma es que «la reforma no es la democracia, ni la soberanía del pueblo. Ya lo dice uno de los slogans con que nos abruma la televisión: Sólo se reforma lo que se quiere conservar. Tomado al pie de la letra: Se reforma el franquismo, para conservarle. A eso, los demócratas no podemos decir sí. Tampoco podemos decir no, para no confundirnos con la minoría ultra.

Por otro lado, votar en blanco es inhibirse. En consecuencia, la única actitud demostrativa de nuestra voluntad democrática es la abstención».

«Si aceptamos el trágala de la parodia referendaria, ¿quién garantiza a los españoles que las elecciones no van a ser otro trámite, otra parodia? Y así resultaríamos cornudos en el referéndum y apaleados en las elecciones.»

Tras insistir en que la libertad es indivisible, la declaración rechaza que sea el Ejército el que se oponga a la legalización del PCE.

Finalmente, la declaración indica que el PCE retira su oposición al establecimiento de relaciones democrática entre España y los países comunistas del Este de Europa, así como con México. «Al proceder esta manera, el Partido Comunista ofrece nuevamente un gajo de su voluntad de realizar una política constructiva en lo que debiera ser el comienzo de una nueva etapa de convivencia y reconciliación en la vida nacional.»

Respuestas de Carrillo

Participación del PCE en las elecciones. — Por el momento, este partido piensa presentarse sólo a las elecciones —es decir, con listas propias—, lo que no desmiente la posibilidad, si se crearan las condiciones favorables de una alianza con otros. En enero, el PCE piensa designar 15.000 interventores para las mesas electorales en toda España.

Pacto constitucional. — Si esta proposición significa que las fuerzas democráticas deben comprometerse, desde ahora, a colaborar en las Cortes hasta el logro de una nueva Constitución, esa posición coincide con la del PCE desde que se fundó la Junta Democrática.

Pacto social. — Yo no atribuyo la responsabilidad de la crisis económica a este Gobierno, sino al régimen franquista, en general, y a la coyuntura internacional en Occidente. El Gobierno tendría responsabilidad en la crisis si deja fuera de la legalidad a partidos obreros, y el nuestro es representativo de una gran parte de la clase trabajadora. Nosotros no hablamos de pacto social, es un término desprestigiado. Hace falta un acuerdo entre las fuerzas obreras y los capitalistas inteligentes para elaborar un plan económico progresivo a tres o cuatro años, que permita solucionar los problemas.

No amenaza a nadie, pero si eso no se hace, la clase obrera no jugará, y la situación de nuestro país podría ser muy, muy grave.

Actitud ante el Rey. — Nosotros no hemos aprobado la forma en que el Rey ha ocupado el Trono.

Pero el Rey está ahí, es una realidad. Si la mayoría del pueblo se pronuncia por una Monarquía Constitucional y parlamentaria, acataremos la decisión del pueblo.

Si el Rey considerara necesario un Gobierno de consenso democrático, el Partido Comunista no tendría dificultades para participar. Yo estaría dispuesto a entrevistarme con el Rey.

¿Tiene usted miedo?—Yo no soy un héroe, pero uno de los gajes de este oficio es que pueden matarle a uno, como a Grimau y tantos otros. Si no me protege el Gobierno, espero que pueda protegerme yo mismo. Existe la posibilidad de que vengan a matarme, pero es posible que alguien caiga antes.

Comisión negociadora. — El representante del Partido Comunista en la comisión negociadora de la oposición con el Gobierno soy yo. Simón Sánchez Montero es mi reemplazante. En cuanto yo pueda ir sin peligro de que se me detenga —porque como comprenderán ustedes no tengo ningún interés en ir a Carabanchel; no podría trabajar para mi partido—, es natural que el que asista sea yo.

Sobre la distinción entre negociadores e interlocutores, dijo: «Si alguien piensa que el Partido Comunista va a estar en la comisión negociadora con un convidado de piedra, se equivoca. Abandonaremos la comisión negociadora y salvaremos nuestra responsabilidad, lo cual colocaría a la Oposición en entredicho y cuestionaría la primera condición de los organismos democráticos, esto es, la igualdad de todos los partidos. Ya hemos hecho bastantes concesiones nombrando un sustituto.»

¿Antecedentes penales?—Sí, claro que los tengo. He estado preso un año y medio durante la República, y procesado tres o cuatro veces también en la República. Ustedes recuerdan que en Francia todos los resistentes eran considerados asesinos yo he sido aquí, durante cuarenta años, un resistente, y todavía hay gente que no se da cuenta de que ha terminado el franquismo y emplea igual terminología que en el período de la resistencia. Añadió que la campaña contra él es sospechosamente reciente.

¿Se retiraría Carrillo si constituyera un problema para la legalización del PC?—El Partido Comunista no pacta con nadie su dirección ni su política. Los dirigentes nos entendemos muy bien, estamos muy identificados. Nadie ha planteado que yo deba marcharme. Si me lo dicen, me iré también podría irme yo. Por mi edad y por haber vivido una larga experiencia política en la dirección del partido, uno de los hombres más experimentados soy yo. Algunos piensan que no estaría mal eliminar a un animal político, como se me considera por ahí en ciertos medios, a ver si el que me reemplaza es más débil más flojo.

¿Respetaría la economía de mercado?—En síntesis, dijo que el PCE defiende, en la vía democrática, la integración en la planificación económica no sólo de los grandes monopolios, y de las fuentes energéticas, sino también de un amplio sector de la pequeña y mediana empresa. «La economía de mercado va a subsistir durante mucho tiempo», dijo también.

¿Como vive ahora, y como piensa vivir a partir de ahora?—Mi modo de vida va a ser el mismo que hasta hoy: ilegal. Tengo varios domicilios en Madrid. No he notado vigilancia especial por parte de la policía. Estoy escribiendo un libro sobre el problema del Estado en la perspectiva de la vía eurocomunista.

Finalizada la conferencia de prensa —minutos antes de las dos de la tarde—, Carrillo se despidió de los presentes, abandonando el local.

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