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El Gobierno obliga a la abstención

La indudable victoria del Gobierno Suárez ante las Cortes franquistas está siendo ya mal interpretada. En aras de un espíritu de concordia algo superficial e interesado, la derecha clásica advierte que ha sido el franquismo mismo quien ha aceptado patrióticamente el juego democrático. Pero, esa advertencia le sirve a la derecha, a continuación, para denunciar la falta de espíritu colaborador de las fuerzas democráticas cuando éstas exigen la plenitud de las libertades públicas antes del referéndum y de las subsiguientes elecciones. Tal interpretación incorrecta de la aprobación por las Cortes del proyecto de ley de Reporma Política pudiera confirmar al Gobierno, en su conocida tendencia a prescindir de la oposición democrática una vez más. Fui de los primeros en concederle al equipo gubernamental que hoy nos rige unas posibilidades reformistas que el tándem Arias-Fraga no tenía, pero siempre denuncié el peligro de que -por origen político y mentalidad- el nuevo Gobierno prefiriera, tal vez subconscientemente, ponerse a la cabeza de la derecha ex franquista, conducirla hacia la estrategia de participación democrática (y frenar así, en la nueva situación obligada del postfranquismo, un rápido avance de las fuerzas populares) que ser, en verdad, agente neutral del Estado y restaurados técnico de la soberanía popular.

El autoritarismo, sustituido

En estos momentos. la victoria en las Cortes significa, formalmente que la democracia ha sustituido al autoritarismo. La seguridad que el Gobierno tiene de ganar el referéndum indica que el país aprueba mayoritariamente el cambio de régimen y el fin del sistema franquista. ¿A que espera, pues, el señor Suárez para instaurar «de facto» la plenitud de las libertades públicas y tratar de igual a igual a los partidos democráticos? Se critica la postura de abstención activa ante el referéndum que la izquierda parece dispuesta a practicar si esas libertades no se restauran antes del día 15 de diciembre y si no se inician de una vez las negociaciones que desde hace tiempo vienen solicitando los partidos de la oposición. Pero se olvida la pertinaz actitud gubernamental de ir acumulando, frente a éstos últimos «fuerza moral» para ir dejándoles sin salida digna. En efecto, si la primera excusa para no negociar fue la de vencer primero la resistencia de las Cortes, ahora, el retraso de la negociación puede deberse al deseo de esgrimir el éxito del referéndum como un apoyo, no a la reforma democrática, sino al Gobierno. Una vez más. como, en el franquismo, el referéndum sería un plebiscito progubernamental. La oposición sería un grupo, de políticos «minoritarios», al que se le concedería graciosamente un puesto -secundario de oposición integrada- en la democracia instaurada por él franquismo renovado.

Acción de masas o abstención

Lo que indigna a la oposición es que no tiene más salida ante esa actitud del Gobierno que la acción de masas o la abstención. Mas si hace lo primero pasa por subversiva y no qurer la concordia, amen de que puede provocar a los "poderes fácticos". Y si hace lo segundo, se margina de lo que se presenta como gran operación democrática del pueblo español. Sin duda, la oposición no tiene salida. Pero, por eso ismo, corresponde a la inteligencia, al patriotismo y al poder del Gobieno darle una, tan digna al menos como la pactada en las cortes con los hombres de la Alianza Popular.

¿Qué cuesta, si es que no hay compromisos previos con esa alianza de ex ministros, ir a un gobierno de amplio consenso democrático, a una libertad plena de asociación y expresión? De ese modo se lograría que el referéndum -ya ganado de antemano, como todos sabemos- fuera algo más serio que un éxito gubernamental, tan parecido a los de Franco. Sería un acto de reconciliación democrática de los españoles, pues éstos verían incorporados al significado del referéndum a todos los partidos que quieren la democracia, incluido el propio Gobierno, cuya verdadera función hoy es la de ser agente de todos los grupos y no de él sólo o de la derecha ex franquista.

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Sabio escepticismo

Con sabio escepticismo hábil, la oposición democrática de derechas y de centro tiende a quitarle importancia al referéndum, como si fuera un trámite más de la lucha reformista del Gobierno contra el bunker. Eso le permite no protestar, no recomendar la abstención y no quedar marginada aparentemente de la voluntad popular. Pero esa actitud no ha de olvidar que, de confirmarse futuras elecciones que toda la «operación reforma» estaba al servicio de la hegemonía en las Cortes de la derecha tradicional, quien estará quien estará en condiciones de seguir reivindicando la democracia auténtica será la izquierda que se abstuvo de juego tan demencial como antipatriótico.

Los demócratas están hoy entre la espada y la pared. Pero quien les pone constantemente en el disparadero es el Gobierno. A no ser que éste sea la avanzadilla más hábil y sutil del neofranquismo y quiera tener por muchos años a la oposición en ese papel de protesta inoperante, no se entiende que espere, una vez más el diálogo negociador que el país y la justicia exigen.

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