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Reportaje:

Memorias del confidente de Nixon

Haldeman: «El Presidente debió perdonar a los encartados en el «Watergate»

La principal prueba de convicción contra Haldeman y Nixon fue la grabación de la conversación del presidente y él, el 23 de junio de 1972. Seis días después del asalto, patrocinado por la Administración Nixon, al edificio 'Watergate', cuartel general de los demócratas. Haldeman dimitió de su cargo el 30 de abril de 1973.
La principal prueba de convicción contra Haldeman y Nixon fue la grabación de la conversación del presidente y él, el 23 de junio de 1972. Seis días después del asalto, patrocinado por la Administración Nixon, al edificio 'Watergate', cuartel general de los demócratas. Haldeman dimitió de su cargo el 30 de abril de 1973.EP

Haldeman fue declarado culpable en el asunto «Watergate» y sentenciado a una pena de dos años y medio, y ocho años, en prisión federal. En la actualidad, la sentencia se encuentra en apelación ante los tribunales.Haldeman se encuentra, en la actualidad, escribiendo sus memorias, que llevarán el título -de esta serie, en, . inglés, «Inside the Nixon White House». -Hoy comenzamos la publicación de un extracto de las mismas.

«He decidido dimitir», dijo la voz al otro extremo del hilo telefónico, hablando desde Washington. Eran las 8.15 de la mañana en Newport Beach, California, el miércoles 7 de agosto de 1974. Me encontraba terminando mi desayuno, cuando el presidente Nixon me llamó para darme las malas noticias. El país no las conocería hasta la noche.

En aquel momento el presidente estaba tranquilo y se explicaba con corrección, sin apasionamiento, Me dio las razones por las cuales se decidía a abandonar voluntariamente la posición política más importante del mundo.

El presidente barruntaba que, no solamente por la posibilidad de «impeachement» (procedimiento de destitución de un presidente regulado en la Constitución de los Estados Unidos) de la Cámara de Representantes, él debía dimitir. También consideró el riesgo de que encontrase pocos votos favorables en el Senado. En definitiva pensó que si se le abriese un proceso que calculó duraría seis meses, elIo tendría devastadores efectos sobre los intereses del país y sobre su política internacional.

-¿Está usted convencido de esta decisión, señor presidente? ¿No quiere que la discutamos?, le pregunté.

-No. La decisión está tomada. Es completamente firme y creó que , es acertada, contestó el presidente.

Por supuesto se trató de un momento de mucha emoción, aunque la conversación no se desarrolló en un tono emotivo. Yo no dudaba que el presidente estaba causandose la muerte así mismo.

Entonces le expliqué al presidente que, dada la decisión que había tomado, existía una cuestión que era urgente considerase. Es decir, el perdón completo para todas las personas relacionadas con el escándalo del «Watergate» y para todos los desertores de Vietnam.

-Si usted va a dejar la presidencia, le dije a Nixon, debe asumir los traumas que crearon «Watergate» y Vietnam. De este modo, el presidente Ford tendrá la posibilidad de comenzar de nuevo con una Administración limpia, teniendo los horrores a su espalda.

- Ya lo pensaré, replicó el presidente. Aprecio mucho su consejo. Bob.

Yo pensé que dado el estado de conmoción, en que se encontraba el Presidente, éste no haría caso de mi consejo, y que tampoco tuvo la oportunidad de pensar en el perdón anteriormente. Sabía que esta cuestión del perdón sería muy discutida si era aprobada, pero que las controversias disminuirían paulatinamente y que, a la larga, el perdón haría disminuir la impontancia de los dos puntos negros de la Administración Nixon. Finalmente pensé que, aunque hubiese muchas reacciones, la opinión pública estaría, sobre todo, conmocionada por el hecho de la dimisión del presidente.

Imposible de salvar la situación

Habría sido mucho mejor que el presidente Ñixon facilitase las cosas para sí mismo y Para su sucesor, antes de que se retirase. Pensé, sin embargo, que la situación era ya tan mala para el presidente que nada podía empeorarla más. Más tarde, intenté sin éxito encontrarme,con el presidente. En su lugar hablé dos veces con el general Haigr en la Casa Blanca. Haig no me tenía simpatía, como a casi nadie, y mis palabras fueron mal recibidas o consideradas como, fuera de lugar.

Le dije a Haig que estaba muy sorprendido porque el presidente me llamó diciéndome que iba a dimiltir. También, le hablé sobre el perdón. Haig dijo qué la proposición de perdón se la diese por escrito, por lo que la dicté en la oficina de mis abogados en Washington. La proposición no llegó ala Casa Blanca hasta el día siguiente, póco antes de que el Presidente se dirigiese a la nación por la televisión.

Cuando el presidente apareció en la pantalla de televisión, ni el ministro de Justicia ni yo sabíamos si el perdón iba a ser concedido o no. Yo barrunté que Nixon no hablaría de esta cuestión aquella niache, reservándola para el final, inmediatamente antes de que firmase su dimisión.

Después del mensaje presidencial, Fred Buzhardt telefoneó, a John Wilson, mi abogado, para decirle que definitivamente no habría perdones. Pese a que sabía qae mi petición llegó al presidente y que él tenía que tomar la decisión final, no creo que la adoptase. En nuestras conversaciones, desde entqnces, Nixon no sacó el tema a colación y yo procuré no háblar de ello.

Pienso que fue una trágica equivocación, tanto para el bienestar del país, como para mí mismo y para los otros implicados que los completos perdones que yo, recomendé no fuesen adoptados.

¿Una pistola humeante?

No me di cuenta entonces, como, me resisto a darme cuenta ahora, que la grabación del 23 de junio de 1972-, la causa próxima del hundimiento de la Administración Nixon, fuese una razón suficiente para que el presidente dimitiese.

Una semana antes de que la grabación fuese depositada con terror, Haig me preguntó inesperadamente si recordaba algo respecto a la reunión l día 23 de junio con el presidente.

-Procure recordar, dijo. ¿Se acuerda si aquel día hubo problemas con él? En absoluto, repliqué. No pensé que la grabación fuese un problema, sino que su contenido era molesto para el presidente.

Haig me llamó unos días más tarde para preguntarme si estaba .s eguro de lo que le había dicho. Si yo hubiera creído que las grabaciones contenían información acusatoria para el presidente, hubiera sido el momento de revelarlo en beneficio propio.

La cuestión es que la grabación del 23 de junio llegó a ser la prueba evidente más perjudicial, puesto que descubría manejos políticos, en los cuales aparecieron juntos el FBI y la CIA. Pero no era una obstrucción a la justicia. Era solamente un problema para no descubrir la fuente de información privada y con ello se salpiesen ciertas donaciones de dinero de carácter político. De este modo, resultó evidente que nosotros utilizamos con fines políticos al FBI y a la CIA, pero no para obstruir la labor de la justicia

Dede la Casa. Blanca valoramos y manipulamos con el asunto «Watergate». Yo he admitido estos errores y el presidente Nixon también. Nuestra más importante falta fue no, atajar el peligro desde el primer momento, poniendo en evidencia a los culpables y llevándolos ante los tribunales. El presidente, yo y John Ehrlichman, nunca tomamos las medidas necesarias, estábamos aterrorizados de seguir adelante y de vernos implicados en el caso. Este caso que tan negro se puso para Jeb Magruder y John Mitchell, cuando la grabación del 14 de abril de 1973 indicó que Ehrlichman habló con el presidente.

Ehrlichman se enfrentó directa mente con Mitchell sobrela cuestión, y éste último negó categóricamente cualquier participación en la autorización para asaltar el edificio «Watergate». No obstante, un estudio global de la situación me hizo muy difícil creer que el asalto pudiera haber ocurrido sin ni siquiera una participación de Mitchell, por mínima que ésta fuese. Sin embargo, es significativo que Mitchel nunca fuese procesado por el asalto al edificio «Watergate ».

La nación perdió mucho

La hora en que el presidente Nixon dimitió se vivió como si fuese una terrible tragedia. Conduciendo mi coche desde los Angeles a la playa, aquel día, mientras oía el mensaje del presidente Ford a la nación, tenla la obsesión terrible que la nación perdería su liderazgo mundial al mediodía del 9 de agosto de 1974.

Realmente el país perdió un poderoso,líder en mayo de 1973, después de que Ehrlichman y yo dimitiésemos. Desde entonces, el presidente no funcionaba bien, estando como estaba constantemente complicado con las investigaciones judiciales dil caso «Watergate» Hasta tal punto, que en aquella primavera, todas nuestras iniciativas en la politicá extétior se vieron perjudicadas, con excepción de China.

Es interesante volver la vista atrás para pensar en las cosas que ocurrieron y que no debían haber ocurrido, si «Watergate» no hubiese puesto a Nixon fuera de juego, ya antes de su dimisión.

- Vietnam del Sur no hubiese caído. El país no habría vivido tan trágico final si Nixon no hubiese estado debilitado por la política interior, lo que a la larga produjo un colapso del crédito americano.

-La posición de los EEUU en el mundo hubiese permanecido en sus posiciones de fortaleza y liderazgó mundial. Nixon, al cual Bill Rogers (secretario de Estado desde 1969 a 1973) se refería como al más joven veterano hombre de Estado, del mundo, había conseguido una formidable posición en los asuntos mundiales, con lo cual la nación americana era poco menos que un gendarme mundial, no en términosde violencia, sino en términos de persuasión.

- Henry Kissinger no habría sido secretario de Estado. No habría existido la posibilidad de tal siombramiento, aunque en la Secretaría de Estado se hubiesen ¡ritroducido cambios radicales.

- La inoperante y regresiva burocracia federal hubiese sido rees tructurada totalmente, pese a las resistencias subterráneas por parte de los encarnizados y elitistas enemigos de Nixon, bien atrincherados en sus lujosas Mansiones. Mi opinión personal es que buenía parte de los burócratas que sabían que iban a ser expulsados o cambiados de sus puestos por una orden ejecutiva, jugaron un papel decisivo en la operatción contra la Administración de Nixon. En 1973 y 1974, el Gobierno Federal llegó a ser una ciudadela en estado de sitio dominada por la necesidad de defenderse.

-Los llamados «Ford Guys» (compadres de Ford), tales como Donald Rumsfeld, el actual secretario de Defensa, y George Bush, el director de la CIA, serían conocidos todavía como Ios «Nixon Guys», puesto que a él le pedían importantes puestos en la Administración y en cuyo reclutamiento yo desempeñé un puesto importante. Uno de los aspectos más curiosos en el desenlace del asunto «Watergate» es el hecho de que muchos de los apoyos de Nixon continúan sirviendo, a la nación, con abnegación en la Adminisíración de Ford.

- El Partido Republicano hubiese realizado la cam1 paña electoral de este, año con una fuerza enorme, la misma que tenía Nixon en 1972 y que le condujo a la victoria, llevando tras de sí la mayoría del país. Y en este punto hay una buena razón para creer que nuevos triunfos se hubiesen obtenido en la campaña del congreso de 1974 y, de nuevo, este año.

-La campaña presidencial republicana de este año no consistiría en una elección entre Jerry Ford o Ronald Reagan, el elegido habría sido John Connally. Después de la dimisión del vicepresidente Spiro Aghew, Connally habría sido elegido por Nixon como vicepresidente. Pero.su posición estaba tan debilitada que tuvo que renunciar a esta posibilidad, después de es cuchar la opinión del Senado. El candidato para este año no habría sido Agnew, aunque no hubiese tenido que dimitir. El presidente habría resuelto, de una vez por todas, esta cuestión, mucho tiempo antes de la Convención republicana.

- El presidente Nixon habría tenido una influencia mayor en la escena mundial, en los años venideros.

-Y, finalmente, el sistema de grabaciónes de la Casa Blanca, habría continuado funcionando nadie lo hubiese sabido.

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