El Baas, partido único, eje y germen de todo el proceso político
Siria ha entrado en la Historia contemporánea con un marchamo de progresismo, y aún hoy se discute su calidad o no de régimen revolucionario. Cuando accedieron los países de Oriente Próximo a la independencia política, Siria, con su vecino Líbano, fueron las únicas excepciones de naciones del área que adoptaban la forma republicana en una zona en que predominaban las monarquías de tipo feudal.El término socialismo, correcta o incorrectamente aplicado, comenzó a sonar en determinadas élites sirias desde antes de que el país se convirtiera en estado soberano, y a través de esas mismas élites se prefiguró un movimiento con carácter nacionalista y progresista, el Baas, que llegaría a proyectarse en otros países. En las elecciones de 1954 fueron elegidos por primera vez en el mundo árabe varios diputados comunistas, y hasta en las propias zonas rurales, dominadas por la oligarquía, fueron también designados un puñado de diputados que al menos se autodesignaban socialistas. La figura y la ideología Nasser, convertido en líder del mundo árabe, fue aceptada sin reservas en Damasco, y así se llega a la unificación de los dos países, lo que no dejaba en ese momento de ser un gesto progresista, como también lo fue la separación de Egipto cuando se evidenciaron las contradicciones del régimen cairota. Más tarde se produjo la revolución del Baas, y Siria se colocó en la vanguardia de la defensa de la causa palestina y ocupó el puesto más agresivo contra Israel. Cuando estalla el Septiembre Negro en Jordania, Siria llega a enviar fuerzas en socorro de los palestinos. El régimen de Damasco se encuentra entre los más prosoviéticos de los países árabes, y su adscripción, al menos nominal al socialismo, y la mención de la palabra «revolución», es frecuente entre los políticos sirios.
Sin que se pueda negar la vigencia real de esa corriente progresista en la política siria, lo cierto es que resulta más teórica que práctica. Las transformaciones sociales y económicas son pocas, sin mucha trastendencia y, tal como sucede en regímenes parecidos, se han limitado a la sustitución en la pirámide social del papel predominante de unos grupos por otros. Entre los actos positivos que pueden mencionarse en el proceso de cambio político que se ha producido en Siria, pueden citarse la supresión, en tiempos del presidente Chichakli, de las diferenciaciones religiosas y sociales del variado mosaico nacional, que tanto habían fomentado los colonialistas franceses (por aquello de la vieja ley de «divide y vencerás») y la reforma agraria.
La reforma agraria
La necesidad de reestructurar el sistema imperante de propiedad se hacía ineludible. Si bien, como en muchos países árabes, había una, tradición de propiedad comunal de la tierra, durante las últimas décadas del poder otomano se inició un proceso de concentración que se acentuó en el periodo del dominio francés, interesado en que se crearan grandes explotaciones de algodón que abastecieran las necesidades de la metrópoli. En el momento en el que se procedió a la reforma agraria, las explotaciones superiores a 100 Ha. totalizaban el 29 por 100 de las tierras cultivables; 80 pueblos de la región de Hama pertenecían a sólo cuatro familias, y el 90 por 100 de la rica región del nordeste era propiedad de 40 familias.
La reforma agraria se llevó a efecto durante, la época de la unión con Egipto en 1958, afectando a 1.543.635 Ha., de las que 94.109 eran irrigables, y que pertenecían a 3.240 propietarios. La ley que se aplicó tenía características muy moderadas. La extensión de la tierra quedaba limitada a 300 Ha. o a 80 si se trataba de tierras de regadío. Se fijaba una indemnización equivalente a diez veces el alquiler de la tierra evaluado en un tercio de la cosecha, teniendo que ser abonada dicha indemnización por el nuevo beneficiario, quien podía beneficiarse para tal fin de un préstamo oficial reembolsable en doce años. En 1952 y 1961 se hicieron modificaciones a la ley, fijando el límite máximo de tenencia en 200 hectáreas.
La reforma sólo alcanzó a las dos terceras partes de los campesinos sin tierras. Pero lo más importante es que, dando, opción a los antiguos propietarios para elegir las parcelas que conservaban ellos y sus familias siempre que han podido se han quedado con las estaciones de bombeo del agua, manteniendo su control.
El proyecto del Eufrates
Es tas insuficiencias se han querido paliar con la construcción de una gran obra de infraestructura en el río Eufrates. El primer proyecto de esta presa data de la misma fecha de la independencia, pero quedó congelado hasta qué tuvo lugar la revolución de 1963. En los primeros momentos hubo una intervención técnica y financiera de Alemania, que se retiró más tarde. En 1966 se firmó un acuerdo de cooperación con la Unión Soviética por, el que este país financiaría un tercio de su costo (444 millones de dólares) reembolsable en doce años. El proyecto, del que se dice en Siria que es más importante que la presa de Assuan, incluye una red de riego, una central eléctrica y la construcción de nuevas ciudades. Una vez finalizada la presa de Tabga -ya muy avanzada-, se creará uno de los mayores lagos artificiales de Asia, con 640 kilómetros cuadrados, que ya se ha bautizado con el nombre del presidente Assad. La capacidad de energía, que actualmente es de 750.000 KW/h., pasará a cerca de dos millones, y regará en la primera etapa 640.000 Ha., extensión que supera a la de todas las tierras irrigables en suelo sirio. Todo ello hace esperar que se crearán 180.000 nuevos puestos de trabajo.
No obstante, en este magno proyecto no han dejado de aparecer inconvenientes. La evaporación en esa región, extremadamente árida y calurosa, es muy intensa, las tierras son salinas y propicias a la formación excesiva de gases. Todo esto ha dado origen a que la presa de Tabga tenga también sus detractores, que la consideran antieconómica. También dicen que por prestigio político se han comido durante muchos años una buena parte de presupuesto sirio que podía haber sido destinado a otro proyectos más necesarios y rentables. Argumentos que, sin que carezcan de razón, son relativamente injustos.
El espectro político de Siria no variado sustancialmente en toda su historia como país independiente. El rol del ejército como factor dinamizador y orientador de la política nacional se manifestó poco después de la independencia, y continúa ocupando la misma posición preponderante. En todo caso han cambiado las figuras, pero los resultados vienen a ser parecidos. Existen unos límites que no se pueden rebasar y que, en el caso de hacerlo, rompen el equilibrio del sistema y con él su subsistencia.
La fuerza política sobre la que se ha prefigurado todo el proceso ha sido el partido Baas -término árabe que significa resurrección-. Gestado por intelectuales profundamente árabes y nacionalistas enfrentados tanto contra el dominio colonial francés como contra la decadente oligarquía feudal, se nutre por tanto de un nacionalismo panárabe, que se consolidará a través de los motores del enfrentamiento árabe-israelí, y de un ansia de cambio más dirigido a la reforma que a la revolución, y sin gran sustentación teórica ni doctrinaria.
El Baas ha sido la matriz de la que han surgido la casi totalidad de las fuerzas políticas sirias, si excluimos a aquellas derivadas del antiguo régimen como los «hermanos musulmanes» o el partido nacional, o las procedente de ideologías foráneas. La unión con Egipto en buena parte se debió a los influyentes núcleos de baasistas, tanto entre el Ejército como entre los intelectuales. Igualmente, núcleos surgidos del Baas son los que promueven la secesión de la RAU y, en 1963, justo un mes después de que el Baas (que para esas fechas se ha convertido en un movimiento de proyección internacional, aunque con autonomía nacional) tomara el poder en el Irak da un golpe de estado en Damasco y se hace cargo del poder, anulando, por las buenas o por las malas, a todas las otras agrupaciones políticas,
El Baas, que más que como un partido tiene que concebirse como un movimiento, encierra en su seno numerosas facciones y tendencias, a veces antagónicas. Fruto de esta pluralidad son la diversas etapas que pueden distinguirse en todo el período de tiempo que viene ocupando formalmente el gobierno de Damasco.
Entre 1963 y 1966 el Baas tiene una línea que, dentro de su reformismo, puede calificarse como derechista, cuya preocupación principal es su consolidación en el poder y eliminar los residuos del período nasserista. En 1966 se produce un giro a la izquierda -por supuesto dentro de un orden- y es eliminada la facción derechista. Durante esta época la identificación con la resistencia palestina se agudiza, la fraseología socialista se incrementa, lo mismo que los contactos con los países comunistas. Esta misma orientación y extremismo ocasiona el fin de este período y el predominio de una nueva tendencia centrista y a la vez más ligada a un poder personal y con mayor capacidad de manipular las fuerzas políticas. Durante las sangrientas jornadas del Septiembre Negro los progresistas sirios se creen en la obligación de intervenir en Jordania a favor de los palestinos y en contra del régimen reaccionario de Hussein, siendo enviada al país vecino una columna militar. Tal decisión precipita una crisis de la que sale victoriosa la facción que considera suicida esa determ¡nación, facción que es encabezada por un hasta entonces oscuro militar que ocupaba el Ministerio de Defensa: Hafez-el-Assad, el actual jefe de gobierno, El proceso de consolidación de la actual tendencia culminó en marzo de 1973 con la formación del Frente Nacional Progresista y con la promulgación de la Carta Nacional, especie de documento constitucional del Frente, que quedaba constituido por los siguientes partidos: Baas, Unión Socialista Arabe, Movimiento de los Unionistas Socialistas, Movimiento de los Socialistas Arabes (agrupaciones todas ellas minoritarias y autodefinidas como «nasseristas») y el Partido Comunista, también minoritario y de línea ortodoxa y prorrusa. Se creó un Comité Central del Frente, compuesto por nueve miembros del Baas y dos de cada una de las otras cuatro formaciones políticas.
La Carta Nacional prohíbe la existencia de otras formaciones políticas, aunque en la práctica subsisten dentro de ciertos límites algunos partidos como Los Hermanos Musulmanes o la Unión Socialista Arabe, dirigida por Mohamed Larrah, de tendencia prolibia. Estas agrupaciones, como también algunos miembros del antiguo Partido Nacional (derecha clásica), han llegado hasta el Parlamento, a título individual, gracias a que en las elecciones de 1973 el Frente se reservó los dos tercios de los puestos de la Cámara concediendo el tercio restante a independientes.
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