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La España del atletismo que compite aunque no gane

Liderado por Orlando Ortega, el equipo nacional no habla de medallas, sino de entrega, compromiso y esfuerzo

Carlos Arribas
Orlando Ortega, en junio, en el mitin de Estocolmo.
Orlando Ortega, en junio, en el mitin de Estocolmo.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)

Ramón Cid motiva a sus muchachos con historias del carácter y el genio de Yago Lamela –“que se jodan los rivales, ellos serán los que sufran”, respondió el saltador asturiano cuando antes de una competición le advirtieron de que había tormentas y viento y que hacía malísimo—y Orlando Ortega podría añadir historias de carencia y superación en el centro de alto rendimiento de La Habana, donde entró de juvenil y solo comían carne (de pollo) dos días a la semana. La corriente fluye, y con alto voltaje y consonancia, entre el jefe técnico del atletismo español y sus atletas, comenzando por el subcampeón olímpico de Río. El equipo lo componen 56 atletas, el tercero más numeroso de la historia, y de medallas no se habla, ni de lesiones o mermas. Los héroes de Río están cansados o doloridos, pero no se quejan, solo hablan de motivación y competitividad. Dialécticamente, es un cambio cualitativo, la marca de la nueva generación que se ha hecho con el mando.

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Ruth Beitia aún no ha llegado a Londres, pero su papel de capitana arengadora lo asume Ortega. Es como una película. Termina la conferencia de prensa de algunos de los atletas españoles y, venciendo su timidez legendaria, el vallista pide el micrófono para lanzar un discurso de líder. “Quiero dejar un mensaje: olvidémonos ya de hablar de si nos duele esto o aquello o de si tenemos molestias”, dice, y habla como un campeón, como hablaría Lamela, el saltador de longitud que llegó a 8,56 metros. “Si estamos aquí es porque vamos a competir y a dar el 100% cada uno. No valen las disculpas. Estamos aquí, eso es lo único que importa”.

El vallista de origen cubano habla por experiencia propia. Este verano ha sufrido algunos problemas físicos que le han impedido rendir como quisiera, y también los que le acompañan en la sala, el navarro Sergio Fernández, plusmarquista español de 400m vallas, que apenas ha podido en mes y medio entrenar algo más que la técnica, o la maratoniana Paula González, que correrá el domingo con un pie vendado intentando superar el dolor que le produce una fascitis plantar.

Orlando Ortega, que comienza el domingo su camino hacia la final del lunes de los 110m vallas, no quiere que le llamen líder ni referente. “Me gusta, desde mi experiencia, aconsejar a los chavales que empiezan”, dice. “Enseñarles algo y que ellos me escuchen, pero no quiero ser un líder”. Podría enseñar, sobre todo, y si quisiera, como un campeón ha de ser ante todo egoísta, pensar solo en sus necesidades para competir mejor. “Y la ambición. Yo soy muy, muy ambicioso, quizás demasiado ambicioso. Siempre quiero más, quiero más, más títulos, más medallas, más récords, más triunfos”, dice, y quizás mientras lo expresa se dé cuenta de que eso no se puede enseñar. Se nace con ello.

Eusebio Cáceres, eliminado

A su alrededor, en salas, penthouses, suites y salones de un hotel de la City, con vista cercana a la Torre tétrica y a las torres modernas del siglo XXI, de acero y metacrilato que casi se tocan, no paran de moverse los atletas españoles. Entre ellos Eusebio Cáceres, que llegó entre algodones y sus tres nulos en longitud le apearon del Mundial de forma prematura. Antes de competir confiaba en su velocidad y en un good luck, un salto único que le permita pasar la calificación sin gastar más que una de las pocas balas que le quedan en la cartuchera, pero que no acabó de producirse. No quiso excusas el saltador tras su eliminación: “Me encontraba bien, tranquilo. Nulos milimétricos pero que siguen siendo nulos. No esperaba esto para nada”, apuntó contrariado el atleta.

En el 1.500 lucharon y compitieron Marta Pérez y Solange Pereira. La primera acabó su serie, dominada por Genzebe Dibaba y Caster Semenya, con una mejor marca personal, que, sin embargo, no le permite estar en las semifinales. La misma mala suerte tuvo Solange Pereira, que corrió cerca de su tiempo, pero que dice adiós a Londres. Fernando Carro, el obstaculista de San Blas, no compitió este viernes. Tenía un libro de lectura obligatoria para las pruebas de acceso a la universidad. Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza. “Solo espero que nadie pueda decir tras Londres, sin noticias de Carro…”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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