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La tibia e inacabable lucha contra el racismo en el fútbol español

El episodio de los gritos simiescos a Iñaki Williams en Gijón se puede zanjar con una leve sanción económica al Sporting

Iñaki Williams, a la izquierda, durante el partido contra el Sporting.
Iñaki Williams, a la izquierda, durante el partido contra el Sporting.Alberto Morante (EFE)

Latente, como si aguardase agazapado para mostrarse con inquietante periodicidad, el racismo vuelve a golpear al fútbol español. Carlos Clos Gómez, árbitro del duelo celebrado el pasado domingo en Gijón entre Sporting y Athletic, suspendió el encuentro durante un minuto porque desde uno de los fondos del estadio se escucharon, según detalló en el acta del partido, “sonidos imitando la onomatopeya del mono dirigidos al jugador Iñaki Williams”. Clos comunicó la incidencia al delegado de campo para que a través de megafonía se pidiese que cesaran. Así ocurrió, pero brotaron entonces los silbidos hacia el futbolista desde el mismo minoritario sector de la afición local. El Sporting emitió ayer a través de sus canales de comunicación un vídeo en el que varios de sus futbolistas hacen un llamamiento para que no se repitan estos comportamientos y condenó en un comunicado “cualquier tipo de acto de racismo, xenofobia o conducta violenta”.

El cuadro asturiano espera una sanción, pero los precedentes muestran una actitud laxa de los diversos estamentos hacia las conductas racistas. Hace diez años ya del episodio de La Romareda en el que Samuel Eto’o sacudió conciencias cuando quiso abandonar el campo tras una situación idéntica a la sufrida ahora por Williams. Entonces el árbitro Esquinas Torres también detuvo el partido y entre él y el técnico Frank Rijkaard le convencieron para seguir sobre el césped. El Zaragoza recibió una multa de 9.000 euros.

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La ley obliga desde 2007 a que en España exista una entidad que controle este tipo de situaciones. Así ocurrió durante un tiempo, se celebraron reuniones, se realizaron informes. A partir de 2010 el Observatorio contra el Racismo, que dependía del Consejo Superior de Deportes, languideció sin convocarse hasta que se reactivó una iniciativa similar tras los acontecimientos de Madrid Río a finales de 2014, cuando una reyerta en Madrid costó la vida a un seguidor del Deportivo a manos de otros del Atlético. “Quizás se interpretó que nuestro fútbol estaba a salvo de problemas de violencia, xenofobia o racismo”, apuntó entonces Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. Poco antes el presidente de aquel observatorio, Javier Durán, había lamentado la oportunidad perdida. “Pudimos estudiar la posible vinculación entre fútbol y movimientos racistas y xenófobos. Lo cierto es que no era cómodo vincular un espectáculo a esas realidades que están ahí”.

Las alarmas ya habían vuelto a sonar. El madridista Marcelo lo advirtió tras un partido contra el Atlético en febrero de 2014. Tres meses después al Villarreal le impusieron una sanción de 12.000 euros tras el lanzamiento de un plátano por parte de uno de sus aficionados a Dani Alves, que ya había sufrido vejaciones similares en el campo del Espanyol. El club levantino prohibió al espectador volver a entrar en su estadio, pero el Consejo Superior de Deportes clamó contra la tibieza en la sanción del Comité de Competición. Una semana después fue el entonces levantinista Pape Diop el que en un partido contra el Atlético respondió con un baile al coro simiesco que le acompañó cuando iba a lanzar un córner. “Esto tiene que acabar”, pidió después, pero casi también de inmediato una cámara de televisión captó a una aficionada del Llagostera realizando gestos simiescos hacia Mamadou Koné en un partido con el Racing de Santander.

Samuel Eto'o trata de abandonar La Romareda tras recibir gritos racistas.

El efecto emulación existe, pero también funciona el rigor y la constatación de que hay un problema que atajar. “No hay jugador negro que no haya sufrido nunca insultos racistas”, apuntó hace unos meses Tommy N’Kono el ex guardameta camerunés del Espanyol durante la presentación de su escuela de porteros. A su lado estaba su compatriota Carlos Kameni, que llegó a sufrir ese tipo de humillación en varios campos, y expuso su opinión: “Lo mejor es no hablar de ello para darle más fuerza, pero es una situación que no se zanja y hay que hacer algo porque no es normal”.

En Inglaterra en su día John Terry perdió la capitanía de la selección por proferir palabras racistas contra un rival durante un partido. Le impusieron una multa de 270.000 euros. La pasada temporada en Italia tanto en el campo del Inter como en el del Lazio sufrieron cierres parciales de sus graderíos por problemas de racismo. En España ya en 2007 la Ley recogía la posibilidad de clausurar recintos deportivos durante dos años su la infracción era grave o dos meses si era leve. Tanto las federaciones como la Comisión Antiviolencia tenían la potestad para tomar ese tipo de decisiones, pero siempre optaron por adoptar un perfil más benévolo. La nueva normativa actualizada en 2015 tras los sucesos de Madrid Río contemplaba sanciones más duras tanto a nivel económico como en cuanto a clausura de gradas o estadios. Los clubs protestaron y desde enero del presente año se matizaron tanto los supuestos en los que se puede decidir una clausura que lo más probable es que, con la norma en la mano, la sanción al Sporting se quede en una multa que oscilará entre los 6.000 y los 18.000 euros.

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