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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Y ahora qué, Guardiola?

Las victorias y derrotas de Pep solo interesan a sus enemigos: ayer abandonó el estadio dejando tras de sí la sensación de que importa más el camino que el destino, amén de un aroma agradable

Guardiola durante el partido contra el Atlético.Vídeo: JUAN CARLOS HIDALGO (EFE) / EFE
Rafa Cabeleira

Se sabe que las victorias y las derrotas de Pep Guardiola solo interesan a los enemigos de Pep Guardiola, sean estos declarados o disfrazados, que tantos hay de una especie como de la otra si las cuentas no me fallan. Los que no esconden su inquina hacia el entrenador catalán, en su mayoría con cierta querencia al merengue, mantienen su firme oposición incluso cuando los resultados aconsejan abandonar la turra mientras que los disfrazados, por lo general culés enviudados, esperan al olor del incienso y las velas para salir a escena y montar su numerito habitual: que si ya lo decía yo, que si mear colonia no es bueno para la próstata, que si ahora qué, Guardiola; qué.

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Al terminar el partido del Calderón, y mientras revisaba la última factura para cerciorarme de que esta buena gente de la televisión de pago me cobra lo suficiente como para no sentirme un bandido, recordé las palabras con las que el propio Pep Guardiola resumió aquel antológico partido del 5-0 al Real Madrid de Mourinho: “Solo hemos ganado tres puntos pero el cómo quedará para siempre”. Ayer abandonó el estadio del admirable Atlético de Madrid con un marcador adverso que a buen seguro tratará de remontar en Múnich sin renunciar a uno solo de sus principios futbolísticos pero, una vez más, dejando tras de sí la sensación de que siempre importa más el camino que el destino, amén de un aroma agradable.

Habrá quien diga que simplemente palmó, que lo mismo da hincar la rodilla de una forma que de otra pero quien ha amado y ha perdido sabe que no es comparable decirse las cosas a la cara y dar rienda suelta a la pasión, una última vez, que despertarse cierta mañana y encontrarse con el estómago vacío, la nevera desierta y una notificación de WhatsApp en la que se puede leer "no eres tú, soy yo”, acompañado de dos emoticonos de la folclórica. Las formas importan y muy especialmente en la derrota, como me enseñó un viejo cliente de la taberna de mi abuelo que se dejaba el sueldo del mes en la máquina tragaperras y a continuación se despedía de ella con dos besos, uno en cada costado del armazón, agradeciéndole el buen rato que le había hecho pasar.

“Sé que te están dando duro pero el primero en romper el muro siempre sangra”, le dice el presidente de los Red Sox de Boston a Brad Pitt mientras toman café y ven caer la lluvia sobre los asientos de Fenway Park en Moneyball: sin duda, la mejor película que se haya rodado nunca sobre las andanzas del hidalgo Pep Guardiola aunque la trama verse sobre béisbol, nadie hable catalán y el protagonista luzca un pelo envidiable. Es una buena forma de explicar el porqué de tanto rencor hacia su persona si bien mi preferida nos la regaló un ilustre madridista que dijo aquello de “lo mejor de Guardiola es que saca el diario deportivo catalán que todos llevamos dentro”. Lo peor, mi querido amigo, es que algunos incluso lo leen.

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