La dinastía Zidane
El éxito del francés, que llega a su primer Clásico en el banquillo del Real Madrid, se asienta en los códigos de honor de su familia
La ciudad más antigua de Francia, Marsella, fue siempre la más odiada. Por su mestizaje, por su pobreza, por su violencia. Una ciudad “incurable a menos que sus habitantes sean deportados y reciba una transfusión de gente del norte”, decía un político en 1793. Rafael Poch, corresponsal de La Vanguardia, recopila sutilezas: un lugar “sin nombre” y “vieja ciudadela de insectos e infamia”; llegaron los nazis y dijeron que Marsella “es el cáncer de Europa y Europa no podrá vivir hasta que Marsella no sea purificada”. El rey Luis XIV construyó cañones que no apuntaban hacia el mar para evitar invasiones: apuntaban al interior de la ciudad.
Dentro de Marsella, La Castellane es el barrio más duro y sus vecinos los más estigmatizados. Paro, delincuencia, droga y prostitución. Por eso el entorno de Zinedine Yazid Zidane (Marsella, 1972) remite a sus orígenes, hijo de inmigrantes de Aguemone, una aldea cabilia de Argelia, y a su padre, Smaïl Zidane, para explicar el carácter de la estrella. Por eso, también, da la impresión de que todo lo que pasa en su vida ha sucedido ya alguna vez. En uno de sus primeros partidos con el AS Cannes escuchó cómo unos espectadores estaban insultando a sus padres. Y abandonó el terreno de juego grada arriba para abalanzarse sobre ellos. “Yo hasta entonces sabía que era un artista”, dijo el exinternacional Charly Loubet a L’Express. “Ahí descubrí que también había un carácter”. Tiempo después Loubet recordaría la historia por idéntico motivo: el insulto a su familia. Zidane ya no jugaba en un equipo de cuarta ni tenía 16 años; luchaba por la Copa del Mundo en el último partido de su vida. Le dio igual.
Santiago Siguero, en el libro Zidane: magia Blanca (Al Poste, 2015), recuerda el partido en que un ojeador del AS Cannes fue a ver al talento de 13 años que empezaba a llamar la atención. Ese día el entrenador de su club, el Septeme Les Vallons, lo colocó de central. Zidane, sin embargo, se dedicó en esa posición a hacer cosas de mediapunta. Ruletas, amagos y hasta un intento de sombrero al lado de su portería. El ojeador se fue del campo agitando la cabeza: “¡Está loco!”.
Con 13 años lo pusieron de central y se puso a hacer cosas de mediapunta
Ese patrón de conducta inamovible, que le lleva a lo mejor y a lo peor, explica dos ataques de sinceridad paralelos. El primero le llevó ante el seleccionador el día antes de su debut con Les Bleus para decirle que Martins estaba en mejor forma que él, y por tanto debería jugar de titular (cuando el partido estaba 0-2, Zidane salió al campo y metió los goles del empate); el segundo lo depositó en las oficinas del Madrid para soltar que había perdido la ilusión y después de cada partido en el que no rendía regresaba a casa abatido. Dejaba el club, dejaba el fútbol: renunciaba al año de contrato. Antes de firmar esa renuncia millonaria se le escapó un suspiro: “Si me viese mi padre…”.
Smaïl y Malika, el matrimonio que huyó de una guerra inminente en Argelia y deambuló entre París y Marsella buscando sustento mientras tenían cinco hijos, vieron 35 años después, el verano de 1998, cómo el rostro de uno de ellos, el que llamaban Yazid, se reflejaba en el Arco del Triunfo rodeado de miles de personas que le vitoreaban como a un dios. Atrás quedaron las carreras del adolescente Yazid delante de la policía, que los machacaba a él y a sus amigos por subirse al muro de la playa para ver mujeres en biquini; atrás la cuenta que le fiaba un supermercado a su padre: un comercio al que Zidane dio su nombre de forma gratuita en recuerdo de los viejos tiempos.
Los amigos de La Castellane, suele decir, son los amigos de toda la vida: no se pueden olvidar nunca. Pero como le ha recordado a Benzema en los últimos tiempos, invitarlos y visitarlos no significa que él y Karim puedan seguir llevando la misma vida que ellos. En el club se recuerda cómo Benzema, tras verse desplazado por Mourinho, pidió ver al presidente del Madrid. Antes se lo comunicó a su padre, que le respondió que estaba bien que quisiese hablar con Florentino Pérez, pero antes debía correr en el campo. “Son familias antiguas de códigos estrictos que anteponen valores como el sacrificio al éxito o el dinero. Algo casi extinguido”, dicen en el club.
“Sólo he intentado transmitir a mis hijos los principios que consideraba míos", decía su padre
“Estoy feliz y orgulloso, pero no presumo de nada”, decía hace quince años el padre de Zidane a El País Semanal. “Sólo he intentado transmitir a mis hijos los principios que consideraba míos. El respeto, el trabajo, la rectitud. Yazid respeta a los demás. Y aunque fuera diez veces campeón del mundo, eso no le cambiaría”. “Todo lo que hago es por mis padres”, dijo él al llegar a Madrid.
El club se ha tomado el partido del Camp Nou como el fin de los días. “Contra el Barcelona no hay diez puntos a favor ni diez en contra: está el Barcelona enfrente y es suficiente. Contra ellos siempre nos estamos jugando la temporada”, dicen en el Bernabéu. Así le llega a Zidane su primer Clásico. La presión fortísima del club más observado del mundo frente a la calma inquietante del francés. Conoce los particulares mecanismos del éxito. Después de ganar la Copa del Mundo una encuesta dijo que él era más guapo que Brad Pitt. “¡Por favor! Si hasta los 17 años nadie me dijo que era guapo, y fue mi mujer”, respondió. Brad Pitt diría, promocionando su película sobre Jesse James, que de existir hoy en día el pistolero sería Zinedine Zidane.
Como todo en su vida da la impresión de haber ocurrido antes, Smaïl Zidane llegó con su mujer a Marsella en 1953. Al no encontrar trabajo viajó a París. Sufrió la exclusión y el racismo. El propio Zidane lo contó en un documental producido por Cantona, Foot et inmigration. Su padre fue expulsado del piso en que se alojó en París y encontró refugio en una obra en construcción en Saint Denis; allí trabajó cinco años. Con el tiempo, en ese barrio se acabaría levantando un estadio de fútbol, el Stade de France, en donde su hijo le dio al país su primera Copa del Mundo ante Brasil. “Pensé en mi padre al marcar los goles. Pensé: ‘Joder, qué bella es la historia a pesar de todo”, recordó Zidane emocionado. De fondo, la lección de su familia: “Nunca arranques las raíces de un árbol. Si lo haces, morirá”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.