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Zinedine Zidane y las contradicciones del debutante

El técnico madridista afronta con tres meses de experiencia la necesidad de superar al Barça, el problema táctico del siglo

Diego Torres
Zidane anima a sus jugadores contra el Sporting.
Zidane anima a sus jugadores contra el Sporting.Emilio Naranjo (EFE)

Hace un par de años Zinedine Zidane tenía decidido no ser entrenador. Detestaba la idea. Desde hace un par de semanas sus días transcurren vertiginosos mientras se aboca a la tarea más difícil que afrontan los entrenadores contemporáneos. El dilema táctico por excelencia del siglo XXI: superar al Barcelona de Messi.

Los amigos del técnico del Real Madrid aseguran que su metamorfosis resulta asombrosa. A sus 43 años, este padre de familia que hasta hace poco se espantaba ante la posibilidad de dedicarse a la gestión es presa de una súbita obsesión fiscalizadora. Desde los ejercicios con balón hasta la preparación física pasando por la atención médica y el análisis de los rivales. Zidane ingresa al trabajo al alba y se retira después del ocaso, emulando las versiones más épicas del estajanovismo de Rafa Benítez y José Mourinho, cuyos hagiógrafos medían y exaltaban las horas de apertura y cierre de la barrera de la garita de Valdebebas como si aquella rutina fuera proporcional a la reputación que merecían.

Zidane no ha perdido el entusiasmo con el que asumió el cargo el 4 de enero. Él dice que lo anima una repentina vocación creativa, que es el fuego sagrado de todo técnico; ver que su tarea administrativa tiene consecuencias en el funcionamiento del equipo sobre el terreno de juego. Contra las evidencias de una temporada que bordea el fracaso, el hombre se muestra sereno y confiado. Cree en David Bettoni, su ayudante de campo, aunque carezca de titulación suficiente. Cree en sus 17 años de carrera como jugador profesional como fuente primordial de conocimiento a la hora de persuadir a sus futbolistas. Cree en la experiencia del aprendizaje con Carlo Ancelotti, de quien fue ayudante en la temporada 2013-14, y a quien considera su gran referencia. Y cree, sobre todo, en el respaldo del presidente Florentino Pérez, máximo artífice de la política deportiva, en cuyo esquema el técnico es un mero ejecutor. En este punto, ninguna de las personas consultadas en el entorno del vestuario alberga dudas: Zidane es más leal al presidente que a los jugadores.

Zidane dice que su inspiración es Ancelotti y deja entrever notas del famoso italiano en sus formas gentiles, cálidas, alejadas de la dramatización. Su discurso también repite ideas de Ancelotti cuando afirma que su prioridad es el control del balón. En donde comienza a diferir es en los actos. Ancelotti nunca sacó a Kroos del mediocentro, a pesar de que sabía de las distracciones defensivas del alemán, porque a cambio quiso asegurarse un primer pase limpio y rápido. Zidane ha trasladado a Kroos a posiciones más avanzadas para que Casemiro proteja a los centrales. Ese solo movimiento basta para dejar sin efecto su desiderátum: si Casemiro es el distribuidor del juego, el control del balón es prácticamente imposible contra rivales de peso.

Los futbolistas destacan el tono contagioso de Zidane, capaz de estimular y hasta de intimidar, como hizo en el vestuario del estadio de la UD Las Palmas, molesto por el mal juego del equipo. “Cuando ha sido necesario, el míster nos ha sabido dar una patada en la buena dirección”, dijo Bale.

Si las virtudes son evidentes, los defectos resultan curiosos. Hay miembros de la plantilla que echan de menos soluciones tácticas más o menos obvias. Achacan a Zidane su pasividad durante los partidos y ponen como ejemplo los duelos contra la Roma o el Granada para resumir que, en momentos de máxima angustia, los salvó el arrebato aislado de talentos como Modric o Cristiano.

El desafío del clásico es colosal. Para colmo, se produce lejos del Bernabéu. La enumeración de las visitas dirigidas por Zidane traslucen problemas: Betis (1-1), Granada (1-2), Málaga (1-1), Levante (1-3) y Las Palmas (1-2).

Salvo en el campo del Levante —último clasificado del campeonato—, el control del partido mediante el control del balón fue una intención más que un hecho.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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