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Un Valerón al viento

El medio canario, de 40 años, es el jugador al que Andrés Iniesta pagaría para verlo jugar, según confesó un día el crack manchego

J. Ernesto Ayala-Dip
Valerón saluda a Luis Enrique.
Valerón saluda a Luis Enrique.Quique García (EFE)

El año pasado, para estas fechas, una abuela estaba con su nieto (de unos siete años) en la cola del pan. Me llamó la atención el look del niño. El pelo dibujaba dos zonas simétricamente diferenciadas por el color amarillo y un rojo tenue. Para completar el rococó craneal, de unos de los costados caía un mechón de cabello impoluto de tintado, casi rozando su ojo izquierdo. Me lo quedé observando tan asombrado, que la abuela me miró como disculpándose del terrorífico peinado de su nieto. Seguí en la cola preguntándome qué tiene que ocurrir en la cabeza de unos padres para permitir que su niño entrara los primeros días de escuela gastando ese desafío peluqueril.

En ese niño estrafalario pienso ahora cuando veo los peinados no menos estrafalarios que se infligen algunos jugadores de futbol. En casa tenemos ejemplos rotundos de ese cambiante paisaje con que adornan sus cabezas no pocos de nuestros cracs. Alves es un ejemplo. No bien te acostumbras a verlo intimidantemente rapado, cuando el tío te sale con un arbolito solitario en el centro de su testa. Así me pasó este sábado con Neymar. Su corte anterior no parecía atentar demasiado contra ninguna norma de estética unánimemente acordada. Pero el sábado me sorprendió con un rapado casi feroz, todavía más enfático cuando enfilaba a la gradería el penalti que falló. Claro que para hacernos olvidar de esos toques horriblemente transgresores, contamos con las líneas clásicas de Messi, Luis Suarez (que el sábado, cuando el Barça más lo necesitaba, marcó un golazo de cabeza) y Sergio Busquets. Por algo a Pep Guardiola, le gustaban más los jugadores de looks sensatos, como si con ello se terminara de amueblar mejor sus cabezas.

El sábado saltó al Camp Nou, para suplantar a un compañero de su equipo, Juan Carlos Valerón. El jugador canario tiene cuarenta años. Es el jugador al que Andrés Iniesta pagaría para verlo jugar, según confesó un día el crac manchego. Si mi memoria no me falla, diría que saltó al verde con el mismo peinado de hace veinte años, el mismo que siempre lució. Un poco largo y despeinado. Viendo al gran Valerón, me vino otra vez a la memoria el niño del pelo de colores. Y no pude dejar de imaginarme al canario de pequeño, conduciendo la pelota en un descampado, lento, reflexivo. Y con esa belleza que destilan los cabellos al viento en un campo de futbol.

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