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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Impunidad

Obama, tan racional, molón y progresista él, tiene infinita capacidad de comprensión y de solidaridad hacia todas las medidas bélicas que adopte Israel

Carlos Boyero

Cuentan que Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica, se llevó un susto importante al comprobar el efecto de las radiaciones. Y que la personalidad de alguno de los pilotos que las lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki sufrió graves trastornos, que el tormento y el sentido de culpa al constatar la magnitud de su matanza hizo que uno de ellos se recluyera en un monasterio durante el resto de su vida. Igual es mentira, pero otorgar ese toque humanista y lacerante a los que planearon o ejecutaron la masacre queda muy lírico, convenientemente peliculero.

En cualquier caso, Estados Unidos no necesitaba justificarse por aquella atrocidad. Lanzó las bombas por una razón tan incontestable como que tenía el poder para hacerlo. Tampoco hacía falta que los estrategas de aquel asesinato masivo de civiles, con atroces consecuencias posteriores, se justificaran aduciendo que el lanzamiento de las bombas atómicas sirvió para acelerar el final de la guerra y que Japón se rindiera. Solo faltaba que intentaran convencer al pueblo japonés de que en el fondo les habían hecho un favor arrasando sus ciudades. Sería de agradecer que la fuerza no exhibiera coartadas morales para justificar sus pasotes dantescos, que simplemente aclarara esto: “Cometo barbaries porque quiero, porque puedo, porque lo dictan mis intereses, mi capricho o mis genitales, porque mi impunidad está garantizada”.

Obama, tan racional, molón y progresista él, tan pendiente en su censura y su amenaza de todos los abusos y los crímenes que cometen los Gobiernos en el siempre injusto mundo, al igual que todos los presidentes de su país, tiene infinita capacidad de comprensión y de solidaridad hacia todas las medidas bélicas que adopte Israel en la sagrada misión de defenderse de sus enemigos. Esa bíblica defensa de sus agresores al parecer precisa cargarse a un millar de ellos, incluida esa cosita tan prescindible, sensiblera y blandengue de sus niños, previniendo sabiamente que estos al crecer se harán terroristas, cada vez que matan a uno de los suyos. O que lo intentan. Qué guerra tan rara. Y todo dios en el resto del mundo calladito o justificando el exterminio. No vaya a enfadarse con ellos el implacable Yahvé.

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