Un cibernauta llamado Charles Manson
Si decimos que The following es una de las series más potentes de la temporada no estamos mintiendo en absoluto. El gran peligro del show que estrenó ayer TNT (con esa estupenda política de emitir los estrenos catódicos con pocos días de diferencia respecto a Estados Unidos) era caer en el oscuro pozo de las series de procedimiento auto-conclusivo, es decir: un capítulo, un caso. Es una fórmula agotadísima, no hace falta poner ejemplos, todos/as sabemos por donde van los tiros. Al final la rutina acaba asesinando al espectador más exigente, aquel que persigue los arcos dramáticos más amplios o los personajes con recorrido.
Cierto es que con el segundo capítulo aún por ver (un servidor va a esperar a la emisión oficial) las conclusiones siempre son precipitadas, pero cabe decir que muchos miedos han sido borrados de un plumazo por la excelente puesta en escena de la serie (con una paleta de colores claramente a la baja, como si le hubiesen quitado todo trazo de optimismo) y el intenso duelo actoral que se van a cascar James Purefoy y Kevin Bacon. Además, The following contiene una poderosísima idea de fondo: ¿qué pasaría si alguien como Jim Jones o Charles Manson hubieran vivido en una época donde la tecnología les hubiera permitido acceder a grandes núcleos de población, incluyendo personas para las cuales su figura hubiera resultado una tentación irresistible? La respuesta es terriblemente morbosa, el hecho de que un culto de esas características pudiera incidir en la sociedad a través de la tecnología (un peligro que, obviamente, sigue ahí) se convierte en uno de los núcleos de la serie, o al menos promete ser el alma de una propuesta que podría romper –por ese lado- el clásico duelo bueno/malo.
Se nota en The following la mano de Kevin Williamson, el señor que en su día escribió la magnífica Dawson crece (conocedor por tanto de los intríngulis del medio) y que después se hizo famoso por Scream, aquella trilogía que abundaba en los mecanismos del terror de una forma harto eficaz. Ese conocimiento del interior del reloj, del tic-tac de las agujas, le hace mucho bien a la serie, que sabe muy bien a que juega desde el principio y cuyos volantazos son extraordinariamente medidos.
The following arranca con un agente del FBI (Kevin Bacon), alcohólico, depresivo y con marcapasos que se ve obligado a volver a la arena después de que su nemesis (James Purefoy), un asesino en serie de intelecto privilegiado y obsesión por Poe, se escapé de la cárcel y empiece a matar con un plan perfectamente concebido. Un aparte para dejar constancia de que lo de Purefoy de profesor de literatura obsesionado por Poe no cuela, básicamente porque existe la dolorosa sensación de que Williamson piensa que nadie ha leído a Poe y que está descubriendo la sopa de ajo.
La relación entre héroe y villano (con líneas algo turbias en ocasiones pero de concepto cristalino para el espectador) está bien perfilada y se percibe que los guionistas van a apostar muy fuerte por este conflicto entre el encarcelado (después de ser capturado de nuevo, por voluntad propia se podría decir) y el atormentado agente de la ley. La otra punta afilada de la lanza es lo comentado más arriba: el asesino en serie ha logrado construir una red de seguidores que van a seguir el camino marcado por su particular Mesías.
En cuanto a lo más comentado en Estados Unidos (el tema incluso generó un extraño editorial de la revista Entertainment Weekly, preguntándose si era necesaria tanta violencia en la serie) si bien es cierto que la serie tiene un punto gore, no es muy difícil deducir que éste señala los rasgos del malo, que es un tipo al que le va eso de la sangre y las vísceras. Lo mismo puede decirse de los golpes de efecto: delicioso (con perdón por el adjetivo, hablamos de ficción) el de la chica clavándose un punzón en el globo ocular y gloriosamente perverso el de los –inesperados, al menos para el que esto escribe- cómplices del villano.
Veremos por donde tira el show, que de momento ha empezado muy fuerte (al otro lado del Atlántico el segundo episodio ha superado al primero en audiencia, una auténtica sorpresa incluso para sus creadores) y con buen pie crítico. Solo cabe esperar que la propuesta no tenga miedo de jugar en las grandes ligas, de ser compleja y cruda. Si consigue mantenerse en ese estado de tensión que se deriva del imposible equilibrio entre nuestra fascinación por el mal y la necesidad –espontánea- de que éste sea aplacado estaremos ante una serie excelente.
Crucemos los dedos.
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