Louis CK: Apoteosis del humor pelirrojo
Un tipo pelirrojo, divorciado, calvo y con sobrepeso se sienta en un banco con una mujer más bien atractiva. La noche ha sido desastrosa, principalmente porque él es un divorciado que no tiene ni idea de cómo llevar una cita con un mínimo de credibilidad. Ella mira al cielo mientras él la mira a ella. Sin embargo, el gordito divorciado y calvo malinterpreta las señales e intenta darle un beso. Ella se revuelve en el banco hasta quedar confinada en una esquina del mismo. Finalmente consigue huir y se mete en un helicóptero negro que emprende el vuelo acto seguido. Después vemos la cara del tipo: más resignado que sorprendido, como si todos los días tu cita escapará de entre tus brazos metiéndose en un helicóptero que pasaba por allí.
Louie es una serie a priori sencilla: un señor divorciado y con dos hijas trata de seguir viviendo de lo suyo mientras empieza a sentir el peso de la soledad, la jodienda que significa desconocer los códigos sociales que le llevarían a intimar con el género femenino. Muchos se han empeñado en llevar a CK a los terrenos de Seinfeld pero lo cierto es que las similitudes se acaban pronto y se limitan a esos insertos en que vemos al humorista en plena actuación. Jerry Seinfeld es humor de lo más blanco al lado de la oscuridad de CK. El primero encara la vida con una sonrisa y unas zapatillas deportivas; el segundo es un escéptico, un superviviente que habla sin embudos de los gays, los pederastas, los colegas que le roban chistes, sus dificultades para echar un polvo, la religión o su cuerpo “de mierda”.
Ha pasado mucho tiempo desde que el recién nombrado “Artista del año” por la revista Entertainment Weekly, se pegará la gran morrada con Lucky Louie, un proyecto para HBO que fue cancelado después de una temporada más bien floja por no decir mala. Por eso en Louie el neoyorquino se ocupa de todo: desde el montaje a la producción y la dirección. Con ello se asegura el control creativo absoluto y la imposibilidad de echarle la culpa a nadie si algo sale mal. Por eso cuando en su primera temporada recibió infinidad de palos por la serie ni siquiera se inmutó: siguió insistiendo en la línea marcada desde el inicio.
¿Qué es Louie entonces? Louie es una comedia naturalista (o casi), con profundas raíces en la improvisación como método de actuación, sincera, honesta, con un punto (a veces inmenso) de surrealismo, pero no como forma de escapismo sino como inevitable consecuencia del roce con la vida diaria. Louie es también un artefacto desnudo, sin estridencias, donde cualquier tema es sujeto de ser destripado tal como lo sería en una barra de bar cualquier viernes noche, sin asomo de corrección o censura. Una clase de humor que sería inaceptable en este país porque la incomodidad del artista precedería a la del público y todo se desmoronaría en cuestión de segundos. Episodios como el de la “autopsia creativa” a Jesús de Nazaret, o aquel donde se discute porque los homosexuales llevan zapatos y calcetines en sus reuniones o la visita al dentista por no hablar de sus reflexiones sobre la masturbación o por qué deberíamos dejar de odiar tanto a los pederastas son un martillazo en la mesa, pero la genialidad reside en que ninguno de ellos parece perseguir el escándalo (o el rechazo).
Tampoco es casualidad que el único famoso invitado al show (y la lista de estrellas que quieren acceder al mismo ya es quilométrica) sea Ricky Gervais, en el papel de médico de Louie. Sus dos apariciones sirven para medir el nivel de tolerancia del show, y a juzgar por lo visto (y oído) debe ser infinito.
El señor CK es ya la gran esperanza pelirroja en Estados Unidos, su última gira por Estados Unidos se vendió en cinco minutos, cobra 100.000 dólares por actuación y es el cómico más potente surgido de Nueva York en la última década. No está nada mal para un divorciado gordo y calvo con un cuerpo de mierda que no consigue echar un polvo ni a la de tres.
Los genios son así.
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