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Galdós en Argüelles

El autor recrea una entrevista a don Benito realizada mientras cruzaba Madrid en una berlina de un solo caballo

A pocos pasos de la llamada Esquina de las Flores, sobre la calle aparentemente intacta de Hilarión Eslava, vivió hasta el año 20 del siglo XX Don Benito Pérez Galdós. Allí murió el inmenso novelista de España y casi un lustro antes de que se volviera inmortal, hace exactamente un siglo se acercó a entrevistarlo el periodista José María Carretero Novillo que firmaba sus crónicas como El Caballero Audaz. Don Benito lo hizo esperar en un salón, quizá con la intención de que el periodista tomara nota de cada objeto y cada huella como puesta en escena del alma del escritor: una lupa inmensa sobre un antiguo bargueño, una bufanda de color verde que cuelga en un perchero como lengua muerta, las plumas con tinta seca en sus puntas de oro, los papeles sueltos y las pinturas como espejos de aceite.

Al encontrarse con Carretero, Don Benito le sugiere que la entrevista se realice en una berlina de un solo caballo que lo espera a la puerta para llevarlo por la calle de la Princesa hasta llegar a la calle del Príncipe, a tiempo para una función de teatro en el antiguo corral de comedias de la Plaza de Santa Ana, que a la fecha sigue dando funciones como Teatro Nacional de España. Ya entrados en conversación, Don Benito insiste en que el fotógrafo tome una imagen del cochero, la berlina y el caballo y con una manta afranelada sobre las piernas concede una íntima entrevista al trote que debería servir de ejemplo para todo enfermo de letras, todo escritor en ciernes o autor consagrado, sobre todo en este siglo XXI tan preocupado por los premios, los ingresos, los dimes y diretes, los conciliábulos, los mentideros, las mentiras, los cochupos, las falsas reseñas, el juego de los abalorios y los espejitos.

Allí va un Grande de España, el escritor más querido y respetado por todas las generaciones de sus lectores interminables, autor de más de treinta novelas a secas, casi cincuenta novelas históricas catalogadas como Episodios Nacionales de una historiografía personal que entrelaza el oficio de la memoria con la ficción sazonada de la imaginación y casi treinta obras de teatro, además de veinte volúmenes autobiográficos… allí va el hombre que llamamos Galdós, en el otoño de su vida polígrafa asegurando sin vergüenza que incluso ya ciego y “a pesar de toda mi labor pasada, si en el presente quiero vivir, no tengo más remedio que dictar todas las mañanas durante cuatro o cinco horas y estrujarme el cerebro, hasta que dé el último paso en esta vida”.

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