La esperanza es un tostón
El Espanyol no sabe quién es ni dónde está, salvo cada vez más cerca del descenso al Cadalso, del que nos separa una nimiedad

Mientras su paisano de Transilvania el Conde Drácula dejaba los Cárpatos perdidos de la sangre yugular de las doncellas, Constantin Galca enseña los colmillos y lo que sale es un hilillo de voz de tono hipnótico que finalmente acaba cayendo del lado del tostón. Hay que ir a morir, ha dicho tras la abultada derrota ante el Las Palmas, cuatro a cero. Ya estamos en la épica mortuoria y funeraria, eso sí que es banalizar la muerte.
Luego vendrán los cojones. Muerte y cojones es un binomio muy español, con perdón, que tantas alegrías ha dado a los finos pensadores falangistas y legionarios, ahora que se cumplen 80 años del “muera la inteligencia” de Millán Astray contra Unamuno, personajes de los que a uno le gustaría librarse, pero que de momento no puede, como si las dos Españas se le hubieran pegado a uno en la piel. Y tras la muerte y los cojones no puede faltar el perdón, o sea, con la Iglesia hemos topado. El jugador, por su culpa, por su culpa, por su grandísima culpa, pide perdón a la afición, que se queda tan ancha.
El Espanyol no sabe quién es ni dónde está, salvo cada vez más cerca del descenso al Cadalso, del que nos separa una nimiedad, un batir de alas, una cursilada, un suspiro, justamente ahora que empezábamos a suspirar fantaseando con ser el Leicester de la liga española en los próximos años. Entre los grandes el más modesto, cantaba el himno que sonaba en Sarrià, ya estamos un poco hartos de tanta modestia. Que nuestra esperanza sea Míster Chen no es ni bueno ni malo, ni siquiera es todo lo contrario, sino una esperanza tan válida como la de que desaparezca el hambre de la faz de la Tierra, a pesar de que sabemos que lo más probable es que antes desaparezca la Tierra por colapso de la vida inteligente, que ya no podrá soportar a tanto imbécil. Ya basta de modestia, a nosotros a humildes no nos gana nadie, como dice la micropoetisa Ajo. Pero volvamos al relato épico: la muerte, los cojones, el perdón, la salvación y, por supuesto, la resurrección al tercer día, o sea en la última jornada de la Liga. Sí, la esperanza es un tostón que siempre cae del lado de la mantequilla, pero algo habrá que comer.
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