La impunidad reina en Airbnb
Usuarios del portal alquilan decenas de viviendas, muchas sin licencia y que son realquiladas sin conocimiento de los propietarios
Los portales de alquiler de apartamentos turísticos, como Airbnb, han abierto la puerta a falsos anfitriones que llegan a anunciar decenas de pisos diferentes. La mayoría se trata de viviendas arrendadas a largo plazo por sus propietarios a gente que nunca llega a habitarlas. Por el contrario, estos inquilinos las explotan como alojamiento para viajeros, a veces sin que lo sepa el verdadero dueño. La actividad les suele reportar un beneficio superior en un 150% a lo que pagan por el inmueble. Unos ingresos que no declaran a la Agencia Tributaria.
El 30% de los usuarios de Airbnb tiene más de un anuncio en el portal, según fuentes de la empresa. "La plataforma se dirige a personas que alquilan un espacio en la casa en la que viven o el piso entero", defiende un portavoz. Admite que los profesionales también la usan, aunque no lo tengan fácil: "La web les exige mantener un perfil individualizado por cada propiedad".
Algo que no ha supuesto un obstáculo para Oscar y Diego, el perfil que más anuncios de Barcelona tenía en este portal el pasado abril, según la web Inside Airbnb. Sumaban 77, todos con licencia. Laia & Mohamed, en cambio, cuentan con una decena de ofertas pero en solo cuatro de ellas se pueden leer los números de inscripción en el Registro de Turismo de Cataluña. Cristina y Onix; solo lo muestran en tres de sus 14 anuncios y Luciana, en ninguno de los 12. La normativa exige que este número sea visible en cualquier tipo de publicidad de pisos turísticos. La infracción por no hacerlo puede alcanzar los 3.000 euros.
Sin embargo, nadie ha sido sancionado por esta causa, según admite el Ayuntamiento. "La prioridad había sido la detección de pisos sin licencia, aunque a partir de ahora se va a poner el foco en la oferta legal por Internet, de modo que se pondrán esfuerzos y recursos en la detección de los anuncios sin número de inscripción", afirman fuentes del Consistorio.
De haberlo hecho antes, María Sánchez cree que podría haberle ahorrado un problema y 1.400 euros en trámites. Su inquilina anunciaba cinco pisos turísticos en Airbnb y Wimdu, entre ellos, el suyo. Se enteró el día en que fue sancionada con 3.000 euros a raíz de las inspecciones municipales en la Barceloneta. "Lo más indignante fue que, pese a haber presentado toda la documentación que demostraba que ella era la que usaba el piso como apartamento turístico, seguían multándome a mí por ser la propietaria", lamenta Sánchez, cuya multa creció hasta los 15.000 euros por la reincidencia de Natalia, su arrendataria. Esta cobraba hasta 75 euros la noche por un inmueble que a ella le costaba 700 euros al mes.
El susto de José Pablo fue incluso mayor el día que le llegó a casa una multa de 90.000 euros. Hacía pocos meses que había estrenado inquilina: Natalia, la misma mujer que había metido en problemas a Sánchez. "Me levantaba por las noches pensando: ¡90.000 euros! Sufrí una depresión e incluso me planteé vender el piso para pagar la multa".
Tras una odisea de visitas al Ayuntamiento, ambos consiguieron que se precintaran sus pisos y se paralizaran las sanciones. Aún no pueden entrar en sus propias casas, pero tienen el compromiso del Consistorio de que desde ahora las multas se dirigirán a la inquilina problemática, que solo seis horas después de que le clausuraran el piso a Sánchez, ya había conseguido dos nuevos apartamentos para alquilar a turistas.
Para el geógrafo investigador del fenómeno Airbnb en la Universitat Rovira i Virgili, Albert Arias, más que las inspecciones, la clave está en no permitir que se publiquen anuncios de apartamentos sin licencia: "Los pisos turísticos ilegales ya existían antes, pero canales con tanta potencialidad como Airbnb agravan el problema", concluye.
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