Todo sobre la ecuación porro-recreo
Frente a quienes ven una relación entre consumo de 'cannabis' y fracaso escolar, los educadores insisten en que el problema no se puede reducir a una sola causa
Verónica, 15 años, espera ante la puerta de su colegio con un cigarro en la mano. Viste uniforme escolar -falda, calcetines por la rodilla y una larga hilera de pulseras, su toque personal-, tiene la tez blanca, ojos rasgados y el desparpajo suficiente para quedar con una periodista desconocida que quiere hablar sobre porros. Del centro, un concertado religioso de una zona de clase media-alta de Madrid, entran y salen niños de distintas edades. Acaba el curso y se palpa su excitación.
De gesto dulce y buenos modales, Verónica es hija de dos profesionales cualificados que se preocupan por su educación. Cuando su madre se enteró de que había empezado a fumar cigarrillos (el inconfundible tufo del humo en la ropa) tuvo con ella una larga conversación sobre las consecuencias del tabaco y le mostró fotos de pulmones machacados por años de consumo. "Pensé que me iban a matar pero no fue para tanto".
"Si fumo, la clase se me hace más amena, imagino cosas graciosas"
"La profesora me preguntó por qué tenía los ojos rojos. Estoy resfriada, dije"
Así que sus padres saben que fuma. Lo que no saben (o eso opina su hija) es que también fuma porros. Y bastantes. Verónica siempre lleva consigo un neceser negro que hoy contiene dos paquetes de papel de liar, un cenicero portátil para las colillas -"No hay que dejar pruebas"- y dos chinas de hachís, "la vieja y la que acabo de comprar". Cuando está en casa, envuelve el neceser entre ropa y lo oculta en un cajón de su armario.
El breve historial de consumo de cannabis de Verónica no es excepcional: "A los 13 años los probé con una vecina. Empecé a fumar de vez en cuando y le fui cogiendo el gusto. Mi 14 cumpleaños lo celebré fumando. Al principio iba a pillar al Retiro, pero era muy malo. Ahora le compro a uno del barrio que tiene mi edad".
Verónica fuma porros de forma habitual, a veces por la mañana o durante el recreo, siempre fuera del centro. "Por las mañanas, a las ocho, mi madre me deja en una esquina y a veces antes de entrar al colegio me fumo uno en un parque que hay cerca". ¿Que por qué lo hace? "Por la sensación, porque me da la risa... La clase se me hace más amena y me imagino cosas graciosas o me da por estar en mi mundo. Una vez llevaba los ojos muy rojos y la profesora me preguntó que qué pasaba. Estoy resfriada, le dije. Nunca se pispan".
Uno de cada cinco chavales de entre 14 y 18 años fuma porros de forma habitual, según la Encuesta Estatal sobre Drogas en Enseñanzas Secundarias. El dato se mantiene estable respecto a la encuesta anterior (2006), pero no hay que olvidar que entre 1994 y 2004 el consumo de cannabis por parte de los adolescentes se duplicó.
Más preocupante es el caso de los adolescentes que fuman a diario: un 3,2% (el porcentaje aumenta con la edad y se sitúa en un 7,2% para los alumnos de 18 años). Algunos lo hacen fuera del centro, por la mañana o durante al recreo. ¿Y dentro? Aunque las consecuencias son graves (de 7 a 29 días de expulsión), sucede. Dos alumnas de un instituto público madrileño resoplan ante la pregunta: "Claro que se fuma también dentro. En el patio tras un muro, en el baño. Los jefes de estudio miran un poco, tiramos las colillas y punto. Es imposible controlarlo".
Que las consecuencias del consumo moderado de cannabis no son, de media y obviando las excepciones, catastróficas, parece evidente. Quizá usted fumó porros en el instituto y hoy tiene una vida perfectamente normal. Sin embargo, y según el nivel de consumo y demás factores del entorno del menor, hay voces alarmadas por las consecuencias académicas del elevado (que no generalizado) consumo de cannabis de los adolescentes hoy en día.
"En España aceptamos sin mucha alarma el que seamos el país con más fracaso escolar y con más consumo de cannabis por parte de los adolescentes, pero si ligas ambas cosas es muy preocupante", dice Miquel Casas, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. "Todas las drogas afectan al rendimiento intelectual en un sentido u otro. Concretamente el cannabis produce trastornos en los procesos básicos en los que se apuntala el pensamiento: la atención, la concentración y la abstracción, los tres pilares necesarios para pensar y mucho más para estudiar. Afecta a estas funciones y por tanto afecta al rendimiento escolar, especialmente en edades en las que el cerebro aún no es maduro. Se ha estudiado a individuos con bajo rendimiento que toman cannabis, alcohol, etcétera, pero no lo contrario [el efecto en el rendimiento de quien toma estas sustancias]
. ¿La gente que fuma cannabis tiene menos rendimiento escolar? Sí. Siempre hay quien dice, pues éste ha fumado siempre y no le ha pasado nada. Ya, pero a lo mejor ha pasado de matrículas a notables".
En la Encuesta sobre Drogas a la Población Escolar 2002 de la Comunidad de Madrid, los propios alumnos reconocen que el cannabis les produce pérdidas de memoria (30,5%), dificultad para estudiar o trabajar (19,7%), tristeza, apatía y depresión (17,1%), y enfermedades o problemas físicos (6,6%).
"En los centros vemos a chavales que fuman a diario", explica Vicente Carrión Arregui, profesor de Filosofía de un instituto de Miranda del Ebro (Burgos) y autor habitual de columnas de opinión sobre temas educativos. "Son tres o cuatro chavales por aula que en el recreo dan unas caladitas y luego es difícil que puedan funcionar. Ir a clase fumado es una especie de tortura. El porro te invita a decir la primera chorrada que se te ocurre, a reírte a la cara del profesor y soltar una melonada. Y de ahí pasa al jefe de estudios. Lo que puede pasar es que esos chavales que empiezan a fumar acaben no pudiendo con los estudios, con problemas de autoridad, conflictos... Porque el cannabis te infla un poco el ego, te hace sentirte un poco más de lo que eres. Evidentemente, dificulta su rendimiento académico".
A pesar de opiniones como las del psiquiatra Miquel Casas, a los profesionales de la educación no les suele gustar establecer una relación directa entre porros y fracaso escolar. "Son mucho más relevantes los condicionantes externos, como el ambiente en que se mueva y viva el alumno, sus amistades y por supuesto su familia", dice Ismael Alonso, profesor de un instituto de Valdemoro (Madrid). "Los porros es una cosa más".
"El fracaso escolar es multifactorial, me parece una hipocresía achacarlo al consumo de porros, es minimizar el problema", interviene Francisco Montávez, médico de los equipos de Orientación Educativa de Vista Alegre, en Córdoba. "Es evidente que si consumes de forma abusiva vas a tener más problemas para concentrarte y lo cierto es que existe un consumo bastante extendido, pero me parece que se exagera y se tiende al amarillismo. Si a un chaval con problemas de estudio le quitaras el consumo, ¿dejaría de fracasar? Probablemente sí o probablemente no, no lo sé. Generalmente el que consume porros a diario es el peor de la clase, pero seguramente también lo era antes de empezar a fumar. Si pertenece a un entorno social favorable tendrá más capacidad de juicio para que no le afecte".
"Podemos afirmar que hay una asociación entre fracaso escolar y consumo de cannabis, pero en ningún caso que exista una relación de causa-efecto entre ambas realidades", explica Victor Galán, educador del colectivo Energy Control, que focaliza sus actuaciones en la disminución de riesgos asociados al consumo de drogas. "La asociación con el fracaso escolar irá en relación al uso que se haga de la sustancia y la persona que realiza ese consumo. Evidentemente, el consumo de cannabis va a dificultar el aprendizaje de aquellos alumnos que estén desmotivados. Son un colectivo más vulnerable a presentar problemas escolares. Es decir, que sí hay una relación, no hay que banalizar, pero no de causa-efecto. El fracaso debe abordarse contemplando más aspectos".
Uno de los principales problemas de quienes se dedican a la prevención es la baja percepción de riesgo asociado al cannabis de los adolescentes. "Con los años voy notando que se normaliza cada vez más el consumo de porros", dice Elena Ares, Jefe de equipo de prevención juvenil e infantil de la Fundación de Ayuda Contra la Drogadicción. "Los chavales hablan del cannabis prácticamente como si fuera legal. Consideran que no está demostrado que enganche y se agarran a todo lo que oyen por ahí para quitarle hierro". Una profesora de un instituto madrileño que prefiere no ser citada opina que las clases de prevención surten poco efecto en sus alumnos: "No pasa por ellos en absoluto. Lo que enseñan te impacta más a ti. Ellos se lo toman todo a broma. Se creen súper mayores pero son muy niños".
"En el tema de la prevención hay varios problemas", interviene Vicente Carrión. "Suele pasar que quienes se dedican a ello no fuman y no lo han vivido experimentalmente y los que fuman o han fumado no tocan mucho el tema. Está disociado y se cae fácilmente en dos extremos: o se le quita importancia o se es alarmista, pero faltan muchos grises. Personalmente no creo que se trate de una cosa de alarma social, pero tengo claro que en la adolescencia cuantos menos porros se fume mejor. Hace 30 años igual te habría dicho lo contrario, que abre la cabeza y esas cosas, pero ya no pienso así".
Otro de los problemas de la prevención del consumo de cannabis es que no existe un programa específico (se aborda junto a otras sustancias). Por eso, el médico Francisco Montávez en colaboración con Francisco García, director del instituto La Escribana, de Villaviciosa de Córdoba, están desarrollando un programa específico que han bautizado Deslíalo. "La idea es que sea interactivo para implicarlos a ellos, que es lo más difícil", explica García. "Les queremos hacer entender que los efectos del cannabis duran mucho tiempo. Te quedas flojo, apavado, sin ganas, y eso repercute negativamente en el rendimiento".
Pregúntele a un adolescente que fume porros habitualmente por sus efectos en el estudio y obtendrá respuestas como estas: "Te deja un poco tonto". "Es como si se te quemaran las neuronas". "Cuando me pongo a estudiar enseguida me entran ganas de bajar a fumarme un porro con los colegas".
¿Y qué hay del rendimiento escolar de Verónica?
-El trimestre pasado suspendí cinco asignaturas porque estuve más a mis cosas y no me controlé. Éste he tenido cuidado, he fumado menos porros entre semana y he aprobado todas.
-Entonces te esperan unas buenas vacaciones.
-Sí, no tengo que estudiar. Voy a pasarme el verano to yonki.
Policías en el colegio
Ante la evidencia del trapicheo y consumo de drogas en los centros escolares, en 2006 el Ministerio del Interior puso en marcha el Plan Estratégico de Respuesta Policial al Tráfico Minorista y Consumo de drogas en centros escolares y sus entornos y en zonas de ocio. Observábamos que había quejas ciudadanas, explica un portavoz de la Policía Municipal de Vitoria (Álava), una de las pioneras en aplicar el plan. Algunos padres denunciaban que había jóvenes que no eran alumnos que vendían sustancias, básicamente cannabis, de manera evidente en la puerta de los colegios y algunos directores nos transmitían su inquietud sobre el estado en que entraban algunos jóvenes a clase. Ahora hemos establecido una rutina y los agentes van a los centros en los horarios conflictivos, a la hora de entrada y salida y en el recreo, y observan qué sucede, a menudo vestidos de paisano. Es un trabajo discreto y no agresivo, puesto que el objetivo es prevenir el consumo.
En junio de 2008 (último balance disponible del cómputo de las actuaciones en toda España) se había aplicado el plan en 9.000 centros escolares, reforzados con la presencia de más de 6.600 agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En total, y sólo en el entorno de centros escolares, hasta junio del año pasado se había detenido a 319 personas que se dedicaban al tráfico de drogas. Además, se desactivaron 218 puntos de venta y se levantaron 8.764 denuncias por tenencia y consumo de droga. Como consecuencia de estas actuaciones, la Policía y la Guardia Civil intervenieron 489,2 gramos de heroína, 4,45 kilos de cocaína, 32,3 kilos de hachís, 7,5 kilos de marihuana, 107 gramos de speed, 842 unidades de éxtasis y 857 unidades de psicofármacos.
Si a los centros escolares se suma las operaciones en zonas de ocio la cifra aumenta: 2.567 detenidos, 926 puntos de venta desactivados y 88.040 denuncias.
El total de cantidades incautadas es de 338 kilos de hachís, 43 kilos de cocaína, 202 kilos de marihuana, casi 24.000 unidades de éxtasis, 6.550 unidades de psicofármacos, 4,2 kilos de heroína y 17,7 kilos de speed.
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