"No tenemos derecho a ilusionar a los enfermos con promesas lejanas"
Paolo Macchiarini (Basilea, Suiza, 1958) tiene pasaporte italiano, pero podría ser también francés, alemán o español. Tras estudiar Medicina en Pisa, ha desarrollado su carrera profesional en Italia, Estados Unidos, Francia, Alemania y España. Desde 2005 es jefe del departamento de cirugía torácica del Hospital Clínico de Barcelona, donde hace un año realizó el primer trasplante de tráquea del mundo, con el que sorprendió a todos por la técnica empleada. Aunque la tráquea procedía de un donante muerto, antes de trasplantarla fue despojada de todas sus células y repoblada con células del receptor. De este modo se evitó el riesgo de rechazo y la necesidad de tomar fármacos inmunosupresores.
"Busco ayudar a los enfermos de la forma menos agresiva"
"El embargo de Bush ha sido muy negativo para la terapia celular"
Este trasplante ha sido considerado por la revista Time uno de los 10 grandes avances médicos del año. Macchiarini atribuye el éxito a su afán por ayudar a los enfermos y a su capacidad para aglutinar especialistas de varios países europeos. "A lo largo del día", cuenta, "puedo hablar en alemán, en inglés, en italiano, en francés...". Dice dormir sólo tres horas y su agenda es claramente paneuropea. Esta entrevista tuvo lugar un miércoles en Barcelona antes de que se fuera a Londres, donde ya había estado el día anterior. "El viernes me iré a Florencia, a dar una charla, y luego cojo el tren y me voy a Nápoles, a operar a un paciente. Vuelvo el sábado para ir a Carrara a operar a otro", dice. "Necesito investigar, proponer cosas nuevas, más sencillas y efectivas para los enfermos. Ésta es mi vida".
Pregunta. ¿Cómo está la paciente a la que trasplantó una tráquea bioartificial el 12 de junio de 2008 y qué conclusiones ha sacado de este trasplante?
Respuesta. Hemos tenido la suerte de que todo ha ido bien. Claudia sigue viva, ha vuelto a trabajar y lleva una vida normal. Cuando se hace un nuevo trasplante, los primeros pacientes se mueren casi siempre. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con el reciente primer trasplante doble de cara. Por eso, siempre debemos plantearnos la cuestión ética, de si está justificado. Con Claudia hubo un pequeño problema, porque la arteria aorta comprimía la tráquea. Pero lo hemos podido resolver sin complicaciones para la paciente. Y ahora ya sabemos qué tenemos que corregir para la próxima vez.
P. ¿Va a haber una próxima vez?
R. Sí. Estamos preparando otro trasplante, un poco más complejo, porque abarcará también la laringe y las cuerdas vocales. Además, estamos modificando un poco la técnica para utilizar el propio cuerpo del paciente como biorreactor [dispositivo para cultivar células]. La idea es utilizar una matriz sintética o natural, como en este caso, y luego trasplantarla y hacer que las células del propio cuerpo vayan a repoblar esta estructura sin pasar por el sistema de cultivo celular. Si somos capaces de estimular las células madre con factores de crecimiento, sería fantástico.
P. ¿Por qué?
R. Porque no habría que hacer cultivos celulares en el laboratorio. No todos los países tienen laboratorios para manipular las células, pero así todo el mundo podría hacer este tipo de trasplantes.
P. Esto sería auténtica medicina regenerativa...
R. Bueno, la medicina regenerativa tiene dos objetivos: la terapia celular y la sustitución de órganos. Antes de que fracase un órgano podemos empezar una terapia celular para prevenir su destrucción total, ya sea el pulmón, el hígado... En cuanto a la sustitución de órganos, de momento sólo pensamos en trasplantes de estructuras bioartificiales sencillas, con forma de tubo, como una tráquea.
P. ¿Qué ventajas tienen los órganos bioartificiales?
R. La principal es que se evitan los inmunosupresores y todos los efectos colaterales de estos medicamentos. Luego, uno puede imaginar que en 10 o 15 años podríamos sustituir estructuras más complejas. Pero es más oportuno enfatizar la terapia celular para prevenir o tratar enfermedades en fase precoz que crear ilusiones con la posibilidad de sustituir un hígado, un intestino, un pulmón... Porque no tenemos el derecho de ilusionar a los enfermos con promesas lejanas.
P. La medicina regenerativa está cambiando también la cirugía...
R. Claro. Hace unos años se descubrió que la úlcera gástrica se podía tratar con antibióticos y ha dejado de operarse. ¿Por qué no pensar que se pueden evitar ciertas cirugías y sus complicaciones con nuevos avances? Éste es el objetivo de cualquier médico. La gracia de este trasplante no es que no precise inmunosupresores, sino que Claudia ha vuelto a ser mujer y madre de dos hijos y a tener una vida social normal. Y esto sí que es importante.
P. El peso que tiene la investigación en su caso es poco habitual entre cirujanos.
R. Ya lo sé, pero investigo porque me gusta y estoy acostumbrado. Lo he hecho en Estados Unidos, en Alemania, en Francia... Hace falta investigar para ayudar más y mejor a los enfermos, porque así entiendes el mecanismo de la enfermedad.
P. ¿Cree que las células madre están generando unas expectativas irreales que luego podrían no cumplirse, como ocurrió con la terapia génica a principios de la década de 1990?
R. Creo que son irreales. Tenemos que tener mucho cuidado. Como médicos tenemos la obligación de no crear falsas expectativas en los enfermos. La terapia genética tuvo un impacto desproporcionado y no tenemos que cometer ese error. Hay que ser realistas y luchar contra quienes usan esta terapia para ganar dinero con algo que todavía no se puede aplicar porque no sabemos lo suficiente.
P. ¿Cuáles son por ahora las indicaciones reales de las células madre?
R. La terapia celular ya tiene indicaciones muy precisas, por ejemplo, en el cáncer de sangre, con el trasplante de médula ósea. Pero aparte de esto, hay muy poca cosa. El embargo del presidente Bush ha sido muy negativo para la terapia celular, porque ha retrasado mucho las investigaciones. Estamos al principio y, antes de proponer indicaciones, tenemos que esperar los resultados de ensayos clínicos. Si no lo hacemos así, vamos a crear falsas esperanzas.
P. ¿En qué campos hay esperanzas razonables?
R. Yo creo que quizá en el parkinson, en el alzheimer y en otras enfermedades neurodegenerativas podría haber avances, pero hay que esperar a los ensayos clínicos. También puedo imaginar que en la diabetes podrían sustituirse las células pancreáticas por células madre, siempre y cuando encontremos el factor de crecimiento apropiado. Y también en la regeneración de tejidos, pero primero hay que aprender a diferenciar esas células madre con factores de crecimiento. Yo diría que éstas son algunas de las indicaciones más plausibles.
P. Cirujano, clínico, experto en biomateriales, ingeniero, investigador... ¿Qué faceta pesa más?
R. Soy sólo un médico al servicio de mis enfermos. Nada más. Y lo único que busco es cómo ayudarlos de la manera menos agresiva.
P. ¿Pero no hay muchos médicos con este perfil?
R. Yo diría que no hay mucha gente dispuesta a sacrificar su vida profesional a este nivel. Poniéndose en duda continuamente.
P. España presume de tener uno de los mejores sistemas sanitarios, pero cada vez hay más voces que alertan de una cierta autocomplacencia. ¿Cree que las cosas están aquí peor que en otros países de nuestro entorno?
R. Peor que en Francia o en Alemania, sin duda.
P. ¿La investigación o la asistencia?
R. Las dos. Al menos, en mi área.
P. ¿Por qué están peor?
R. En Berlín, por ejemplo, hay sólo dos servicios de cirugía torácica, mientras que en Barcelona hay seis o siete. Y para hacer las cosas bien y tener mejores resultados hay que concentrar los recursos y hacer centros de referencia. Sin un cierto volumen de pacientes no se puede hacer ni formación ni asistencia de calidad.
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