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Reportaje:

Cuando muere una 'vaca loca'

El 80% de los residuos animales peligrosos se usa de combustible - Toneladas de estas y otras harinas acaban sin provecho alguno

Carmen Morán Breña

También en el reino animal hay categorías a la hora de morir. Podría decirse que unos acaban en panteones y otros van a la fosa común. Así que, también en occidente, no es lo mismo ser vaca que pollo, ni cabra que cerdo. La culpa, en parte, la tuvo la enfermedad de las vacas locas. El fatal prión condena a los rumiantes a un destino eterno distinto del resto de sus compañeros de granja, por pura precaución sanitaria. Bovinos, ovinos y caprinos serán incinerados directamente o convertidos en harinas para la hoguera si son sospechosos de tener una encefalopatía espongiforme transmisible (EET). Aunque el animal esté sano y acabe en el matadero, algunas partes de su cuerpo, el llamado material específico de riesgo (MER) pasará por el mismo proceso para su desaparición. Estos dos tipos de residuos animales constituyen la categoría 1 y suponen el 14% de los dos millones de toneladas que se generan cada año en España. Son los más peligrosos, por eso su destrucción está sujeta a controles estrictos. Las empresas harineras recogen estos residuos -cobran por ello- pero tienen que pagar por destruirlos si se los entregan a las cementeras. En estas plantas los utilizan como combustible, biomasa, por tanto aprovechan el recurso, y cobran por cada tonelada alrededor de unos 60 euros. La harinera ha de hacerse cargo del transporte y apenas una decena de las 38 cementeras existentes están autorizadas para esta función. "Eso nos obliga a recorrer a veces más de 600 kilómetros", lamenta el presidente de Anagrasa, Valentín García. Anagrasa es la Asociación Nacional de Industrias Transformadoras de Grasas y Subproductos Animales. Así que en las cementeras, el lugar obligado en algunos países de Europa para eliminar estos residuos, acaban en España sólo el 80% de las harinas tóxicas, mientras que cerca de un 20% van a "otro tipo de plantas de valorización energética". Bajo esta última denominación se incluyen también las incineradoras, que valorizan poco o nada y contaminan mucho. Las centrales térmicas no utilizan estas harinas. Menos de un 1%, se deposita en vertederos controlados, según el ministerio.

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El responsable del departamento de Medio Ambiente de Oficemen (donde se agrupan las cementeras), Pedro Mora, se queja de que ellos hicieron una inversión de cerca de tres millones de euros para adaptar sus plantas que ahora esperan las harinas inútilmente. Sin embargo, dicen que los últimos datos hablan de unas 80.000 toneladas de harinas peligrosas y unas 10.000 de las otras. Pero de esas otras, esperarían tener más.

"Es que las cementeras están saturadas", responden sin embargo en Anagrasa. "No es cierto en absoluto, podríamos recibir hasta 200.000 toneladas, otra cosa es que les salga más barato gestionarlo de otra manera ", contestan en Oficemen.

El director general de Recursos Agrícolas y Ganaderos, Carlos Escribano, asegura que se efectúan controles periódicos en almacenes de piensos y que los protocolos de seguridad en coordinación con las comunidades autónomas están funcionando. Tanto la importación como la exportación de harinas peligrosas a otros países tienen que contar, dice, con el certificado de esa dirección general. "Lo que nos preocupa es el riesgo de contagio entre animales y eso está controlado", afirma.

En la categoría 2 se incluyen otros residuos animales. Son los menos, apenas un 2% y muchos de ellos experimentan el mismo proceso que los de categoría 1, aunque no entrañen un riesgo semejante. Suponen al año alrededor de 380.000 toneladas. En estos casos, la eliminación es la incineración antes o después de convertirse en harinas y éstas pueden acabar en un vertedero distinto de los expresamente autorizados. Algunos de estos residuos se pueden utilizar como materia prima en instalaciones de biogás o como compostaje.

Y la categoría 3, la más abundante, la constituyen los restos de mataderos y de los procesados de materias primas animales para consumo humano. Supone el 84% de los subproductos que se tratan al año. Sus restos tampoco entrañan riesgo y se usan como comida para animales de compañía e incontables usos industriales, desde zapatos y cuerdas de raquetas a radiografías y gelatinas.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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