Los afectados por VIH viven 13 años más que en 1996
La mortalidad a causa del VIH ha bajado un 40% desde 1996. Además, hoy un seropositivo vive 13 años más de lo que vivía en 1996, una cifra media que incluye tanto a portadores del virus como a personas que han desarrollado la enfermedad. Sin embargo, actualmente un joven de 20 años afectado por el virus vive una media aproximada de 63 años, mientras que un joven no infectado podrá aspirar a llegar hasta los 80. Son los resultados de un estudio que hoy publica The Lancet, en una edición especial dedicada al sida con motivo del Congreso Mundial que se celebrará en México la próxima semana, del 3 al 5 de agosto.
Los resultados revelan que aunque la esperanza de vida ha mejorado de forma notable gracias a las nuevas terapias, su salud sigue sin igualarse con la de la población general. "Se ha ganado en cantidad de vida y en calidad, hasta convertirse en una enfermedad crónica, pero no se puede perder de vista que continúa siendo letal", afirma Jordi Casabona, uno de los autores del estudio y director del Centro de Estudios Epidemiológicos sobre las Infecciones de Transmisión Sexual y el Sida de Catalunya (Ceeiscat). Los éxitos conseguidos no deben traducirse en la relajación de las medidas preventivas, añade Casabona. Por ejemplo, "en el colectivo homosexual ha habido una reemergencia por esta falsa sensación de éxito que se debe evitar", afirma.
Terapias combinadas
En este estudio internacional se ha seguido a 43.000 seropositivos de Estados Unidos y Europa desde 1996 hasta 2005. Han participado 11 hospitales de Cataluña y Baleares. En el periodo comprendido entre 1996 y 1999 murieron 16 pacientes por cada 1.000. En el periodo comprendido entre 2003 y 2005, la cifra descendió a 10 por cada 1.000.
En 1996 se introdujeron los primeros antirretrovirales. El descenso de la mortalidad entre 2003 y 2005 coincide con la introducción de terapias combinadas más efectivas a la hora de suprimir la capacidad del virus para replicarse y aumentar la presencia de células CD4. También han disminuido los efectos secundarios y se han simplificado las tomas. "También se ha logrado una mayor adhesión de los pacientes a los tratamientos", explica Josep María Miró, que ha participado en el estudio como consultor del Servicio de Enfermedades Infecciosas y Sida del hospital Clínic-IDIBAPS de Barcelona.
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