Carambola geopolítica
Al intentar destruir con un misil antimisil un satélite espía, el USA 193 Radarsat sobre el que ha perdido el control, Estados Unidos no sólo acabará con la amenaza de que sus trozos acaben cayendo sobre poblaciones, sino que demostrará al mundo y especialmente a China y a Rusia que está a la cabeza de las armas antisatélites. El disparo se diferencia poco del que usaría contra una cabeza nuclear enemiga en su sistema de defensa contra misiles balísticos, versión más modesta y actualizada, aunque aún de dudosa eficacia, de la llamada guerra de las galaxias de Ronald Reagan.
EE UU es el país más dependiente en los satélites para su vida, normal y militar. A principios de 2001, bajo la dirección de Donald Rumsfeld, que iba a ser en unas semanas jefe del Pentágono en la Administración Bush, la Comisión para la Valoración de la Organización y Gestión del Espacio para la Seguridad Nacional de EE UU alertó contra la posibilidad de que el país se viera cegado por lo que el informe describió como un "Pearl Harbour espacial", ante un ataque contra sus satélites. La destrucción de un satélite meteorológico por China con un misil a principios del año pasado hizo sonar varias alarmas ante la carrera militar por el espacio. EE UU se ha resistido siempre a aceptar prohibir la militarización del espacio.
Los militares quieren exhibir el arsenal antisatélite más robusto
Destruir el Radarsat antes de que caiga a la Tierra le viene muy bien para otros objetivos. Es la primera vez que lo va a intentar desde 1985. Por lo que han explicado los propios mandos militares norteamericanos, el misil que se utilizará será un SM-3 (Standard Missile 3), lanzado desde un buque equipado de sistema Aegis para la defensa antimisiles, probablemente desde el Pacífico. Su alcance es más limitado que el de los interceptadores desde tierra americana que EE UU quiere instalar también en Polonia. Éstos han de acercarse a su objetivo a una altura superior.
Como señala Stratfor, servicio privado de análisis de inteligencia, la tecnología contra misiles no difiere tanto de la que se puede usar contra satélites, aunque resulte más difícil alcanzar una cabeza nuclear cuando está realizando su reentrada en la atmósfera. El Pentágono y los militares quieren demostrar así que tienen "el arsenal antisatélite más robusto" del mundo, y de paso que su escudo antimisiles ya no es un sueño lejano, menos aún cuando esta Administración ha denunciado el tratado ABM de 1972, que lo limitaba. Era una de las piedras de toque de la estabilidad del equilibrio del terror de la guerra fría. El mensaje a China y Rusia es claro. También a Irán y otros países que se están dotando de cohetes de largo alcance.
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