Alarmados por el Papa
La Asociación de Teólogos Juan XXIII y 150 colectivos cristianos manifiestan su alarma por la deriva preconciliar de Benedicto XVI
"Han comenzado a sonar la decepción y las alarmas. Nuevos documentos de Roma nos hacen sacudir la cabeza y dejarnos entre asombrados y decepcionados". Con esta severidad se expresa el manifiesto firmado ayer por la junta directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, la Comisión Teológica Latinoamericana de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (ASETT), y por Redes Cristianas, que reune a 150 colectivos en España con cientos de miles de seguidores. El manifiesto, de 1.020 palabras, se titula Claves de la restauración en la Iglesia católica.
La tesis de los pensadores católicos es que el papa Benedicto XVI, que lleva en el cargo algo más de dos años, está liquidando las reformas del Concilio Vaticano II (1962-1965). Se pregunta el manifiesto: "¿Habremos de habituarnos a lo nunca imaginado cuando la celebración del Vaticano II?" Respuesta: "Hay cosas que imprimen carácter. Una de ellas es el hecho de que, el hoy papa Benedicto XVI, fue durante 23 años el timonel doctrinal de Juan Pablo II. A quien sea consciente de esto, no le puede extrañar que el Papa actual haya firmado un Motu Proprio que autoriza la vuelta a la misa en latín sin tener que pedir permiso, y un documento en torno a Ciertos aspectos de la doctrina de la Iglesia, que claramente dificulta el diálogo ecuménico".
"Comprendemos mejor la tendencia de muchos a considerarse cristianos sin Iglesia"
"¿Cómo Ratzinger, en solitario, puede opinar en contra del sentir universal de la Iglesia?"
El manifiesto retoma, para subrayar sus argumentos, estas palabras del cardenal Ratzinger, recogidas en una entrevista que le hizo Vitorio Messori en 1985 con el título Informe sobre la Fe. Dijo entonces el todopoderoso cardenal Ratzinger, que dirigió durante décadas con mano de hierro la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición): "Resulta incontestable que los últimos veinte años han sido desfavorables para la Iglesia católica. Sus resultados parecen oponerse cruelmente a las esperanzas de todos. Hay que afirmar sin ambages que una reforma real de la Iglesia presupone un decidido abandono de aquellos caminos equivocados que han conducido a consecuencias indiscutiblemente negativas"
El manifiesto recuerda que el futuro Papa se mostraba ya entonces seguro de los causantes de lo que ahora llama "jabalíes devastando la viña católica". Dijo en 1985: "Estoy convencido de que los males que hemos experimentado se deben al hecho de haberse desatado en el interior de la Iglesia ocultas fuerzas, agresivas, centrífugas, irresponsables o simplemente ingenuas".
Estas palabras dan la clave para entender lo que hoy está pasando en la cúpula de la Iglesia, según el manifiesto. Los " puntos fundamentales" son que el cardenal Ratzinger, cuando niega la experiencia positiva posconciliar de toda la Iglesia, "se apropia del Concilio y se constituye en su único intérprete"; que el Papa "declara desfavorable, negativa y equivocada toda la aplicación posconciliar"; que considera "un desastre los frutos del Concilio y, lógicamente, pone bajo sospecha el mismo Concilio, impulsado y apoyado por los papas Juan XXIII, Pablo VI y el episcopado universal"; y, en cuarto lugar, que Benedicto XVI "está convencido de que tales frutos no se deben al verdadero Concilio, lo cual equivale a decir que el Concilio fue una equivocación y una cosa que no debió producirse".
A estas devastadoras palabras del Papa opone el manifiesto de los teólogos y de las redes cristianas esta solemne y conocida afirmación del Sínodo Extraordinario romano. "El Vaticano II ha sido una gracia de Dios y un don del Espíritu Santo, del que se han derivado muchísimos frutos espirituales para la Iglesia universal y las Iglesias particulares, así como también para los hombres de nuestra época".
"¿Cómo el cardenal Ratzinger, en solitario, puede opinar así en contra del sentir universal de la Iglesia?", se pregunta el manifiesto publicado ayer, antes de subrayar "la inconsistencia del análisis" del papa Ratzinger.
El Vaticano II fue un concilio de conflicto entre una minoría conservadora y una gran mayoría renovadora. "Lo que esa minoría perdió entonces lo fue ganando posteriormente, contando con la aportación del entonces definidor de la fe, y hoy Papa, que parecía saber cuál era el Concilio verdadero y cuál el falsificado", opina el manifiesto.
"El problema no está en el Concilio, que permanece intocable, sino en la resistencia que una minoría le opuso tenazmente y que el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe respaldó con su presencia e influjo en el pontificado de Juan Pablo II, confiriéndole autoridad y aires de oficialidad", señalan los teólogos.
Añaden: "El Papa sabe muy bien que en el Concilio se dirimieron cuestiones muy graves, relacionadas con nuevas maneras de entender temas como la naturaleza de la Iglesia, su relación con el mundo, la libertad religiosa, el ecumenismo, etc. Cuestiones que implicaban un necesario y radical cambio histórico. Afirmar que el Concilio fue apenas pastoral, que no trató de definir ningún dogma y que, por lo mismo, fue irrelevante, equivale a desactivar el Concilio o a una forma de pretender hacerlo. Los conflictos del aula conciliar son los que están emergiendo".
¿Hacia dónde va la Iglesia de Benedicto XVI? El manifiesto ve la respuesta en los documentos que emite Ratzinger desde su autoridad pontifical. La Iglesia católica, sostiene el manifiesto, va "al preconcilio, a dar trato de favor a los neoconservadores, a poner en entredicho el diálogo ecuménico, a situarse de espaldas a la legítima autonomía de la cultura y de las ciencias, a posponer, frente a problemas internos que exigen y han recibido ya nuevos replanteamientos, las grandes causas de la humanidad que, por ser primeras y prioritarias, deben unirnos a todos".
"Con estas actitudes crece en muchos de nosotros la desafección hacia la Iglesia jerárquica y comprendemos mejor la tendencia de otros muchos a considerarse cada vez más cristianos sin iglesia", concluye los firmantes.
Los abajo firmantes
La jerarquía católica reclama unidad a sus fieles, pero les siembra el camino de tempestades. Una de ellas es la recuperación de las rígidas parafernalias tridentinas, que el Vaticano II arrumbó con aplomo. El Papa está empeñado en resucitarlas, en su idea de que los problemas empezaron con el concilio convocado por el bueno de Juan XXIII, ya beato.
La Asociación que lleva en España el nombre de aquel pontífice antifranquista encabeza la firma del manifiesto contra la contrarreforma benedictina. Agrupa a lo más granado de la teología nacional, desde los fallecidos González Ruiz y Casiano Floristán, a José María Diéz-Alegría, Miret Magdalena, Juan José Tamayo, José María Castillo, Evaristo Villar, Benjamín Forcano y Julio Lois, su actual presidente.
Tampoco es pequeña la nomina latinoamericana en la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo. Apadrinados por obispos como Pere Casaldáliga y Samuel Ruiz (éste, émulo en peligrosas décadas de Bartolomé Las Casas en Chiapas), ahí han crecido Leonardo Boff, Jon Sobrino, José María Vigil o Elsa Tamez.
Pero donde se agrupan cientos de miles de católicos, muy activos, es en Redes Cristianas, donde actúan colectivos como la Federación de Mujeres y Teología, las Comunidades Cristianas Populares, las Iglesias de base, Justicia y Liberación, Justicia y Paz, el Movimiento Apostólico Seglar, Somos Iglesia o SOS Racismo, hasta sumar 150 grupos.
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