Promesa truncada
El traductor y editor Alberto Méndez falleció sin conocer el éxito que alcanzó su primer y único libro
Alberto Méndez, autor de Los girasoles ciegos (Anagrama), "temía" haber escrito algo "grande". Lo confesaba su hermano Juan Antonio en un coloquio en la Fundación Complutense de Madrid. La joven promesa había muerto en 2004 a los 63 años, cuando su ópera prima comenzaba a despegar tras recibir el Premio Setenil. Pero lo que Méndez nunca soñó es que con estos cuatro cuentos ganaría el Premio Nacional de Narrativa y el de la Crítica de 2005, vendería más de 130.000 ejemplares en España y sería publicado en 10 países. Hombre muy culto, escribía con frecuencia pero por pudor no lo enseñaba. Fue su familia la que le animó a buscar un editor a un libro hilvanado a lo largo de los años con el trasfondo de historias de la Guerra Civil contadas entre susurros. Y Juan Antonio descubrió más. Los hermanos habían hablado de una adaptación al cine de Los girasoles ciegos y de su posible director, José Luis Cuerda.
La cinta llega a los cines con una reedición del libro de 30.000 copias. Se trata de una apuesta fuerte de Anagrama que apoyó a su autor desde que su editor, Jorge Herralde, leyó las galeradas. Ahora recuerda que abrió el manuscrito "con cierto temor". Se trataba de un apuro comprensible ante el primer libro de un viejo amigo. ¿Cómo decirle que era impublicable de serlo?
Ambos se habían conocido en 1969, cuando el madrileño acudió a su sello con el propósito de importar parte de su catálogo a Suramérica. Pero la fama de rojos ya precedía a los Méndez. "Para la policía franquista eran como los hermanos Dalton o Jesse James y sus hermanos", recuerda Herralde. En 1964 José Luis Aranguren y Tierno Galván habían sido expulsados de la Universidad Complutense tras una manifestación en Madrid, y junto a ellos Alberto, líder de la Asamblea de Estudiantes. Méndez había cursado el bachillerato en Roma, porque su padre, el poeta y traductor José Méndez Herrera, trabajaba para la FAO. Luego fundaría la editorial Ciencia Nueva, que le llevó a vivir en Barcelona en 1969. Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo en el franquismo, se encargó de cerrarla y, entre otros puestos, pasó a ser colaborador de Montena y de la distribuidora Les Punxes.
Herralde apostó por "un encuentro con la verdad literaria". La muerte de Méndez en paralelo a las excelentes críticas del libro relanzarían un año más tarde el libro. Fue entonces cuando el novelista Ignacio Martínez de Pisón decidió leerlo. Él recalca de la obra la "mitificación del perdedor, del derrotado". Pero cuidado, vencidos en los dos bandos. Méndez se acerca a ellos por boca del capitán Alegría, quien a dos días de que Franco se adueñase de Madrid se entregó a los republicanos para "no formar parte de la victoria", escribe. "No entiendo por qué no han tenido el mismo éxito que Los girasoles ciegos los cuentos de Capital de la gloria (Alfaguara, 2003), de Juan Eduardo Zúñiga", se pregunta Ignacio Martínez de Pisón. "O el clásico A sangre y fuego (Almuzara / Espasa Calpe, 2004), de Manuel Chaves Nogales, que sigue siendo muy minoritario". "Quizá la explicación está en que le falta conexión con la leyenda", se contesta el autor de los libros sobre esa época Enterrar a los muertos y Dientes de leche.
Juan Antonio Méndez no tiene constancia de otro material literario: "Si existe es embrionario". Lo que nadie duda en su familia es que Alberto hubiese celebrado los galardones durante varios días como las bodas gitanas. A la usanza de los Méndez. -
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