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Reportaje:

Embarazadas sin bebé

Los científicos indagan por qué los embarazos imaginarios presentan síntomas de una gestación real

John Radebaugh todavía recuerda vívamente su primer escarmiento profesional. A mediados de la década de 1960, Radebaugh, un joven pediatra, trabajaba como voluntario en una clínica para peones agrícolas de Rochester (EE UU), y una noche recibió la llamada de una mujer que estaba de parto. Cuando llegó a la escena encontró a la mujer con una barriga del tamaño de un melón, gimiendo y retorciéndose de dolor. "Por el estado en que se encontraba, creímos que iba a dar a luz allí mismo y en aquel momento", recuerda.

Radebaugh y los trabajadores de la clínica que le acompañaban decidieron renunciar a un examen pélvico y trasladar de inmediato a la paciente a la sala de urgencias de un hospital. Mientras ayudaba a la mujer a sentarse en una silla de ruedas del hospital, pareció romper aguas y le empapó de líquido transparente. Pero cuando llamó al hospital al día siguiente para comprobar los progresos de la paciente, Radebaugh obtuvo una respuesta inesperada. "Pues no está aquí", le dijo el médico que la atendía. "Recibió el alta ayer noche".

El trastorno es raro pero existen casos documentados desde tiempos remotos
Algunas pacientes con pseudociesis incluso dan positivo en las pruebas de embarazo
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"¿Ayer noche? ¿Cómo es posible?", preguntó Radebaugh. "No estaba embarazada en absoluto; sólo tenía la vejiga llena. Es un caso de pseudociesis", respondió el médico, que dejó a un escarmentado Radebaugh buscando el diagnóstico.

A pesar de la vergüenza de Radebaugh, su desconocimiento de la afección de la mujer no era ni mucho menos sorprendente. La pseudociesis, o falso embarazo, es poco habitual, y se da en uno a seis de cada 22.000 nacimientos. Aunque a la mayoría de los científicos todavía les desconcierta su causa en humanos, estudios recientes de casos y evaluaciones sobre afecciones similares en animales empiezan a aportar ideas, explorando el papel de las hormonas y la psicología.

Quienes sufren el trastorno presentan muchos síntomas que dejan perplejos incluso a médicos experimentados. No sólo creen fervientemente que están embarazadas, sino que presentan síntomas auténticos que respaldan sus afirmaciones, como el cese de la menstruación, crecimiento abdominal, náuseas y vómitos, aumento del tamaño del pecho y antojos alimenticios. Algunas pacientes con pseudociesis incluso dan positivo en las pruebas de embarazo, señala Paul Paulman, un médico de cabecera del Medical Center de la Universidad de Nebraska. "Se han registrado todas las señales y los síntomas del embarazo en estas pacientes, con la excepción de tres: no se oye el latido del feto, no se ve al feto con ultrasonidos, y no hay parto", afirma Paulman.

Aunque el trastorno es raro, se han documentado casos de falsos embarazos en las sociedades humanas desde tiempos remotos, lo cual aporta pruebas de que el fenómeno no se ve limitado por épocas o culturas. En el 300 a.C., Hipócrates describía a 12 mujeres "que pensaban que estaban embarazadas", y se cree que María Tudor, la reina inglesa, sufrió pseudociesis. (Algunos expertos afirman que los actos violentos que le valieron el apodo de Sangrienta eran reacciones al descubrir que, después de todo, no llevaba dentro a un heredero).

Durante siglos, la pseudociesis ha sido mayoritariamente un dominio de los psiquiatras, y ha generado numerosas teorías psicológicas sobre los orígenes del trastorno. Según las memorias de Sigmund Freud, su paciente más famosa, Anna O., creía que estaba embarazada del hijo de su psicoanalista anterior, Josef Breuer. Freud lo atribuye a lo que denominaba transferencia, es decir, el fuerte apego que desarrollan los pacientes por sus psicoanalistas, un concepto que más tarde constituiría la piedra angular de la teoría freudiana.

Otros psiquiatras afirman que la pseudociesis se da en pacientes desesperadas por quedar embarazadas, o que sienten un fuerte deseo de participar en la experiencia del embarazo de un miembro de la familia. En un número reciente de la revista Psychosomatics, Biju Basil, psiquiatra de la Drexel University, mencionaba el caso de una mujer que vivió un parto falso mientras la novia de su hijo daba a luz. "Empezó a tener los dolores del parto. Ya había estado embarazada con anterioridad, y dice que sintió exactamente lo mismo", señala Basil. "Incluso dio un 'último empujón', igual que hizo cuando parió a sus hijos". Basil conjetura que la afección de la mujer tenía su origen en un enraizado deseo de participar más plenamente en el nacimiento de su primer nieto.

"Debido a que no apreciaba demasiado a la novia de su hijo, nunca fue bienvenida en casa de la pareja", dice. "Quería desempeñar un papel más activo en esta nueva vida que estaba llegando al mundo".

Aun así, a pesar de todas las teorías sobre los orígenes del falso embarazo en el subconsciente, algunos estudios biológicos indican que quizá intervenga parcialmente una mediación hormonal. Debido al reducido número de personas que padecen el trastorno, no se han realizado estudios a gran escala para determinar un perfil hormonal típico de las pacientes con pseudociesis. Pero los estudios de casos realizados en la Universidad de Michigan y otros lugares indican que muchas pacientes presentan niveles elevados de hormonas como los estrógenos y la prolactina, unos compuestos que pueden causar síntomas físicos similares, como hinchazón abdominal y secreción de leche, así como manifestaciones psicológicas, como querer establecer lazos con un bebé.

Esto plantea la posibilidad de que la pseudociesis sea el resultado de un delicado bucle de retroalimentación entre la mente y el cuerpo: un estado emocional inicial induce una secreción anormal de hormonas, que a su vez tiene sus propios efectos físicos y psicológicos. Según Mary Erskine, una bióloga de la Universidad de Boston que estudia la neurología de los sistemas reproductivos, la ansiedad puede ser un estado emocional que ayuda a poner en marcha este bucle de retroalimentación. "El estrés puede influir mucho en la regularidad de un ciclo de ovulación", señala Erskine.

Se ha descubierto que en perros -una especie con unos índices de embarazos falsos mucho más elevados que los humanos-, el trastorno tiene su origen en unos niveles pronunciados de ciertas hormonas reproductivas, en especial la prolactina. A diferencia de los humanos, los perros tienen una prolongada fase final de su ciclo de ovulación, durante la cual una estructura ovárica denominada corpus luteum fabrica grandes cantidades de progesterona.

Si la perra no queda embarazada, el corpus luteum se agota lentamente, durante un periodo de hasta 70 días. El consiguiente descenso de la cantidad de progesterona provoca unos altos niveles de secreción de prolactina, que a su vez ocasiona la producción de leche, el aumento del tamaño abdominal y gran cantidad de conductas maternales mal encauzadas.

Debido a que hay escasez de sujetos de estudio, Paulman no es optimista sobre la posibilidad de que algún día se llegue a comprender de forma total y científica la pseudociesis. Aun así, espera que un estudio continuado de casos individuales ofrezca una panorámica más clara sobre cómo el cerebro puede exaltar las glándulas endocrinas hasta tal punto que parezca que una mujer no embarazada está sufriendo un doloroso parto.

"La glándula pituitaria está situada justo en la base del cerebro, y ahí tienen su origen todas las hormonas" en el embarazo, señala Paulman. "Éste es uno de los ejemplos médicos clásicos sobre cómo afecta la mente al resto del cuerpo".

JAVIER PASTOR

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