Con el viento en contra
Los recientes acontecimientos acaecidos en torno a la empresa estadounidense Odyssey, al Ministerio de Cultura español y al hallazgo de un buque del siglo XVII hundido con un valioso botín en el mar de Alborán han facilitado a La carta esférica una campaña de publicidad gratuita que, seguramente, sus productores nunca imaginaron durante su proceso de gestación. Sin embargo, los responsables del proyecto van a necesitar algo más que una promoción gratuita para superar las deficiencias de una película fallida en numerosos sentidos, comenzando por su imagen de presentación: un cartel indigno de unos tiempos en los que el diseño también forma parte del espectáculo y de la cultura popular.
LA CARTA ESFÉRICA
Dirección: Imanol Uribe. Intérpretes: Carmelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Javier García Gallego, Enrico Lo Verso, Gonzalo Cunill. Género: intriga. España, 2007. Duración: 103 minutos.
Basada en la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte, La carta esférica pretende recuperar el espíritu de la aventura clásica, del honesto y honorable marino enfrentado a los sanguinarios y desalmados piratas, en una época en la que los sables, los parches y las patas de palo han dejado paso a la tecnología, a la legalidad empresarial y a la impecable fachada. Y si lo consigue en parte es gracias a la excelente interpretación de Carmelo Gómez, capaz de hacer creíble lo increíble, en su línea habitual de presencia, carácter y campechanía. Lástima que a su lado, Imanol Uribe, director y adaptador de la novela, haya compuesto un reparto en el que cada uno parece ir en la dirección contraria, en un registro distinto. Así, la naturalidad casi aficionada de Javier García Gallego contrasta con la impostura de mujer fatal de Aitana Sánchez-Gijón, que nunca había mostrado tan claramente sus limitaciones interpretativas.
A pesar de que no parece una producción en la que se haya gastado demasiado dinero, el empaque formal se beneficia de la bella fotografía de Javier Aguirresarobe y de una aventurera partitura de Bingen Mendizábal, de tonalidades clásicas, labores que otorgan cierta aureola de película a la antigua. Lo que, junto al evidente interés de la temática, quizá pueda llevar a la audiencia a pasar por alto las deficientes escenas de acción (se supone que cortas pero intensas, aunque culminadas por unos inesperados fundidos a negro que ejercen de anticlímax), y las poco lucidas secuencias de interior marino.
Ahora bien, lo que resulta más sorprendente es que un autor de la experiencia de Uribe (La muerte de Mikel, El rey pasmado, Días contados y Plenilunio son obras muy notables) no haya caído en la cuenta de que la voz en off del protagonista lastra todo el proceso de narración. En cine, todo lo que no suma, resta. Y los parlamentos explicativos de imágenes que el espectador ya está viendo o de sentimientos suficientemente aclarados con los diálogos provocan el definitivo hundimiento de La carta esférica.
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