Dos éxitos y un gran fracaso
Pedro Solbes pilotó la salida de la crisis de 1992 y logró los primeros superávit de la democracia, pero deja el país en medio de una de las mayores recesiones de la historia
Sólo uno de cada dos españoles conocía el nombre del ministro de Agricultura cuando en 1993 recibió el encargo de Felipe González de hacerse con las riendas de la economía. Pedro Solbes heredaba un país que, tras acostarse con el sueño de organizar unos Juegos Olímpicos y una Exposición Universal, se despertaba en plena pesadilla económica. Ese funcionario gris y semidesconocido logró reflotar la nave y, tras un exilio dorado como comisario europeo en Bruselas al que le forzaron las dos victorias consecutivas del PP, volvió al Gobierno en 2004 imbuido del aire de mago de la Hacienda Pública y gestor solvente.
Desde allí consiguió algo de lo que ningún ministro de Hacienda español puede presumir: tres años seguidos en los que el Estado ingresó más dinero del que gastó. Pero ha bastado un año de crisis para dilapidar esta historia de éxitos. El pasado 7 de abril abandonó la vicepresidencia, cuando sólo había transcurrido un año de legislatura. Solbes deja tras de sí un país cuya economía caerá este año al menos el 3% y con un déficit que superará el 8% del PIB. Magnitudes peores de los que recogió hace 16 años cuando Carlos Solchaga le pasó la cartera.
"Sin él, a lo mejor la crisis sería aún peor", opina José Carlos Díez
"La mejora de las finanzas hasta 2007 fue un espejismo", según Jordi Galí
El vicepresidente negaba hace nueve meses la posibilidad de una recesión
El Banco de España prevé una caída del PIB del 3% y un déficit del 8,3%
"Con los datos que tenemos ahora, no trabajamos en la hipótesis de que vaya a haber recesión", decía el entonces vicepresidente económico hace menos de nueve meses. El Banco de España certificó a principios de este mes lo que muchos ya sabían: no sólo que la recesión ya está aquí, sino que va a ser de las más duras de las que tienen constancia las estadísticas.
El regulador bancario desbordó en su último boletín las previsiones del Gobierno. Si éste decía que el Producto Interior Bruto (PIB) caería un 1,6% este año, el Banco de España aumentaba el desplome hasta el 3%.
"La caída del PIB se basa en todos los componentes de la demanda, salvo el consumo público. Se estima que en la segunda mitad del año próximo la actividad se estabilizaría e, incluso, podría volver a crecer de nuevo". Son las palabras del regulador. De la mano de la caída de la actividad irá el aumento desbocado del desempleo, que llegará al 19% el año que viene. Las previsiones oficiales chocan de nuevo con las palabras pronunciadas por Solbes en agosto del año pasado. "Nos situaremos entre los tres millones y medio de parados y los cuatro millones, pero sin llegar a cuatro".
"Es cierto que hizo un diagnóstico erróneo. Decía que ésta era una crisis más del sistema, que incluso podía ser positiva para depurar los desequilibrios. Además, en octubre todavía aseguraba que el crédito crecía, cuando era evidente que el mercado mayorista, del que depende el sector financiero español, estaba colapsado. Por eso atajó tarde y con timidez el problema del crédito. Pero también es cierto que si no hubiera tomado ciertas medidas, como reducir la deuda hasta el 38% del PIB, esta crisis podría ser mucho más dura aún, como lo está siendo en Irlanda", asegura el economista jefe de Intermoney, José Carlos Díez, que puntúa la actuación de Solbes con un notable alto.
Más estricto es Jordi Galí, director del Centro de Investigaciones de Economía Internacional de la Pompeu Fabra, que ve a Solbes como alguien sensato, pero superado por los condicionantes políticos que le han envuelto. "La mejora sustancial en las finanzas públicas hasta 2007 se ha revelado como un espejismo, en gran medida resultado del aumento de ingresos asociados al boom inmobiliario y con un componente cíclico muy importante", afirma. Galí considera que el final de su mandato se ha visto empañado por la percepción de que el crecimiento de la última década careció de fundamentos sólidos: el crecimiento de la productividad ha sido casi nulo y se han acumulado desequilibrios muy importantes, especialmente en el sector exterior.
Galí, además, reprocha a Solbes no haber aprovechado los años de bonanza para acometer las reformas necesarias. "Fue incapaz de tomar medidas que limitaran el crecimiento insostenible del sector inmobiliario o el endeudamiento excesivo de los hogares, pese a los avisos continuados del Banco de España". Entre las medidas que este profesor cree que se podrían haber tomado está la eliminación de las desgravaciones fiscales por la compra de vivienda, como forma para deshinchar la burbuja del ladrillo.
Y es que Solbes abandona la cabina de mandos justo en el momento en el que se juntan el deterioro de la confianza, la pérdida de riqueza inmobiliaria y crediticia de consumidores y empresas, las restricciones al crédito y el declive del comercio mundial. ¿Resultado? Que las previsiones para este año son las peores que se recuerdan.
"El primer Gobierno Zapatero desaprovechó el programa con el que el PSOE fue a las elecciones de 2004, que diagnosticaba la vulnerabilidad del patrón de crecimiento. En su lugar, optaron por un autismo basado en la inercia y en la confianza de que la propia expansión del ciclo favorecería el cambio de modelo", dice Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales. Y la puntilla final fue el empecinamiento en negar la crisis hasta el último minuto. "Es verdad que hubo un debate nominalista en el que el Gobierno se negaba a usar la palabra crisis. Eso fue un error. Una chorrada. Pero no se mintió. Dimos las previsiones que teníamos entonces con los datos disponibles", aseguran fuentes del entorno de Solbes.
Esas voces se levantan contra los que les acusan de haber dejado pasar el tren: "De lo que más orgullosos estamos es de haber pilotado un tiempo de fuertes inversiones públicas que han permitido modernizar el país y, al mismo tiempo, haber logrado superávit en las cuentas públicas. A eso contribuyó el Pacto de Estabilidad que puso en marcha el PP, pero que nosotros racionalizamos. Consideramos que el superávit no está por estar, sino para gastarlo cuando las cosas vienen mal dadas".
Si hay dudas sobre la actuación de Solbes en los últimos años, el consenso es casi total para defender su trabajo en la última legislatura presidida por Felipe González. "Su logro más significativo fue la gestión del proceso de ajuste que llevaría a España a pasar el examen de Maastricht y a formar parte de la zona euro desde su creación", apunta Galí. "Su momento más definitorio es el de Felipe. En los Gobiernos de Zapatero parecía que se convirtió en un talismán que, por el mero hecho de estar, irradiaba disciplina", añade Ontiveros. "1994 fue el primer año de la historia en el que cayó el gasto público de la Administración del Estado. El Pacto de Toledo para las pensiones y la reforma laboral que se hizo entonces también hay que agradecérselos a Solbes", asegura el ex ministro Jordi Sevilla.
Incluso alguien tan poco sospechoso de simpatías socialistas como Rodrigo Rato destacaba, según cuenta Joaquín Estefanía en su libro La larga marcha, que Solbes había dejado encauzada la coyuntura para que más tarde los Gobiernos del PP la remataran y mejoraran. Rato hacía estas declaraciones, eso sí, en privado.
Respecto a sus cinco años como comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, sufrió la imposibilidad de sancionar a Francia y Alemania por incumplir el Pacto de Crecimiento y Estabilidad. "Quizás su mayor contribución haya sido vincular las decisiones de política económica a los compromisos europeos. Ésa es su huella. Porque los buenos resultados macro no se pueden atribuir en exclusiva al trabajo de un ministro. Y así como no es el único responsable de las buenas cifras de antes, tampoco lo es de las malas de ahora", sugiere el presidente de AFI.
Una vez que Solbes se ha marchado, la pregunta es qué hace ahora Salgado con su legado. Se pone al frente de un país que, como aseguraba el Banco de España en su boletín de este mes, avanza hacia una tasa de paro que rozará el 20%. Lo que significa que el número de parados llegará a los 4,5 millones, unos 900.000 más que ahora. Este batallón de brazos cruzados se unirá al millón que en el último año han perdido su trabajo.
Además, el déficit abrirá un boquete en las cuentas públicas difícil de tapar; y la deuda pública, que en 2007 suponía el 39,5% del PIB llegará al 60% en 2010.
Con este panorama, Salgado lo tiene difícil. Ontiveros señala dos aspectos sobre los que pivotará su mandato para juzgar si ha sido un éxito o un fracaso: crear un protocolo para actuar ante hipotéticas inestabilidades bancarias y coordinar al Gobierno para aumentar la demanda agregada por el lado de la inversión pública, no por el del gasto corriente. Pero, con un déficit del 8%, ¿hay margen para más inversiones? "Pues hasta que lleguemos al 13% de EE UU", responde José Carlos Díez. "El stock de capital en infraestructuras tecnológicas es inferior al europeo. Hay que alcanzar esa media y quizás recortar otras partidas de gasto corriente. Si no se puede evitar llegar a los 4,5 millones de parados, que parece muy difícil, sí cortar la sangría y no alcanzar los cinco millones", añade Ontiveros.
Cristóbal Montoro, del PP, lamenta que se le haya encargado esta hercúlea tarea a Elena Salgado, a la que considera una persona inédita en este campo. "No se le conocen opiniones públicas, ni huella política, ni diagnósticos. Zapatero sustituye a Solbes por una incógnita", dice el portavoz popular. "Cuando lo nombré ministro de Economía, dijeron de él las mismas tonterías que ahora se dicen de Elena Salgado, que va a sorprender por su firmeza", responde Felipe González.
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