Una sabrosa tarta escénica
Un título directo, conciso, esclarecedor, en la medida que ofrece varias posibles lecturas: Telón de fondo. Y así es todo este libro con el que el escritor y crítico teatral Marcos Ordóñez ha querido hacer un viaje iniciático por los territorios del mundo de la escena que él lleva recorriendo desde la infancia y en los que a través de escritos y vivencias, el también profesor de guión y dramaturgia se sumerge en el mundo del teatro con pasión. Y lo que es mejor, con una lúcida y aguda mirada que a sus lectores les hace ver más allá de donde llegaban sus ojos y, sobre todo, les hace oír asuntos de la familia, vetados para todo aquel que no pertenezca a esta tribu, una de las pocas con absoluta conciencia tribal y a la que no accede nadie que no haya hecho un hermanamiento de sangre, de pasión, de sudor... Lo que está claro es que Ordóñez lo ha hecho y lo refrenda aquí.
Telón de fondo
Marcos Ordóñez
El Aleph Editores. Barcelona, 2011
192 páginas. 15 euros
Telón de fondo no es un anecdotario de chascarrillos, de actores "internos, externos y mediopensionistas", de referencias escénicas, de análisis sobre un mundo, el teatral, desde los dos lados del espejo, desde los dos lados de la cuarta pared. Que también. Es un pedazo de la tarta con la que Ordóñez se deleita cada vez que va al teatro y que ha arrancado con la mano y de cuajo de las entrañas del mondongo (que diría Valle-Inclán) para llevarnos a un paraíso vetado para ajenos a la casa, pero que sin embargo forma parte del imaginario colectivo de varias generaciones. Porque lo mismo nos habla de cómo José Bódalo salía a escena e interpretaba magníficamente su papel, mientras oía a través de un pinganillo el partido de su equipo favorito, o de cómo Animalario, grupo de moda y con gran futuro, sufre las consecuencias de una crisis, no de espectadores, sino de administradores públicos.
Ordóñez, que en todo momento toma partido y apuesta por un teatro "que irradie energía e invente a su público", habla de él desde unos objetivos concretos: "Traducir las emociones, argumentarlas y tratar de establecer lo que funciona y lo que no"; además le echa al guiso otros elementos que desvela pormenorizadamente, sin olvidar que estamos ante un striptease que, si bien no resultara catártico para su autor, sí para el lector, que se asoma a los más íntimos y personales paisajes de alguien que conoce en profundidad un territorio y lo da a conocer de manera especialmente entretenida e inteligente.
Lo más interesante es que su viaje personal también lo convierte en un apasionante viaje al interior de cada uno de sus lectores, que no solo deberían estar entre los de la profesión teatral, sino entre todo aquel curioso (nunca sinónimo de cotilla) deseoso de saber, que además se encontrará, como siempre, con Ordóñez, con un escritor que domina el arte literario como ya ha demostrado en otras obras suyas o en su novela Detrás del hielo.
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