El invierno es para raritos
Navidad, tiempo de apuestas literarias. Hay editores que no buscan el best seller instantáneo, sino propuestas singulares de largo recorrido. Aquí, algunas rarezas necesarias.
Testimonios humillantes y terribles, pensados para sacar lo peor de uno de los novelistas gráficos más celebrados en todo el planeta. Editoriales que se trasladan a geografías extrañísimas a la busca de sangre fresca. Escritores extravagantes que viven la mitad de su tiempo sobre una bicicleta o a bordo de una fragata. Pensadores que desde una platónica batcueva plantean la obsesión por la moral en nuestros días. Escritoras cuyos personajes entienden a las madres yonquis que llegan a tirar a sus bebés por las ventanas. He aquí el ánimo con que se encuentra lo mejor del escaparate de novedades para esta Navidad.
Cómics para pensadores. Todo comienza con Daniel Clowes (Chicago, 1961). La última ficción del responsable de Ghost world se titula Wilson (Reservoir Books) y, tal como el propio dibujante admite, "es una obra que empezó como la versión más desagradable sin censuras de mí mismo y de mis amigos". Ahora el personaje ha logrado desdoblarse de Clowes. Su política es tajante: "Cualquier intento honesto de biografía siempre es interesante, pero la mejor ficción es aquella que va por delante del acontecimiento e irrumpe en algo más misterioso". Wilson que significa, literalmente, "hijo de la voluntad" es, desde luego, la expresión más depravada y desmoralizada del ser humano.
"La mejor ficción es la que va por delante del acontecimiento" (Daniel Clowes)
Entre Wilson y Spider-Man hay más relación de la que parece. Tom y Mat Harris acaban de editar en España Los superhéroes y la filosofía (Blackie Books). ¿Otro artefacto posmoderno que intenta mostrar el trayecto de Aristóteles a Batman? No exactamente, explica Tom. "La mayoría de los libros filosóficos sobre cultura pop solo reúnen a académicos. Nosotros queríamos incluir a algunos de los principales autores de cómics". Esta recopilación de ensayos se aparta de los manoseados análisis sobre el contenido político de los tebeos en América o durante la guerra fría para abordar asuntos derivados de la ética. "La ausencia de valores que guíen a la gente en los últimos tiempos ha hecho renacer antiguas cuestiones acerca de cómo debemos vivir. Y estas cuestiones se corresponden con muchas de las historias de superhéroes".
Otro vampiro es posible. Desde Inglaterra, Los Radley (Mondadori) supone un extraño caso de best seller sobre vampiros capaz de llegar a 22 países y agradar a la crítica. Su autor, el británico Matt Haig (Sheffield, 1975), tiene razones para dedicarse al género: "Una vez viví en un sitio muy tranquilo de Ibiza. Trabajaba en un club nocturno llamado Privilege y conocí a un montón de colgados de la noche". Pero, en el fondo, Los Radley no deja de ser una novela familiar. "Ya hay mucha mitología vampírica situada en un contexto romántico o gótico; yo quería trasladar esos mitos a un espacio doméstico y más humano". Haig, tras obviar posibles juicios sobre producciones como True blood o Crepúsculo, celebra a sus colegas de género: "Los vampiros son los cowboys del siglo XXI, y al igual que ya hay un montón de westerns, así ocurre también con este tipo de ficciones".
Turismo (muy) alternativo. Recientemente premiado con el Médicis, David Vann parece ser una de las promesas más fuertes en la narrativa norteamericana actual. Sukkwan Island (Alfabia) se articula en torno a las conflictivas relaciones entre un padre y su hijo. "El mío se suicidó cuando yo tenía 13 años; fue el peor y más importante momento de mi vida", explica el autor. La novela también se articula como retrato de la remota isla de Sukkwan (Alaska), "un lugar de fríos y húmedos bosques, con sus lobos y osos; hermoso y prehistórico".
Aparte de ser señalado como heredero del venerado Cormac McCarthy, Vann, con decenas de miles de millas a flote, presume de ser un apasionado de la navegación. "Ahora ando metido en una cinta de National Geographic para la reconstrucción del barco Oseberg Viking. Y en otra película yo hacía de capitán de un antiguo barco egipcio navegando por el mar Rojo".
No le anda a la zaga el artista multidisciplinar e incorregible dandi David Byrne, la clase de persona capaz de salir de fiesta montado en bici por Nueva York (él refiere esto como "experiencia relajante"), que acaba de publicar sus Diarios de bicicleta (Reservoir Books), un recorrido diferente por lugares como Berlín, Buenos Aires o Manila.
De ciencias. Peter Adolphsen quizá es el único escritor del mundo capaz de conmover a sus lectores explicando la orogénesis alpina o el recorrido de una gota de gasolina en el motor de un automóvil. El danés, responsable de las dos novelas cortas Brummstein / Machine (Lengua de Trapo), pasó los años que van de 1994 a 2001 entre Córdoba y Granada. Hoy explica desde la península de Jutlandia cómo su atracción por la ciencia viene desde la niñez: "Aún sigo flipando con hechos como la edad de la tierra o el tamaño del espacio". Y en un español esforzado agrega: "Parto de la teoría de que los intelectuales también tienen sentimientos. Fíjate en esa escena del relato en que un pequeño caballo de ojos grandes y pestañeantes se muere; el pobrecito se ahoga. Más kitsch no puede ser". Adolphsen entiende Machine como un perverso cruce entre Stephen Hawking y atención Mi pequeño poni.
Sexo y neocostumbrismo. En el extremo opuesto se encuentra el autor de El apocalipsis de los trabajadores (Alpha Decay). Valter Hugo Mae, a quien la prensa portuguesa ha señalado como el principal autor de su generación, aterriza en España con un relato de las ciudades pesqueras que le rodean. Nada de esto es un obstáculo para ser un autor actual, reivindica. Sobre la protagonista de su novela, Mae confiesa: "La empleada de la limpieza es, para mí, el máximo exponente de lo sexy. Quienes viven en la ciudad deben saberlo: en las provincias la gente también tiene sexo".
Helena Torres Sbarbati, autora del blog Diario infame de la Zorra Suprema, explota un cóctel similar en su debut, Autopsia de una langosta (Melusina), con una "autoficción ensayada" honesta, diría Clowes. Semejante texto híbrido transcurre en una Barcelona de barrio Chino y Raval, donde una prostituta trabaja gratis con "personas lisiadas", o bien otra empleada del hogar saquea la caja del anciano que cuida para largarse con el hijo de este por ahí "a chutarse".
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